Las ’26 críticas’ más usuales a los sacerdotes

Si el sacerdote habla más de diez minutos es aburrido.

Si el sacerdote habla poco, le falta ciencia y cultura.

Si habla alto, grita mucho.

Si habla bajo, no se oye nada y el estéreo es pésimo.

Si atiende a personas con calma, olvida quién espera o peor aún está coqueteando.

Si es breve, no importa los problemas de su pueblo.

Si comienza la Misa en el momento adecuado, obliga a todos a correr.

Si no empieza, nunca hay horario.

Si es joven no tiene experiencia.

Si es viejo, ya debería haberse jubilado.

Si habla de pecado y confesión, es un anticuado.

Si no habla, es un cura sin fe y sin doctrina.

Si requiere preparación para los sacramentos, debería ser más comprensivo.

Si no lo exige, es un deja-correr, que no le importa la formación.

Si usa sotana, todavía está en el Concilio de Trento. Si no lo usa, tiene miedo de parecer ser sacerdote.

Si manda tocar la campana los domingos, estorba el descanso de todos.

Si no manda, terminó con una costumbre tan hermosa… Se compra cosas para la parroquia y hace reformas: es dinero, luxento y derrochador.

Si no compra ni reforma nada, es un perezoso y está dejando que todo se termine.

Si no les presta atención es amargado y odia a nuestros hijos.

Si ríe es un payaso, no tiene seriedad ni gravedad.

Si no se ríe es ceño y está mal con la vida.

Si dinamiza la liturgia, nadie entiende más la misa que ya es teatro.

Si no dinamiza, las misas están muertas y alejan a los jóvenes.

Si se transfiere, qué pena! Era un buen trabajador…

Si viene un reemplazo, ahora sí, lo que se fue no hizo nada.

Si muere, era el mejor sacerdote del mundo. Un mes después de su fallecimiento: Que falta nos hace este sacerdote, era un santo hombre! No los juzgues, hay alguien que todo lo ve y juzga mejor.

¡OREMOS! por todos los sacerdotes del mundo y por todos aquellos que han renunciado, para que sigan fieles al llamado de Dios.”