Perú Católico, líder en noticias.Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

En Sevilla (España), el año 1997, se creó en su honor la Universidad Pablo de Olavide mediante la Ley 3/1997. Nació en Lima un 25 de enero de 1725. Primogénito de la familia del hidalgo navarro Martín de Olavide-contador mayor del Tribunal de Cuentas de Lima- y María Ana de Jáuregui. Fue bautizado en la parroquia El Sagrario el 7 de mayo de 1725 con el nombre de Pablo Antonio José. Cursó estudios en el Real Colegio de San Martín regentado por los PP. Jesuitas, y en la Universidad de San Marcos de Lima, se licenció y doctoró en Teología, en el año 1740, para dos años más tarde licenciarse también en Derecho Civil. Su carrera académica culminó en 1742 con la obtención de una cátedra de teología en dicha universidad. Al poco tiempo, inició su carrera judicial, que le llevó, en 1745, a ocupar el puesto de asesor del Tribunal del Consulado y oidor de la Audiencia de Lima.

Su rápida ascensión se vio de repente truncada por su actuación a raíz del terremoto de 28 de octubre de 1746, que destruyó casi por completo la ciudad de Lima, y que fue la causa de la muerte de su padre; fue nombrado por el propio virrey Manso de Velasco administrador de los bienes de los fallecidos, especialmente de las obras pías venidas al suelo por el sismo, pero fue acusado de ocultación de la herencia paterna y de malversación de caudales; de haber tomado dinero para obra impía, como la construcción del primer teatro de Lima, lo que provocó su caída dentro de la administración colonial. Olavide marchó hacia España, en 1750, para justificar su conducta ante las autoridades del Consejo de Indias.

En el año 1754 fue encarcelado y se confiscaron todos sus bienes, pero poco después pudo conseguir la libertad bajo fianza. Una vez libre de todo cargo, se casó con Isabel de los Ríos, rica viuda que le donó toda su fortuna. Gracias a este matrimonio de conveniencia, pudo empezar a recuperar su deteriorada posición social y saldar sus cuentas con la justicia, mediante el pago de una multa y una breve inhabilitación para desempeñar cargos públicos, llegando a convertirse en el favorito del Conde de Aranda, siendo en Sevilla, una especie de asistente general o semi virrey. Su actuación más sobresaliente la realizó al frente de la colonización de Sierra Morena, proyecto del que fue su máximo impulsor y valedor; así, en 1771, había logrado fundar más de cuarenta nuevos núcleos de población y colonizar una gran extensión de tierras baldías. Sus elegancias de limeño manirroto, su teatro particular en Sevilla, su ruidosa condena inquisitorial en 1778, su fuga a Francia donde gozó de la amistad de Voltaire, la Academia Francesa lo acoge y lo declara ciudadano adoptivo de la república francesa; por último, su conversión final al catolicismo, lo hacen un peruano universal.

Fruto de su nuevo estado religioso, publicó en 1797, en la ciudad de Valencia y de forma anónima, el libro El Evangelio en triunfo o la historia de un filósofo desengañado obra que alcanzó un éxito fulgurante, lo que sirvió para facilitar su regreso a España, a la vez que se le rehabilitaba públicamente y se le concedía una pensión vitalicia. Estableció su residencia en Baeza, donde llevó en sus últimos años una vida completamente al margen de la política y de la vida social y donde murió en la paz del Señor el 25 de febrero del año 1803.

Fruto de su vuelta al catolicismo son sus fervorosos escritos como este poema titulado “Magníficat” para el  que redacta esta sentida introducción:

Cuando la Virgen María fue a ver a su prima Isabel entonó este dulcísimo cántico, que salió de su corazón inflamado de amor, y que debe servirnos de modelo para glorificar al Señor por la elección que hizo de ésta, la mejor de sus criaturas, y agradecerle los beneficios que le debemos.

Glorifica al Señor el alma mía, y gracias le tributa humildemente por el bien que me envía, que es obra de su mano omnipotente. Mi espíritu rebosa de alegría, transportado de amor, lleno de gozo adora reverente a mi Dios, salvador y poderoso, la gloria es suya, la ventura mía.

Echó sus ojos con piedad benigna sobre su indigna esclava, que hasta de ser su esclava es muy indigna. Por esto mi humildad tierna le alaba y ya de aquí adelante las Naciones, y en todos tiempos las generaciones, al verme en dignidad tan elevada, han de llamarme Bienaventurada.

Porque hizo en mí el inmenso omnipotente cosas que propias son de su grandeza, a la gloria más alta y excelente se dignó de elevar a mi bajeza, y su nombre por tanto será siempre bendito, siempre santo.

Su gran misericordia deseosa de emplearse en los hombres dignamente, y antes con nuestros padres tan piadosa, pasa de pueblo en pueblo, y gente en gente, con los que temerosos viven de no ofenderle cuidadosos.

De su brazo la fuerza inexpugnable a los suyos sostuvo vigoroso; pero a sus enemigos formidable los aterra, y confunde victorioso, su alejaba siempre cierta a los soberbios hiere y desconcierta.

Al potente Monarca, que arrogante excelso trono ocupa y alto asiento, lo hizo precipitar en un instante, con solo un soplo de divino aliento, y al humilde que estima, a la altura mayor presto sublima.

Al infeliz que pobre y desdichado sufrió de hambre y miseria los horrores, de magníficos bienes ha colmado, y al rico que lozano en sus verdores ha vivido opulento deja en un punto mísero y hambriento.

Ya también Israel ha recibido el niño en que su bien está cifrado, porque el Señor benévolo lo ha oído, de su misericordia se ha acordado, y ya en fin por mi medio le envía en este niño su remedio.

Este niño precioso y anhelado a nuestro Padre Abraham fue prometido, y después la promesa ha renovado a otros, que de su sangre han descendido; llegó el tiempo dichoso, y soy el instrumento venturoso.

Foto del autor de esta sección y de este artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito.

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