Papa Francisco se impresiona ante Sábana Santa

El Papa Francisco rezó este domingo en intenso silencio ante la Sábana Santa, custodiada en la catedral de Turín, y celebró la misa en la gran plaza del centro de la capital del Piamonte, la tierra de sus abuelos paternos y su padre, «y de la que yo soy nieto», según declaró al final de la ceremonia.

En la homilía, el Santo Padre afirmó que «la Sábana Santa atrae hacia el rostro y el cuerpo martirizado de Jesús y, al mismo tiempo, hacia el rostro de cada persona que sufre o es perseguida injustamente».

El Papa estaba impresionado por su visita al lienzo considerado el sudario de Jesús, sobre el que había reflexionado extensamente en el 2013 cuando autorizó la primera ostensión televisiva de la historia.

Aunque la Iglesia nunca ha declarado oficialmente que la Sábana Santa sea el verdadero sudario de Jesús y por lo tanto la reliquia más valiosa en todo el mundo, la veneración a lo largo de los siglos habla por sí sola, lo mismo que los comentarios personales de Juan Pablo II y Benedicto XVI.

En esa misma línea, el Papa Francisco afirmó en 2013 de modo muy claro que acercarse a la Sábana Santa «no es tan solo observar, sino venerar, es una mirada de plegaria. Diré aún más: es un dejarse mirar. Este Rostro tiene los ojos cerrados, es el rostro de un difunto y, sin embargo, nos mira de un modo misterioso y nos habla en el silencio».

Por eso, Francisco, en la catedral, prefirió no decir nada. Tan solo «dejarse mirar» y «escuchar», mientras permanecía en silencio.

Rechazar la «idolatría del dinero»
El Papa, que es muy madrugador, había llegado a Turín a las ocho de la mañana y media hora después mantuvo un encuentro con trabajadores, empresarios y otros representantes del mundo del trabajo.

Aparte de abordar los problemas de la crisis económica y el desempleo, el Santo Padre se refirió con palabras duras al problema más urgente en términos de humanidad.

Reconoció que los inmigrantes extranjeros aumentan la competencia por algunos empleos, pero refiriéndose tanto a ellos como a los refugiados, afirmó con fuerza que «no hay que culpabilizarlos, pues son víctimas de la maldad, de esta economía que produce desechos, y de las guerras».

«¡Hace llorar ver el espectáculo de estos días, en que los seres humanos son tratados como mercancías!», añadió.

El Papa invitó a rechazar «la idolatría del dinero», que desecha fríamente las personas más débiles, y a volver a invertir en la formación profesional para salir de la crisis. Al mismo tiempo urgió a «decir ‘no’ a la corrupción, tan difundida que parece ya una actitud natural. Decir ‘no’, con los hechos, a las connivencias con las mafias, a las estafas y a los sobornos».

En la homilía de la misa, Francisco se dirigió a los fieles como «queridos hermanos y hermanas turineses y piamonteses», e incluso leyó un poema que canta dos de sus virtudes –la honradez y la laboriosidad-, y un rasgo de su manera de ser: «hablan poco, pero saben lo que dicen».

El Santo Padre almorzó en el arzobispado con algunos jóvenes que cumplen condena en la cárcel de menores «Ferrante-Aporti», varios inmigrantes y personas sin techo, y una familia gitana.

Su programa en Turín incluye, por la tarde, encuentros con la familia salesiana, que celebra el bicentenario del nacimiento de San Juan Bosco, un encuentro con enfermos y, otro, al caer la tarde, con los jóvenes en la plaza central de Turín.