¿Karol G. o Jesús?, por P. Byron Cadmen

Hace un par de semanas tuve un retiro espiritual con adolescentes-jóvenes de la parroquia. En la noche les propuse conversar sobre nuestros intereses, gustos, cosas tales como películas, música, profesiones, entre otras. La conversación se focalizó en hablar sobre la música. Entonces les indiqué que juntos analizaríamos las letras de las canciones de sus artistas favoritos. Yo estaba segurísimo que allí se abriría un campo extenso para hablar sobre la dignidad de la persona humana, la moral, la fe y más. Lo interesante fue que casi todos coincidíamos en que son muy desagradables las letras cuando se las lee y analiza delante de Dios.
Algo que nos sorprendió a todos fue la negativa de una pequeña. Le pondré para este escrito el nombre de Lucía: doce años de edad; del campo; siempre en Misa; una niña como cualquier otra; quizá la menor de entre los que estábamos reunidos. Lucía no me quería decir cuál era su cantante favorito y la canción, hasta que después de convencerla que lo diga al final, cuando ya todos hayan participado, accedió. Llegó su turno y dijo: «Karol G., la bichota». Por mi trabajo con los jóvenes conocía a esta cantante y cómo influye en los jóvenes.
Le dije a Lucía: «¿qué canción analizamos?», a lo que ella respondió: «bichota». (Sucede que a Karol G. le dicen bichota porque la canción con ese nombre le dio muchísima fama.) Y comenzamos a leerla.
A continuación transcribo solo las primeras líneas que leímos, pues fue suficiente: Salgo acicala’ de pie’ a tope, Porque puede ser que con el culo mío te tope’, tope’, Me siento bichota sin salir del bloque, To’ me quieren partir y no tienen con qué, Roncan, pero no pueden con mi pum-pum, con mi pum-pum.
Lucía estaba sorprendida y confundida puesto que todos teníamos muy en claro que es una letra totalmente vulgar y sexual. Le dije: «¿quieres seguir siendo fan de esta cantante?», a lo que ella respondió: «¡Sí!» En ese momento me di cuenta que ella no iba a entender con más argumentos. Estaba cerrada. Solo le dije: «Piensa en Dios y decide si quieres seguir a esta mujer o a Jesús». Les dije a los demás chicos que ya estuvo bien y que nos iríamos a ver la película que correspondía para esa noche. A propósito elegí la película O todo o nada de una religiosa que murió en olor a santidad, la cual había dejado fama y dinero para entregarse solo a Dios. Lucía estaba muy pendiente y la notaba reflexiva. Terminó la película, oramos y cada quien regresó a su casa.
La gran sorpresa fue que al día siguiente se me acercó y me dijo: «ya no voy a escuchar a Karol G.» Yo no le pregunté por qué o algo parecido, solo le dije: «Dios es primero, los demás no». Me sentí muy contento por ella.
Actualmente nos encontramos con una generación de niños y jóvenes que se presentan invencibles frente a los montones de argumentos que les podamos presentar. Si has llegado hasta aquí, querido lector, mi consejo con toda esta historia es el siguiente: El arte de conducir a la juventud hasta Dios no es presentando las mejores razones, sino invitando a que ella misma razone delante de Dios. Esto cambia, definitivamente, la forma de asumir la fe, puesto que ella encuentra su camino personal para llegar a Dios, y no el que nosotros queremos imponerle. Ya lo decía una vez «el Diablo a su sobrino» en una obra literaria: No busques hacer que el joven tenga pensamientos malos, porque esos son claramente erróneos e intentará rechazarlos, sino, más bien, busca que la forma en que llegue a ese pensamiento sea errónea, para que al pensarlo piense que está bien sin advertir la maldad.
Lucía pensaba que ser fan de Karol G. estaba bien, porque se la veía feliz y hermosa. Nunca antes había pensado correctamente sobre ella. Ahora ella es «fan» de Jesús.
Por P. Byron Cadmen

Medio de comunicación digital líder en informaciones. 12 años evangelizando con las buenas noticias.