Homilía del XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario: Para Dios todo es posible
La convicción de los israelitas, en tiempo de Jesús, era que las riquezas son el signo de la aceptación de Dios.
Por eso les extraña tanto lo que Jesús enseña este día.
- Libro de la Sabiduría
Enseña que la sabiduría es superior a todos los bienes. El escritor sagrado la pide en oración al Señor.
Se aprecia la sabiduría más que los bienes y las riquezas incalculables.
La riqueza de la sabiduría es superior a todas las riquezas que fustiga el evangelio de hoy.
Con la sabiduría «me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables».
- Salmo 89
El salmista pide a Dios que nos sacie de su misericordia «y toda nuestra vida será alegría».
Apoyados en esta bondad del Señor, confiamos tener un corazón sensato para aprovechar los años que Dios nos regale.
Por eso, pidamos con el salmista:
«Por la mañana sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas».
Y terminamos pidiendo:
«Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos».
- Carta a los hebreos
Destaca la importancia de la Palabra de Dios que nosotros debemos leer para conocer, practicar y enseñar a otros.
Sobre el valor de esta Palabra, se dice: «La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu».
Esta Palabra, evidentemente se refiere a Jesús, Palabra del Padre, que «juzga los deseos e intenciones del corazón».
- Verso aleluyático
Dichosos los de espíritu de pobre, es decir, aquellos que teniendo o no riquezas confían siempre en el Señor y dependen de Él en su vida. Ellos son predilectos de Dios: «Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos».
- Evangelio
En el evangelio tenemos tres momentos importantes.
+ Un joven ilusionado se acerca a Jesús preguntándole:
«¿Qué haré para heredar la vida eterna?»
Jesús responde lo que es común para todo el que quiere salvarse:
«Guarda los mandamientos».
El joven contestó con sencillez que todo lo había cumplido desde pequeño.
En ese momento Jesús le propone el camino de la perfección:
«Una cosa te falta, anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo y luego, sígueme».
Como el joven no pudo entender que la riqueza era Jesús, sintió debilidad en dejar las riquezas que tenía y se marchó triste.
+ Cuando se va el muchacho, Jesús advierte a los apóstoles:
«¡Qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!».
Y como hace una exagerada comparación que asusta a los apóstoles, ellos preguntan: «¿Entonces quién puede salvarse?».
Esta es la respuesta de Jesús:
«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».
De todas maneras, advirtamos que no está el peligro en las riquezas en sí, sino el apego a las riquezas por encima de todo.
+ Finalmente, vemos a Pedro que quiere aprovechar esta situación para sacar ventaja:
«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús lo toma en serio y responde: «Os aseguro que quien deja casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o tierras por mí y por el Evangelio recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más… Y en la vida futura, vida eterna».
Es bueno que terminemos este domingo poniendo toda nuestra confianza en Dios y con esta seguridad adquirir las riquezas necesarias, como fruto de nuestro trabajo, pero que nunca sean ellas las que dominen nuestro corazón que es solo para su Creador.
José Ignacio Alemany Grau, obispo
Redentorista. Obispo Emérito de Chachapoyas y escritor. Cada semana comparte a ‘Perú Católico’ su Homilía dominical.