“La Familia” en tiempos de pandemia y pospandemia

Muchos de nosotros hemos experimentado o estamos experimentando dentro de nuestras familias o de familiares o amigos, el dolor y tristeza de ver postrados en las camas de los hospitales a alguna persona cercana a nuestro entorno, o de haber sufrido la pérdida irreparable de un ser querido víctimas de la pandemia de la mortal enfermedad del Covid-19.

Asimismo, para evitar la propagación y contagio de esta mortal enfermedad, el gobierno peruano lamentablemente tuvo que decretar el confinamiento y aislamiento social total a la mayoría de personas en sus hogares en los primeros meses de su transmisión.

Como consecuencia de todo aquello, en las familias se produjeron situaciones de incertidumbre, tribulaciones y desesperación que afectaron gravemente en algunos de los casos a la personalidad, carácter y sicología de las personas, a tal punto, que por estas situaciones no vividas con anterioridad, se presentaran procesos de depresión profundas que los movió a replantearse sus vidas y así poder seguir adelante enfrentando sus propias crisis, algunas perdiendo la fe y esperanza en Dios, y muchas otras por el contrario, a renovar y acrecentar su fe en Dios : “pérdida de un ser querido sin poder enterrarlo adecuadamente y sobre todo, sin los Sacramentos del perdón y Eucaristía; negocios y empresas que tuvieron que cerrar ocasionando pérdidas económicas apreciables; pérdidas de empleo y escasez de alimentos e insumos de primera necesidad para el hogar; etc”. (cf Job 1).

Como punto importante, las Iglesias y Templos también tuvieron que cerrar sus puertas impidiendo con esto que muchos católicos no pudiésemos asistir a las Misas Dominicales y así poder acceder a la Eucaristía para alimentarnos con la Sagrada Comunión, la cual nos proporciona la fe y fuerzas necesarias para continuar con nuestras vidas a pesar de todas estas dificultades adversas, “la Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana”  (LG 11).

Los Sacerdotes y Obispos al frente de nuestra Iglesia Católica así como de muchos Laicos, jóvenes y adultos, tomaron la iniciativa de llevarles a las diferentes realidades de las familias la “Esperanza” de que “Dios nunca nos abandonará” (cf Gen 28, 15), mediante el acompañamiento cercano de escucha y solidaridad, llevándoles la Palabra de Dios hecho testimonio de vida a sus hogares o camas de los hospitales, así como, de donarles alimentos y vituallas ante situaciones tan críticas de necesidad.

Esta pandemia nos ha enseñado a disfrutar de momentos alegres en familia y la oportunidad de poder estar “todos juntos en armonía” (cf 1 Cor 1, 10), ya que en muchos de los casos las familias no los podían tener producto de la vorágine de las labores propias del trabajo, del estudio, de los quehaceres del hogar, uniendo generaciones que se encontraban distanciadas; a convivir con la muerte y comprender que la vida y la muerte van de la mano de manera inevitable; a que debemos ser más solidarios con las personas que nos necesitan y que esperan ser escuchadas y atendidas; también, a que la gente adulta se ha visto en la necesidad de aprender a manejar mucho mejor los dispositivos electrónicos, llámense celulares, computadores, etc., así como, de las diferentes redes sociales o plataformas de comunicación como Zoom; al de estar más prevenidos con nuestros ahorros.

Aprovechemos este tiempo de enseñanza para aprender a reinventarnos si la situación así lo amerita; a convivir con la muerte (“Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor : tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor” (Rm 14, 8) ; a mirar a nuestro prójimo con “otros ojos”, el de la Caridad (cf Jn 13, 34-35); a procurar estar siempre en la “Gracia de Dios” (Parábola de las 10 jóvenes – Mt 25, 1-13), cambiando muchas de las cosas negativas y actitudes que realizamos a diario con nosotros mismos, con nuestros familiares o amigos; y por último, a creer y poner nuestra total fe y confianza en “Dios que siempre camina y caminará a nuestro lado”, teniendo la certeza de que “nunca nos abandonará como Él mismo lo prometió antes de su Ascensión a los Cielos para volver a su Padre” (cf Mt 28, 20).   

Por Edith y Hugo García