Francisco: que los santuarios acojan a todos, incluso a turistas curiosos y a pecadores

El peregrino que llega a los santuarios, sea quien sea, «joven o anciano, rico o pobre, enfermo o atribulado, o un turista curioso, pueda encontrar la necesaria acogida, porque en cada uno hay un corazón que busca a Dios, a veces sin darse cuenta plenamente». Lo subrayó Papa Francisco en el discurso a los rectores de los Santuarios, que están en Roma para vivir su jornada jubilar, pasando por la Puerta Santa de San Pedro, así como los fieles pasarán por las respectivas puertas de sus santuarios en este primer Año Santo descentralizado que prevé la concesión de la indulgencia plenaria en todas las Catedrales del mundo y en los santuarios indicados por los obispos diocesanos.

Francisco indicó una «palabra clave» durante la audiencia: «acogida». «Con la acogida, por decirlo así, ‘nos jugamos todo’. ¡Una acogida afectuosa, festiva, cordial y paciente!  Los Evangelios nos presentan a Jesús siempre acogedor, deja que se acercan a Él, especialmente los enfermos, los pecadores, los marginados. Y recordemos su expresión: ‘Quien les acoged, me acoge; y quien me acoge, acoge a Aquel que me ha enviado’. Jesús ha hablado sobre la acogida, pero sobre todo la practicó. Cuando se nos dice que los pecadores, por ejemplo Mateo o Zaqueo, acogían a Jesús en sus casas y en sus mesas, es porque se sintieron principalmente acogidos por Jesús, y esto les había cambiado la vida. Es interesante que el Libro de los Hechos de los Apóstoles concluya con la escena de San Pablo que, aquí, en Roma, acogía a todos los que iban a verle. Su casa, en donde vivía como prisionero, era el lugar en el que anunciaba el Evangelio. La acogida es determinante para la evangelización. A veces es suficiente una palabra, una sonrisa, para hacer que una persona se sienta acogida y bienquerida. El peregrino que llega al santuario a menudo está cansado, hambriento, sediento… Y muchas veces necesita ser acogido bien tanto a nivel material como a nivel espiritual. Es importante que el peregrino que atraviesa el umbral del santuario se sienta tratado más que como un huésped como un familiar. Debe sentirse en su casa, esperado, amado y visto con ojos de misericordia».

«Que quienquiera, sea, joven o anciano, rico o pobre, enfermo o atribulado, o un turista curioso —subrayó Jorge Mario Bergoglio—, pueda encontrar la necesaria acogida, porque en cada uno hay un corazón que busca a Dios, a veces sin darse cuenta plenamente. Tratemos de que cada peregrino tenga la alegría de sentirse finalmente comprendido y amado. De esta manera, al volver a casa, sentirá nostalgia por lo que experimentó y tendrá el deseo de volver, pero, sobre todo, querrá seguir por el camino de fe en su vida ordinaria».

Una «acogida completamente particular», afirmó el Papa, «es la que ofrecen los ministros del perdón de Dios. El santuario es la casa del perdón, en la que cada uno se encuentra con la ternura del Padre que tiene misericordia por todos, sin exclusión. Que quien se acerca al confesionario lo haga porque se arrepiente del propio pecado. Siente la necesitad de acercarse al confesionario. Percibe claramente que Dios no lo condena, sino que lo acoge y lo abraza, como el padre del hijo pródigo, para restituirle la dignidad filial. Los sacerdotes que tienen un ministerio en los santuarios deben tener el corazón impregnado de misericordia; su actitud debe ser la de un padre». lastampa