Homilía del Domingo XX del Tiempo Ordinario: Si quieres aprender a pedir

Siempre buscamos cómo pedir mejor para “sacarle las cosas” a Dios.

Pero Dios es tan “Padre” que una sencilla cananea nos enseña a llegar a Él, a importunarle, a humillarnos y… a conseguir lo que deseamos.

Y todo por ser “madre” y tener fe.

  1. Isaías

La restauración de Israel será maravillosa, porque el pueblo verá cómo todos santificarán el sábado y el templo de Israel será la casa de todos.

También de los eunucos y forasteros que quieran cumplir el culto del Señor: “porque mi casa es casa de oración”.

Es interesante que estas palabras de Isaías las cita San Mateo en el tan conocido versículo 13 del capítulo 21, con una añadidura de Jeremías 7,11 que dice:

“¿Creéis que es una cueva de bandidos este templo dedicado a mi nombre?”

  • Salmo 66

Es un salmo de acción de gracias con tres ideas principales:

+ Todo don viene de Dios.

+ Todos los pueblos tienen que agradecer a Dios.

+ La tierra ha dado su fruto.

En cuanto a esta tierra que para el salmista es el terreno que da cosechas, los Santos Padres la aplicaban a la fecundidad de María que nos dio al Salvador como el fruto más hermoso de esta tierra.

  • San Pablo

El apóstol nos muestra, una vez más, el amor a sus compatriotas judíos que han rechazado a Jesús, pero un día volverán a la fe en su Reino. ¿Por qué?

El argumento es bello pero no fácil de entender:

Los judíos rechazaron el Evangelio y su pecado dio fruto porque los paganos fueron llamados al Evangelio y se convirtieron.

Pero un día volverán los judíos y se convertirán.

Todo esto lo hace Pablo bajo la imagen de una planta cuya raíz es Dios.

Los judíos se desgajaron, los paganos se injertaron, pero, aunque sea contra lo natural, el apóstol confía en que un día los judíos serán reimplantados.

  • Verso aleluyático

Los milagros que hacía Jesús los empleaba para evangelizar y convertir los corazones:

“Jesús proclamaba el Evangelio del Reino curando las dolencias del pueblo”.

  • Evangelio

Una mujer valiente sale del país de Tiro y de Sidón y busca desesperadamente a Jesús.

Ama a su hija y no soporta que sufra tanto por el demonio que la tiene poseída.

Por otra parte ve que Jesús difícilmente volverá por aquellas tierras.

Lo busca a gritos hasta el punto de molestar a los apóstoles que le piden al Señor la atienda para que los deje en paz.

Jesús desentendiéndose, dice:

“Yo he venido solo para Israel”.

La mujer se echa a los pies de Jesús: “¡Socórreme!”

La humillación que le hace Jesús es grande: “No está bien echar a los perritos el pan de los hijos”.

Los exegetas advierten que Jesús dice: “perritos” en vez de perros para suavizar la ofensa con que los judíos llamaban a los extranjeros.

Pero el amor de la madre es más grande que la humillación:

“Señor, los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos”.

La mujer se ganó el Corazón de Cristo:

“¡Qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas!”

Qué bien nos vendrá, amigos, un mendrugo de la fe de esta mujer.

José Ignacio Alemany Grau, obispo