Aunque la reflexión homilética que ordinariamente les ofrezco es la del domingo, he preferido, en esta ocasión, reflexionar sobre la octava de Navidad que la liturgia titula «Solemnidad de Santa María Madre de Dios»:

«Hoy brillará una luz sobre nosotros porque nos ha nacido el Señor; y es su nombre: Admirable, Dios, Príncipe de la paz, Padre perpetuo y su reino no tendrá fin».

Esa luz es la bendición del Padre sobre la humanidad que vivía en tinieblas.

Enviando a Jesús, Hijo del Padre e Hijo de María, Dios nos bendijo y nos abrió el cielo para siempre.

  • Libro de los Números

Es bueno que en este día hagamos un esfuerzo por entender este importante número (2626) que define la oración de bendición en el Catecismo de la Iglesia Católica:

«La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir, a su vez, a aquel que es la fuente de toda bendición».

Un bello ejemplo de bendición es la que el Señor pidió a Moisés como fórmula para bendecir a los israelitas:

«El Señor te bendiga y te proteja,

ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.

El Señor se fije en ti y te conceda la paz».

Después de dictar esta bendición, el Señor termina diciendo:

«Así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré».

  • Salmo 66

Se trata de un precioso salmo que nos enseña a bendecir.

Repitámoslo con fe. Bendigamos a Dios y pidamos a Él también su eficaz bendición:

«El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros… Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe».

  • San Pablo

El apóstol tiene esta preciosa enseñanza a los gálatas y, por tanto, a todos nosotros:

«Cuando se cumplió el tiempo envió Dios a su Hijo nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción».

En este plan de Dios el Espíritu Santo nos invitará a todos a que, como hijos adoptivos de Dios, repitamos frecuentemente estas palabras:

«¡Abbá, Padre!»

  • Verso aleluyático

Recoge unas palabras muy conocidas e importantes de la Carta a los hebreos que nos indican cómo Dios fue preparando a su pueblo con las enseñanzas de los profetas, pero últimamente «en esta etapa final nos ha hablado por el Hijo».

  • Evangelio

Nos presenta la piadosa costumbre de los buenos israelitas que, a los ocho días del nacimiento, llevaban al primogénito para circuncidarlo y ponerle el nombre.

En ese octavo día, José y María, en el momento de circuncidarlo, pusieron al niño el nombre de Jesús porque ambos habían oído del ángel esa preciosa palabra «Jesús» que significa: «El Señor salva».

Debemos invocar este nombre con frecuencia y agradecer a Jesús que con su vida se ha convertido en nuestro único Salvador.

En este día Jesús derrama por primera vez su sangre por nosotros. Y Santa María nos enseña a recoger los pequeños detalles de la vida para unirlos a los de Jesús y meditarlos en nuestro corazón. María es nuestro modelo porque ella «conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón».

¡Feliz año nuevo 2024, queridos lectores!

José Ignacio Alemany Grau, obispo