Homilía del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario: Creo en la vida eterna

Ya estamos hacia el fin del año litúrgico y la Iglesia, como buena madre, quiere que renovemos la fe en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, como una certeza de nuestra propia resurrección.

Él, Dios verdadero y hombre verdadero, murió para resucitar y ofrecernos la suya como una seguridad de nuestra vida eterna, después de la vida temporal.

  • Libro 2 de los Macabeos

Encontramos el ejemplo de una familia llena de auténtica fe en el Antiguo Testamento. Ante los diversos y muy atroces malos tratos y vejaciones, escuchemos las palabras que dirigen al tirano algunos de los siete hijos martirizados:

+ «¿Qué pretendes de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres».

+ «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente, pero cuando hayamos muerto por su ley, el Rey del Universo nos resucitará para una vida eterna».

+ Presentado la lengua y la mano, como le piden, dijo: «De Dios las recibí y por sus leyes las desprecio. Espero recobrarlas del mismo Dios».

+ «Vale la pena morir a mano de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida».

Maravillosa muerte la de estos siete muchachos y su madre, con una fe segura en la resurrección.

  • Salmo 16

Se trata de una súplica preciosa que podemos repetir:

«Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores… Inclina el oído y escucha mis palabras».

En un detalle hermoso de confianza supliquemos al Señor con el salmista: «Guárdame como a la niña de tus ojos. A la sombra de tus alas escóndeme».

  • San Pablo

El apóstol comienza con un deseo y petición a Dios para que consuele interiormente a los tesalonicenses y les «dé fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas».

A continuación, alaba e invita a la perseverancia a sus oyentes:

«Estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado».

Finalmente, un gran deseo también para todos nosotros:

«Que el Señor dirija vuestro corazón para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo».

  • Verso aleluyático

El Apocalipsis glorifica a Jesucristo porque «es el primogénito de entre los muertos y merece el poder y la gloria por los siglos de los siglos».

  • Evangelio

Nos presenta a los saduceos que no creían en la resurrección de los muertos y le cuentan un caso medio posible y medio ridículo:

Una mujer se casa. Muere su marido sin dejarle descendencia y, según la ley de Moisés, se casa con su hermano y le sucede lo mismo con los siete hermanos, sin tener descendencia.

La pregunta es: «¿Cuándo llegue la resurrección de cuál de ellos será la mujer?».

Jesús les advierte que en el cielo no se vive en matrimonio, sino que hombres y mujeres serán como los ángeles de Dios, por eso la Iglesia invita a los valientes, tanto mujeres como hombres, a vivir la virginidad o el celibato como adelantando, ya en este mundo, la vida de los resucitados que gozarán eternamente de la presencia de Dios.

José Ignacio Alemany Grau, obispo