Hoy comenzamos recordando unas estrofas del himno Lauda Sion, como una introducción al maravilloso contenido de la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo:

«Es dogma que se da a los cristianos que el pan se convierte en carne y el vino en sangre (…).  Lo que no comprendes y no ves, una fe viva lo atestigua (…).

Bajo diversas especies, que son signos y no cosas, están ocultos los dones más preciados.

Su carne es alimento y su sangre bebida. Mas Cristo está todo entero bajo cada especie.

Quien lo recibe no lo rompe, no lo quebranta, ni desmembra, recíbese todo entero.

Recíbelo uno, recíbenlo mil; y aquel lo toma tanto como estos, pues no se consume al ser tomado.

Recíbenlo buenos y malos, mas con suerte desigual o de vida o de muerte. Es muerte para los malos y vida para los buenos».

  • Génesis

Abraham ha dado la libertad a Lot y regresa con un botín considerable. A su encuentro sale para bendecirlo Melquisedec, rey de Salén, que ha quedado como símbolo del sacerdocio de Cristo.

Los motivos son distintos: No se sabe de Melquisedec ni antes ni después de este encuentro; por otra parte, es rey de Salén, que significa la paz y, en lugar del sacrificio de víctimas que se acostumbra, ofrece pan y vino, cosa que no se solía hacer en el Antiguo Testamento. Por eso, los salmos y, de manera especial la carta a los hebreos, comparan a Melquisedec con Jesucristo que ofrece el pan y el vino convertidos en su cuerpo y en su sangre como único y definitivo sacrificio de la nueva alianza.

  • Salmo 109

Se refiere expresamente a Melquisedec:

«El Señor lo ha jurado y no se arrepiente. Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec».

Este ofrecimiento a Dios se hace en nombre de David: «Dijo el Señor a mi Señor», tal como lo interpretará Jesús. Respecto a ese sacerdote se añade:

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré como rocío, antes de la aurora».

  • San Pablo

La liturgia nos invita a meditar el texto de la carta a los Corintios, el más completo que tiene la Biblia respecto a la Eucaristía. El apóstol observa:

+ Se trata de una tradición que ha recogido San Pablo y la transmite convirtiéndola en texto bíblico: «Yo he recibido una tradición que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido».

+ Las palabras que transmite San Pablo son las más parecidas a las que repetimos cada vez que celebramos la Eucaristía.

+ «Cada vez que coméis este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva».

+ Es bueno que, además, meditemos las palabras que pone a continuación el apóstol:

+ «Cada cual se examine y que entonces coma así del pan y bebe del cáliz. Porque quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su condenación».

Aquí tenemos, por tanto, una invitación a recibir la Eucaristía, pero siempre preparados convenientemente y, si hay pecado grave, con la confesión según lo ha interpretado la tradición de la Iglesia.

  • Verso aleluyático

Nos repite las palabras de Jn 6,51 en las que Cristo advierte su presencia divina en el pan consagrado:

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre».

  • Evangelio

Cuenta cómo Jesús, después de hablar del reino de Dios y manifestar el poder del mismo haciendo multitud de milagros, hace un milagro más grande todavía que quedó como símbolo de la abundancia de la Eucaristía para todos.

Se trata de la multiplicación de cinco panes y dos peces para que coman cinco mil hombres.

Y al final, con las sobras, llenaron doce cestos de pedazos de pan.

En este domingo del Cuerpo y la Sangre de Cristo aprovechemos para prometer a Jesús recibirlo frecuentemente y siempre estando en gracia de Dios o con la confesión necesaria.

José Ignacio Alemany Grau, obispo