Homilía del Domingo XXIV del Tiempo Ordinario: perdonar de corazón
Entre los efectos posibles de esta pandemia pueden quedar los resentimientos y enfrentamientos fruto de estar tanto tiempo con las mismas personas.
Pero además es frecuente, entre los seres humanos, causarse voluntaria o involuntariamente muchas heridas.
Todo esto necesita del perdón.
Y es lo que nos quiere enseñar la liturgia este domingo. De todas maneras debemos tener presente también cómo Jesucristo insistió en el deber de perdonar y nos dio un ejemplo especialísimo perdonando a los que le crucificaban.
Así lo vivieron los mártires que murieron perdonando a sus asesinos.
- Eclesiástico
Se presta a una meditación profunda porque nosotros pedimos a Dios alegremente perdón de nuestros pecados, pedimos también su ayuda, su gracia y nosotros no perdonamos al prójimo:
“¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?… Perdona la ofensa a tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas”.
- Salmo 102
El salmo trata de la misericordia del Señor:
“El Señor es compasivo y misericordioso”. Él nos arropa con su bondad: “No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas”, sino que nos perdona y “aleja de nosotros nuestros delitos”.
- San Pablo
Nos invita a tomar conciencia de lo que es Jesucristo para nosotros.
Nos advierte que no somos para nosotros mismos, sino que como criaturas, pertenecemos a Dios, gracias a Jesucristo que con su vida y su muerte nos ha ganado para Dios:
“Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor”.
- Verso aleluyático
Nos recuerda la caridad fraterna tal como la pide Jesucristo en la última cena:
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado”.
- Evangelio
Es una parábola genial por la fuerza que tienen las comparaciones que pone Jesucristo entre el rey, que representa a Dios, y el empleado que representa al hombre.
Pedro preguntó a Jesús: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?”.
Y piensa que siete veces es suficiente.
Para enseñar que tenemos que perdonar siempre, Jesucristo presenta esta parábola:
Un empleado debe a su señor una cantidad fabulosa, diez mil talentos, que vienen a ser unos cien millones de denarios.
En cambio, la deuda de un compañero para con el empleado, es de cien denarios; es decir lo que corresponde al sueldo de un obrero cien días. De esta manera Jesucristo quiere que pensemos que nuestra deuda para con Dios es infinitamente superior.
Y lo que nos debemos unos a otros, los humanos, no es gran cosa en realidad.
Impresiona que las palabras del deudor a su rey sean las mismas que le dice el compañero al empleado:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
El rey movido a compasión perdona, en cambio el consiervo mete en la cárcel a su compañero hasta que le pague el último centavo.
Dios es perdón y misericordia. Si lo aceptamos en nuestra vida tenemos que aprender el perdón sin límites para con el prójimo.
Por eso terminará su parábola Jesucristo con esta enseñanza:
“Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Por eso nos enseñó en el padrenuestro: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo
Redentorista. Obispo Emérito de Chachapoyas y escritor. Cada semana comparte a ‘Perú Católico’ su Homilía dominical.