Homilía del ‘Domingo del Buen Pastor’: Jesús el súper pastor

Jesús dice hoy: «Yo soy el buen pastor».

Cuando pensamos en un pastor nos parece maravilloso, idílico:

Tiene un gran corral, por en medio corre una acequia con agua abundante, el cerco es alto y firme para que no puedan ingresar los ladrones y menos el lobo.

El ganado está bien alimentado en un pasto abundante que invita a echarse en él para descansar.

Periódicamente el pastor entresaca las ovejas más robustas y hermosas para venderlas en el mercado o en la feria, y aprovechar el dinero según sus necesidades. O bien, para comerlas alegremente con sus amigos.

Ese es el buen pastor, un pastor excelente que todos admiramos.

Pero a ese no se refiere el relato del Evangelio.

Para entender el bellísimo pasaje de hoy tenemos que unir dos textos: el de este domingo y el que meditamos los días pasados en la santa misa:

+ «Yo soy el Buen Pastor».

+ «Yo soy el pan de la vida».

Jesús habla de un pastor muy especial que tiene relaciones «personales» con cada una de las ovejas:

«El buen pastor da la vida por sus ovejas».

Jesús da la vida en la cruz para que no mate el enemigo a sus ovejas. Pero, además, se da en alimento por ellas.

En su redil no hay pasto. Hay apariencia de pan y vino que se han «transubstanciado» (transformado) en su cuerpo y en su sangre.

Las ovejas se alimentan del pastor. ¡Las ovejas se comen a su pastor!

El pastor actúa por amor, un amor que respalda el Padre: «Por eso me ama mi Padre porque entrego mi vida… Nadie me la quita, la doy libremente porque tengo poder para entregarla y para recuperarla».

Jesús añade: «Conozco a mis ovejas y las mías me conocen».

Qué maravilla. Es conocimiento personal e íntimo entre el pastor y cada oveja.

Tan grande es el amor entre Jesús, pastor, y cada oveja, que recuerda el amor y conocimiento que hay en la Trinidad Santa, entre el Padre y el Hijo: «Igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre».

Si es un privilegio que Jesús nos conozca, otro no menor es que las ovejas podamos conocer al Pastor seguras de que no vamos a ir a la muerte sino a la resurrección.

Aquí no es el pastor quien mata a las ovejas, sino que el Pastor da la vida por ellas.

No es, pues, un buen pastor sino un súper pastor.

Todavía más.

Frente a todas las divisiones, que surgen en el rebaño, el Pastor no se rinde: quiere unir a sus ovejas: «Y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor».

Por eso Jesús es el Buen Pastor, como Él mismo se ha llamado, pero entendiendo cómo actúa su divinidad («Yo soy») para conducirnos a la felicidad eterna.

Jesús, Buen Pastor que te encarnaste para darnos a comer tu divinidad y tu humanidad en la Eucaristía, ayúdanos a vivir de ti y que, alimentados con tu amor, encontremos la salvación para nosotros mismos y para tantos que lo necesitan.

Queremos que el mundo entero sea una gran mesa redonda donde no falte «el pan nuestro de cada día» y en la que cada uno de nosotros, acompañado personalmente por ti, podamos comer la Eucaristía.

Jesús, Buen Pastor, te pedimos para tu Iglesia pastores (sacerdotes, obispos y papas) según tu corazón, que se dejen comer por la humanidad que está hambrienta y sedienta y que no puede saciarse con nada que no seas tú.

Danos hoy pastores santos para tu Iglesia.

José Ignacio Alemany Grau, obispo