Homilía del Domingo XXV del Tiempo Ordinario: Vayamos, aunque se a última hora

Como hijos de Dios procuremos dar a conocer a Jesús para que los hombres se salven. Aunque sea a última hora, ya que Dios nos acoge siempre.

Por nuestra parte, vayamos a Jesús como buenos trabajadores que llegan a la viña felices, de sol a sol.

  1. Isaías

El profeta nos invita a todos a buscar siempre al Señor:

«Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca.

Que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes.

Que regresen al Señor y Él tendrá piedad».

El Señor mismo advierte que sus caminos no son como los caminos de los hombres:

«Vuestros caminos no son mis caminos». 

Esto sin duda nos hace recordar lo que le dirá a su tiempo Jesús a Pedro: «Tú piensas como los hombres, no piensas como Dios».

Por eso, Isaías termina diciendo:

«Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes».

  • Salmo 144

«El Señor está cerca de los que lo invocan». Invoquémosle con fe y adoración.

Y meditemos:

«El Señor es clemente y misericordioso… El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas… Cerca está el Señor de los que lo invocan sinceramente».

Al contemplar la obra de la Creación y oír que ya no hablan del «calentamiento global» sino de su «ebullición», nos damos cuenta de cómo los mismos seres humanos hemos estropeado las maravillas del Señor. A tal punto que, la tierra que es de Él, porque la modelaron sus manos para nuestro bien, se ha convertido en nuestra enemiga.

  • San Pablo

El apóstol nos habla de la lucha que vive en su corazón noble: desea irse ya con Cristo porque para él «mi vida es Cristo».

Morir para estar con Él es una ganancia. Pero su caridad es tanta al servicio del Evangelio que, si su vida en este mundo les aprovecha a los hombres, acepta quedarse.

Y termina diciendo: «Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo».

  • Verso aleluyático

Nos pide que escuchemos la Palabra de Dios con un corazón abierto y generoso para convertirnos y proclamarlo:

«Ábrenos el corazón, Señor, para que aceptemos las Palabras de tu Hijo».

  • Evangelio

Es una muy hermosa parábola que nos habla de la viña y del propietario de ella, que representa la misericordia de Dios para con todos.

El dueño, lleno de gran bondad, busca los obreros para darles trabajo en su viña y conseguir así el sueldo de un día de trabajo, que es un denario.

Va a la plaza temprano y contrata un grupo de ellos. Estos obreros están felices porque han asegurado el sueldo del día y, por tanto, el pan para su familia.

Pero el propietario es tan generoso que continúa llamando, durante todo el día, a los parados que no consiguen trabajo y también los envía a su viña.

La originalidad de este propietario es que al anochecer paga el denario a todos por igual. Y ante la incomprensión de los que trabajaron todo el día, les dice:

«¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti… ¿o vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?».

Así es la generosidad de nuestro Dios que siempre nos espera, aunque sea en la última hora de nuestra vida.

José Ignacio Alemany Grau, obispo