¿Qué hay detrás de los abusos sexuales?

En los últimos años hemos vivido en la Iglesia Católica una situación muy grave: la inconducta sexual de algunos de sus miembros (clérigos, religiosos y laicos) en sus varias formas: ruptura con la castidad en el matrimonio, desobediencia al compromiso del celibato religioso y sacerdotal, actos de homosexualidad y la terrible lacra del abuso sexual de niños y jóvenes menores, llamado pedofilia o pederastia. 

I. Introducción

En los últimos años hemos vivido en la Iglesia Católica una situación muy grave: la inconducta sexual de algunos de sus miembros (clérigos, religiosos y laicos) en sus varias formas: ruptura con la castidad en el matrimonio, desobediencia al compromiso del celibato religioso y sacerdotal, actos de homosexualidad y la terrible lacra del abuso sexual de niños y jóvenes menores, llamado pedofilia o pederastia. En cuanto a este último mal, el dolor y el cuestionamiento por ello es grandísimo; primero por los afectados, especialmente cuando son niños y jóvenes inocentes (y las lógicas consecuencias en sus familias); también por quienes perpetraron estos actos inhumanos sobre todo cuando tenían la responsabilidad de velar por ellos; a su vez es cuestionante por los que taparon estos hechos y con su silencio apañaron y empeoraron las situaciones; no es menor el daño hecho a la Iglesia que ha quedado desprestigiada no pocas veces. Y en general por el mal cometido que aumenta el caudal de mal en la humanidad. Todo esto nos cuestiona ¿Cómo es posible llegar tan lejos en la degradación del mal?

Después de un tiempo de oración, meditación y conversaciones he llegado a ciertas conclusiones (siempre imperfectas), que me han ayudado a ver un poco más hondamente el asunto que a veces lo dejamos solo en el plano del hecho mismo y las denuncias. Creo que lo que estamos viviendo es algo que no tiene solo una explicación humana, ya que como decía San Pablo «nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio». Si esto es cierto, entonces ¿Por qué se ha ocurrido este fenómeno tan terrible? ¿Hay algo más detrás de ello?

II. Análisis de la situación

Veamos un breve panorama acerca de la inconducta sexual y sus repercusiones. Primero repasemos a los implicados en estos casos, que suelen ser el que comete la inconducta sexual (ya sea en infidelidad matrimonial o a compromisos religiosos, así como el que comete actos homosexuales y también el que abusa sexualmente de un menor); sus cómplices (si los hay), y si es el caso, quien haya blindado la situación.

Ahora miremos la valoración que se le da a estos actos: con la infidelidad matrimonial se es blando y permisivo cuando es oculta; con la homosexualidad casi estamos llegando a un escenario donde no aceptarla es signo de maldad; con las infidelidades en materia sexual por parte de religiosos hay siempre un morbo por ponerlas en cartelera y de paso denunciar el celibato como causante de todo mal. Y con la pedofilia hay una condena casi unánime, pero un muy distinto proceder. Si es alguien de la Iglesia Católica encontramos un afán de perseguir el asunto, mostrarlo a todos y querer señalar que se trata de algo extendido dentro de la Iglesia; si el agresor es alguien no eclesial, el trato es hasta por momentos de indiferencia.

Finalmente en cuanto a la respuesta que se busca dar, ésta es diversa. Centrémonos solo en el abuso sexual: algunos se quedan en el mero análisis y denuncia buscando culpables a quienes linchar, y punto. Otros dan un paso más tratando de ayudar a la víctima de alguna manera superficial. Y a veces otro grupo más comprometido busca ayudar profundamente y de modo integral al agredido y al agresor.

III. Abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia católica

Enfoquémonos ahora en estos casos. Se trata de algo terrible y sin justificación, como lo ha dicho la Iglesia con claridad en varias oportunidades, convirtiéndose así en la institución que más ha hecho por enfrentar estos problemas con sinceridad y seriedad. Sin embargo se ha creado la imagen de una Iglesia corrompida, llena de abusadores de menores, y que además tiene un sistema para encubrir estos casos y defender a los culpables. Estas acusaciones tan serias ¿Tienen valor? El problema es complejo y no puede abordarse desde una respuesta unívoca; ensayemos algunos posibles caminos hacia la respuesta.

Primero hay que entender que la Iglesia Católica es Santa por su Fundador (Jesucristo) y pecadora por sus miembros (nosotros). Ella viene de Dios, y su continuidad y fidelidad está garantizada por el Espíritu Santo. Durante los dos mil años de su existencia ha mostrado infinidad de actos de bondad, aunque también se han dado dentro de ella no pocos actos condenables. Sin embargo, a pesar de ello y de haber sido perseguida como ninguna otra institución humana en la historia, la Iglesia sigue allí, viva, real, presente, continuada en una lista ininterrumpida de Pontífices y haciendo el bien el día de hoy. Esto lleva a preguntarse ¿Cómo es posible que siga de pie después de todo lo que ha pasado? La respuesta es sencilla: porque es de Dios y Dios la sostiene.

En segundo lugar hay que reconocer y aceptar que sí hubo casos terribles al respecto, y que no fueron pocos. Lo dramático de ello no solo es el terrible mal hecho a niños y jóvenes indefensos, sino que fuese cometido por quienes supuestamente debían ser sus educadores en la verdad y la fe. En eso reside una gran parte de lo inexplicable, en que los predicadores del bien cometieron el mal y le fallaron a estos menores traicionándolos. Es como afirmar: «Si yo no sé sumar, está mal; pero si un profesor de matemática no lo sabe, es nefasto».

Frente a esta situación no pocos reaccionaron incorrectamente haciendo una cacería de brujas con la Iglesia Católica. Y usando la falacia (error lógico) llamada de generalización (sacar una conclusión común de un hecho aislado), se hizo creer que la Iglesia en general estaba poblada por abusadores sexuales de menores y era por ende una institución peligrosa: si unos pocos habían cometido estos males, entonces todos son iguales. Pero esta falacia no podía durar mucho tiempo, entonces se empezaron a exagerar la cifras y a acusar sin fundamentos. La idea era la misma: desprestigiar a la Iglesia; y aquí se sumaron no pocos grupos que por sus posturas anti vida o promotoras de lo inmoral encontraban un espacio para quitar de en medio a quien siempre los corregía. Se usó con la Iglesia una campaña orquestada mezclando en las noticias, verdades con mentiras, calumnias y difamaciones que buscaban crear una leyenda negra: «Miente, miente, que algo queda».

IV. Grupos humanos

¿Cómo ha buscado la Iglesia enfrentar esta calamidad? Desde la verdad. Sin embargo creo que hay varios elementos a tomar en cuenta llegar a esta verdad, ya que un análisis parcial llevaría a una respuesta inexacta que no de alivio y consuelo auténtico. Pienso que hay tres grupos humanos en juego al momento de buscar la verdad: las víctimas, los victimarios y los apañadores.

En cuanto a las víctimas, creo que hay de tres tipos. Primero y ante todo, el afectado, especialmente cuando es menor. Este inocente es traicionado y maltratado no solo físicamente sino integralmente; las heridas causadas son graves y pueden acompañar mucho tiempo, por lo que la respuesta debe ser muy fuerte, y ésta es Jesucristo, el único que cura, ofrece nuevas oportunidades y lleva al perdón, ya que la víctima no podrá curar su dolor si es que también en el proceso no perdona. Parece injusto, y desde una lógica humana lo es, pero desde una lógica evangélica es indispensable, si uno quiere acercarse al amor para sanar las heridas, pasar por el perdón. Traigo aquí una reflexión del Papa Benedicto XVI al respecto de los abusos sexuales de miembros de la Iglesia Católica en Irlanda: «Habéis sufrido inmensamente y eso me apesadumbra en verdad. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y vuestra dignidad ha sido violada. Muchos habéis experimentado que cuando teníais el valor suficiente para hablar de lo que os había pasado, nadie quería escucharos. Los que habéis sufrido abusos en los internados debéis haber sentido que no había manera de escapar de vuestros sufrimientos. Es comprensible que os resulte difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos. Al mismo tiempo, os pido que no perdáis la esperanza. En la comunión con la Iglesia es donde nos encontramos con la persona de Jesucristo, que fue él mismo víctima de la injusticia y del pecado. Como vosotros, aún lleva las heridas de su sufrimiento injusto».

Quisiera hablar de una segunda víctima: el acusado injustamente. Ya sea por maldad (con falsedades), ya sea por suposición (sin fundamentos), o ya sea por especulación (cuando se cree que determinada conducta era señal de estar ante un pedófilo). Es importante saber que una vez quitada la fama, sobre todo públicamente, restituirla (que es una obligación) se convierte en una tarea muy difícil, especialmente en casos donde lo que este a en juego es algo tan delicado como la pedofilia. Si un sacerdote acusado injustamente de pedofilia prueba en un juicio su inocencia ¿Recupera la credibilidad? Un padre de familia ¿Quedará tranquilo que su hijo esté con ese sacerdote o igual le quedará alguna sospecha? No son pocos los miembros de la Iglesia que han sufrido difamaciones, haciéndose así sospechosos o acusados injustamente de abusos sexuales a menores, sin que ello sea verdad; a veces por maldad, pero otras por ligereza en acusar sin pruebas o con suposiciones. Tenemos por ejemplo el reciente caso del Obispo John Nienstedt de Minneapolis (Estado Unidos), que fue acusado injustamente por un joven que afirmó haber sido tocado indebidamente en medio de una foto con diez jóvenes más; lo acusaron sin más prueba que este dato y luego de una investigación minuciosa concluyeron que era falso, pero la fama de este Obispo fue tirada al piso.

Lo dicho lleva a un cuestionamiento, especialmente a los medios de comunicación ¿Por qué debe hacerse tan público un hecho así? ¿Qué gana la víctima (más aún si es niño) y de qué sirve a la condena? Claro que la decisión de hacer público algo no siempre es fácil y a veces es importante por el bien común, pero la línea es muy delgada y el daño que no pocas veces se ha cometido por publicar este tipo de historias es grande para ambas partes: el agredido y el agresor. Si por ejemplo yo le robé algo a otro ¿Por qué lo tienen que saber todos? Si me he vuelto públicamente un malhechor, pues bien, todos pueden saberlo, pero si es algo privado, nada se gana, mas que la malsana curiosidad en publicarlo. A veces en este sentido se confunde hacer justicia con hacer público algo, y no es así, pues la justicia puede llegar sin que el delito se haga público mas que a las partes interesadas. Es curioso además ver cómo en Estados Unidos hubo abogados que se especializaron en defender a víctimas que sufrieron pedofilia y abusos sexuales por miembros de la Iglesia Católica, lo cual generó en ellos una ganancia enorme en términos económicos; pero lo más curioso es que la mayoría de casos se reportaron y denunciaron recientemente en la época del dos mil en adelante, saliendo a la luz múltiples casos que databan hasta de cuarenta años antes. Como si las víctimas o supuestas víctimas se hubiesen puesto de acuerdo para juntos presentar esta denuncias en un lapso de 5 años; en realidad se armó una estrategia mediática para generar pánico y motivar a que quien quiera denuncie, pues resultaba ser lucrativo. Tenemos por ejemplo el caso del abogado Jeff Anderson que ha ganado 60 millones de dólares por estas defensa (cobrando entre el 25 y 40% de las reparaciones), en Estados Unidos; este abogado ha llevado adelante contra la Iglesia cerca de 1,500 demandas.

Hay que tener en cuenta que «una afirmación contraria a la verdad posee una gravedad particular cuando se hace públicamente», ya que «el respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto». Esto puede darse cuando hay un juicio temerario (se afirma algo sin tener fundamentos suficientes), o maledicencia (manifestar sin causa defectos de otro a quien lo ignora), ocalumnia (el que con mentira daña la reputación de otro). Cuando se dan estas situaciones es importante recordar que «toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación, aunque su autor haya sido perdonado Este deber de reparación se refiere también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo».

Finalmente dentro de las víctimas creo que está también la Iglesia Católica como Institución, la tercera víctima. Ya sea porque sufre con sus miembros que se comportan mal, pero también porque recibe un sinnúmero de acusaciones infundadas que la llevan a quedar como una institución malvada. Frente a esto quisiera dar dos datos estadísticos. Primero decir que según estudios realizados en Estados Unidos (que tienen experiencia en el asunto), más del 90% de la pedofilia en el mundo es cometida por personas no religiosas, mayoritariamente padres de familia o algún familiar cercano, y por profesores (especialmente de gimnasia); esto como es obvio, no podría llevar nunca a generalizar el asunto descalificando a todos los padres de familia del mundo, a familiares cercanos o profesores. El 10% restante de los casos de pedofilia es llamado varios (incluyen muchos rubros), dentro del cual un porcentaje menor es llamado por religión (cerca  del 2% en el balance mundial), donde se incluye (junto a miembros de otras denominaciones religiosas) a miembros de la Iglesia Católica; ahora bien, que la cifra de actos pedófilos cometidos por miembros de la Iglesia Católica sea menor no resta preocupación y dramatismo a la situación, porque así fuese un solo caso de pedofilia en la historia de la Iglesia, eso igualmente sería dramático, avergonzante e indignante. Y es que para Jesús una sola oveja vale tanto como las 99 restantes. Afirmar entonces con exageraciones y generalizaciones que la Iglesia es perversa y creadoras de pedófilos, es un error y un perversión. Basta preguntarnos ¿En dónde la Iglesia predica eso en su doctrina, reiterada inmutablemente por más de dos mil años? El segundo dato estadístico es el del número de sacerdote pedófilos. Actualmente en la Iglesia Católica hay cerca de 450,000 sacerdotes y un número cercano a 3,000 obispos. De todos estos no llega a 2,000 los sacerdotes denunciados oficialmente y con algún tipo de seriedad en los últimos 40 años por pedofilia. Cuando hablamos de denunciados decimos que han sido acusados, pero no ha sido en todos los casos probados los supuestos delitos. Pero imaginemos que sí, hay 2,000 casos: ello arroja una cifra menor al 0,5% de los sacerdotes en el mundo acusados de pedofilia, lo cual no representan una tendencia. En ningún lugar un porcentaje tan pequeño llevaría a concluir que estamos ante algo generalizado, ya que más del 99% de casos de pedofilia en el mundo no tiene nada que ver con la Iglesia Católica

En cuanto a los victimarios, miembros de la Iglesia Católica que han cometido actos de pedofilia o abuso sexual, no hay excusa que valga: es algo atroz. Puede haber algunas explicaciones que nos ayuden a entender el por qué, pero ellas sirven de cara al futuro para tener cuidado, no para atenuar la culpa o minimizar los daños a las víctimas. Les dijo Benedicto XVI: «Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos. Habéis perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros hermanos sacerdotes o religiosos. Los que sois sacerdotes habéis violado la santidad del sacramento del Orden, en el que Cristo mismo se hace presente en nosotros y en nuestras acciones. Además del inmenso daño causado a las víctimas, se ha hecho un daño enorme a la Iglesia y a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa». Igual que a todos los pecadores la Iglesia les ofrece en Jesucristo perdón y expiación, pero siempre y cuando hay aun verdadero arrepentimiento: «Os exhorto a examinar vuestra conciencia, a asumir la responsabilidad de los pecados que habéis cometido y a expresar con humildad vuestro pesar. El arrepentimiento sincero abre la puerta al perdón de Dios y a la gracia de la verdadera enmienda. Debéis tratar de expiar personalmente vuestras acciones ofreciendo oraciones y penitencias por aquellos a quienes habéis ofendido. El sacrificio redentor de Cristo tiene el poder de perdonar incluso el más grave de los pecados y de sacar el bien incluso del más terrible de los males. Al mismo tiempo, la justicia de Dios nos pide dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada. Admitid abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia, pero no desesperéis de la misericordia de Dios. El Papa Benedicto como nadie enfrentó estos casos en el mundo, y no ha dudado de llamar a los miembros de la Iglesia Católica culpables, pecadores traidores y criminales.

Existe un tercer grupo de personas que con su complicidad (a veces fruto de la pasividad o miedo), se volvieron también victimarios en un grado diverso: se trata de los que blindaron y apañaron estos casos. De repente algunos por ignorancia de cómo actuar, falsas amistades que buscaban proteger al agresor, el no querermanchar la fama de la congregación o diócesis, o por miedo o el tener dudas. Otros por amistades (falsas amistades) o el deseo de no generar escándalos. Pero sea cual fuere la situación (que ciertamente difiere en responsabilidad y culpabilidad), es indudable que en muchos lugares existió un vacío de cómo actuar frente a estos casos y se dejó al criterio personal que, como hemos visto, en no pocas situaciones fue nefasto, no solucionando el problema ayudando a la víctima y llevando a la justicia al victimario, sino permitiendo que el victimario siguiese cometiendo los mismos crímenes. De esto se han aprovechado no pocas personas mal intencionadas para obtener de la Iglesia compensaciones económicas, haciendo del drama un escándalo con fines lucrativos y no buscando la justicia y la sanación de las víctimas; ello es también reprobable. A estos que de una u otra manera blindan con excusas a los que han abusado (ya sea con el argumento de prescripción, o miedo al escándalo, o preservar la fama de una institución u diócesis), hay que decirles que la mentira y la acomodación de la verdad para no decir todo no es el camino y que probablemente en esa defensa cerrada del victimario, la presencia siempre mentirosa de satanás no sea lejana.

En este rubro encontramos variedad de personas: sacerdotes o religiosos compañeros del victimario, superiores de congregaciones y obispos. A ellos les dijo Benedicto XVI: «No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones. Reconozco que era muy difícil captar la magnitud y la complejidad del problema, obtener información fiable y tomar decisiones adecuadas a la luz de los pareceres divergentes de los expertos. No obstante, hay que reconocer que se cometieron graves errores de juicio y hubo fallos de gobierno. Todo esto ha socavado gravemente vuestra credibilidad y eficacia. Aprecio los esfuerzos que habéis llevado a cabo para remediar los errores del pasado y para garantizar que no vuelvan a ocurrir Está claro que los superiores religiosos deben hacer lo mismo».

V. ¿Por qué se ha dado esta situación tan lamentable?

La razón última es el pecado personal, que es siempre una opción libre y consiente por el mal que nos aparta de Dios, nos hace daño a nosotros mismos y le hace daño a los demás. Los que abusaron sexualmente de personas menores y confiadas a ellos han recorrido este camino de modo cronológico: se han apartado de Dios de alguna forma, se han hecho daño a sí mismo y han expandido su situación lamentable cometiendo males con los demás. Claro que en el misterio del pecado hay grados, pero cuando uno se aleja de Dios ¿Qué freno tenemos de no caer más bajo?

Podríamos también, como ensayó el Papa Benedicto XVI en su carta a la Iglesia de Irlanda, encontrar otras razones igualmente válidas: «Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que dieron lugar a la crisis actual es posible efectuar un diagnóstico claro de sus causas y encontrar remedios eficaces. Ciertamente, entre los factores que contribuyeron a ella, podemos enumerar:  procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa; insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados; una tendencia en la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos, cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y la falta de tutela de la dignidad de cada persona». Es interesante ver por ejemplo que el estudio más serio que se ha realizado en Estado Unidos en los últimos años sobre la pedofilia en dicho país, el estudio Jenkins, arrojó que del 100% de casos de pedofilia sucedidos en la Iglesia Católica, el 90% fue motivado por una opción homosexual del victimario.

Quisiera ensayar una causal más en el diagnóstico: la presencia de satanás. Para alguien sin fe de repente este argumento sonará infantil o mitológico, pero para alguien que tiene los ojos abiertos por la fe, el asunto no será menor. Sabemos que el maligno busca alejarnos de Dios, pues «cuando el Dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la Mujer que había dado a luz al Hijo varón despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús». Por ende la lucha que llevamos a cabo en nuestra vida, como veíamos al inicio, «no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas». Pienso que lucha contra la pedofilia en el mundo y en la Iglesia Católica no es solo contra unas personas depravadas y desviadas que han cometido maldades y contra quienes han permitido o apañado esto, sino contra satanás que está directamente involucrado en los abusos sexuales sucedidos en la Iglesia Católica ¿Por qué? Desde una primera mirada es evidente el porque, ya que estos abusos generan muchísimo daño como hemos ya visto. Pero hay en satanás otro objetivo que me atrevería a decir lo busca con aún más interés: la destrucción de la Iglesia. Quiero presentar aquí tres tesis:

La primera tesis la extraigo de una definición que diera el Santo Padre Pablo VI sobre satanás; decía el Papa que «el mal que existe en el mundo es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor». Ciertamente para que haya pecado debe haber la colaboración libre y consiente de la persona, como de hecho ha sucedido con los abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia Católica, pero no podríamos explicar tamaño mal solo desde unas razones humanas. Detrás de estos terribles males hay un mal mayor, una perversión y degradación superior. Parafraseando a Pablo VI, detrás de la pedofilia hay un agente oscuro, pervertido y pervertidor.

Como segunda tesis planteo ver la intervención del mundo, entendido como ámbito de pecado. Ellos frente a este mal se han convertido en jueces sin mirar la paja en el propio ojo, y han seguido la conducta propia de satanás: la de ser el acusador. Dice el libro del Apocalipsis: «Ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios». El acusador no busca corregir, sino castigar y condenar, pues lo mueve la envidia que es la alegría por el mal ajeno. Ello se ha mostrado en las actitudes de los que se han enarbolado como jueces de estos abusos sexuales, y que tentados por satanás han buscado no la verdad, la justicia, la caridad y la reconciliación, sino el morbo de saber, el chisme, la crítica virulenta, el rencor y el odio. Ello no soluciona nada, ni para la víctima, ni para el victimario. Me parece pues que el demonio ha estado detrás de esta persecución justiciera a la Iglesia, de parte de no pocos.

Sin embargo creo que satanás deseaba algo más de fondo, y es mi tercera tesis: la destrucción de la Iglesia Católica mediante el desprestigio. Recordemos que el maligno no solo tentó a Eva sino que buscó que el mal sea difusivo y le diese el fruto a Adán. El demonio sabe que la Iglesia Católica es su máximo enemigo en esta tierra por ser el Cuerpo de Cristo, y siempre en la historia ha buscado atacarla; pero en el siglo XX planeó una estrategia diversa, la cual creo tiene su culmen en los abusos sexuales que ciertos miembros de la Iglesia Católica cometieron. La estrategia fue atacarla desde dentro y ya no desde fuera, pues como decía Tertuliano, «la sangre de los mártires fue semilla de cristianos» y las persecuciones que promovió satanás en la historia terminaron siendo lo contrario a lo que planeó. El siglo XX se caracterizó más bien por una persecución desde dentro, buscando desacreditar a la Iglesia y golpearla en sus mismos ministros, ya que como decía Santo Tomás de Aquino, «corruptio optimi pessima» (la corrupción de los mejores es lo peor). Lo vemos al inicio del siglo XX con el modernismo que llevó a gente de Iglesia a dudar de las verdades de la fe y de la veracidad de la Sagrada Escritura, dañando a muchísimas personas. También satanás atacó a la Iglesia cuando puso en duda su actuación frente al terrible mal del nazismo, desacreditando especialmente al Papa Pío XII. La mala interpretación del Concilio Vaticano II por parte de gente de Iglesia que derivó en un abandono masivo de religiosos, no fue un acto meramente humano, había detrás una presencia maligna. La crisis litúrgica que aún padecemos significó el deterioro gravemente de lo más sagrado que tenemos, y en ello ha estado presente el demonio. La teología de la liberación marxista extendida especialmente en América Latina dañó muchísimo desde dentro, en especial al sacerdocio y la vida religiosa. Finalmente, los abusos sexuales por parte de algunos miembros de la Iglesia Católica fue el culmen de esta estrategia, ya que la Iglesia terminaba siendo una institución no solo desconfiable, sino mala y terriblemente dañina para la humanidad. Buscó el demonio generar, como decía el pensador Introvigne, un pánico moral con respecto a la Iglesia Católica, llevando a cabo la inversa pero a la estrategia que los primeros evangelizadores de Europa llevaron adelante: evangelizar primero a la cabeza. Sucedió con los romanos, con los francos y otros pueblos  en los que los monjes evangelizaron al rey y los demás súbditos se convirtieron. El demonio quiso que cayeran los de arriba, los que deberían ser modelos, faros y guías, para así cayeran los demás.

Para sustentar la tesis quisiera presentar dos argumentos; primero ver la cronología de los abusos sexuales en la Iglesia Católica. Éstos han sucedido más o menos entre las décadas del 60 al 90 (más o menos 30 años). Nunca en sus dos mil años la Iglesia Católica había sufrido esta aberrante situación; de repente sucedieron durante la historia cosas aisladas fruto de pecados personales, pero una hondonada tan grande de abusos sexuales, jamás. No estamos entonces ante hechos fortuitos. Como segundo argumento quisiera que veamos el dónde han sucedido estos casos: mayoritariamente: en comunidades sanas y florecientes. La Iglesia de Estados Unidos o de Irlanda eran comunidades florecientes; varias comunidades religiosas que han sufrido esto en los años 60, eran comunidades florecientes. Y en los últimos años los casos que hemos ido encontrando curiosamente son de comunidades nuevas o nuevos movimientos religiosos, sanos y buenos en doctrina, fieles a la Iglesia y en pleno crecimiento. Es el caso de los Legionarios de Cristo (en México), de Karadima (en Chile) y algunas otras comunidades más. Uno se pregunta ¿Por qué justo surge el problema allí? ¿No será que justamente satanás quiere «corruptio optimi pessima»? Si la tesis de los que denuncian a la Iglesia como pedófila es cierta, entonces es una institución mala y merecedora de desconfianza, por lo que debería ser retirada del ámbito público. Como consecuencia los padres de familia no deberían poner a sus hijos en manos de católicos, los estados deberían perseguir a la Iglesia y no se le debería dejar trabajar con niños y jóvenes (como de hecho ya sucede en algunos países como Estados Unidos o países europeos, que desconfían de la Iglesia cual si fuese una cueva de maleantes y a la cual se persigue legalmente). El demonio entonces habría ganado alejando a la Iglesia de las personas, especialmente de los jóvenes.

Durante décadas, «como general competente que asedia un fortín, estudia el demonio los puntos flacos del hombre, a quien intenta derrocar, y lo tienta por su parte más débil». Y ha visto que desprestigiar a la Iglesia es un buen camino para lograr su meta; por eso con los abusos sexuales no solo ha querido hacer daño a niños y jóvenes católicos inocentes, o corromper a sus ministros y religiosos, sino que ha buscado por medio de las campañas difamatorias, desprestigiar a la Iglesia injustamente. Y también golpear la credibilidad de sus mismos miembros. Benedicto XVI les decía a los sacerdotes y religiosos de Irlanda: «Todos nosotros estamos sufriendo las consecuencias de los pecados de nuestros hermanos que han traicionado una obligación sagrada o no han afrontado de forma justa y responsable las denuncias de abusos. A la luz del escándalo y la indignación que estos hechos han causado, no sólo entre los fieles laicos sino también entre vosotros y en vuestras comunidades religiosas, muchos os sentís personalmente desanimados e incluso abandonados. También soy consciente de que a los ojos de algunos aparecéis tachados de culpables por asociación, y de que os consideran como si fuerais de alguna forma responsable de los delitos de los demás Sé que muchos estáis decepcionados, desconcertados e irritados por la manera en que algunos de vuestros superiores han abordado esas cuestiones». Y es que como decía José Tissot, «nuestro pérfido adversario en cuanto nos ve agobiados por el sentimiento de nuestras faltas, se lanza sobre nosotros e insinúa en nuestros corazones sentimientos de desesperación, más pesados que el plomo».

Por último quiero recordar, siguiendo aquella estrategia descrita por varios pontífices del siglo XX, que «el mayor triunfo del demonio en este siglo, es habernos hecho creer que no existe». Nos ha querido hacer creer que los abusos sexuales son un desperfecto humano y que debemos arreglarlo entre nosotros según nuestras reglas.No ver su accionar me parece sería un error grave ya que el análisis estaría recortado y no tendríamos los elementos suficientes para poner los medios proporcionados. Nuestra lucha no es pues contra un desperfecto humano, sino contra una terrible arremetida del demonio, que «ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar».

Conclusión

¿Cómo enfrentar esta situación que parece no terminar? Desde la verdad que siempre nos hace libres. Pero esta verdad debe ser buscada no desde la sola razón humana, sino desde la fe, porque «los caminos de ustedesno son mis caminos oráculo del Señor. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes». Ver las cosas desde los ojos de Dios nos lleva a realizar un juicio veraz, a encontrar los por qué de la situación y sobre todo saber la respuesta y la salida. Benedicto XVI afirmaba que «sólo una acción decidida llevada a cabo con total honradez y transparencia restablecerá el respeto y el aprecio del pueblo irlandés por la Iglesia a la que hemos consagrado nuestra vida. Debe brotar, en primer lugar, de vuestro examen de conciencia personal, de la purificación interna y de la renovación espiritual. El pueblo de Irlanda, con razón, espera que seáis hombres de Dios, que seáis santos, que viváis con sencillez y busquéis día tras día la conversión personal».

¿Qué hacer? No planteo recetas ni creo poder dar respuesta a algo tan amplio, pero si recordar la actitud de fondo que debe estar: buscar la verdad del Señor aplicada a las víctimas, a las cuales se les puede ofrecer el consuelo y el camino de la reconciliación, pues la vida no termina con el drama que viven. También la verdad del Señor en el análisis y juicio a los victimarios con los cuales hay que ser firmes, decididos y claros, pero también misericordiosos ya que Jesús murió para la salvación de todos. Igualmente toca pedirles que actúen en verdad a las autoridades y obispos, en especial cuando quieren blindar estos hechos, dañando gravemente los miembros de sus comunidades con mentiras y haciéndoles creer lo que no es, que dicho sea de paso, se va haciendo poco a poco más públicos. También la verdad del Señor al defender a la Iglesia para no caer en la tentación de los respetos humanos, la falsa tolerancia y el miedo que llevan a callar ante las agresiones y falsedades del mundo. A su vez la verdad evangélica para con los miembros de la Iglesia que han quedado perplejos y con miedo. Finalmente la verdad en cuanto a la presencia de satanás, el gran artífice de todo esto. Todo ello requiere de manera primaria e indispensable el recurso a la gracia, sin la cual no se sale del mal, se llega  al verdad y se vence al maligno. Recurrir a Dios por los sacramentos y la oración es, creo, el primera camino en esta difícil etapa.

No se trata de dar la vuelta a la página olvidando lo malo y vivir como si nada hubiera pasado, ese no es el camino de la verdad. Hay que enfrentar, hasta donde haya que llegar, con verdad, justicia y caridad, cada uno de estos hechos, sabiendo que decir la verdad no es sinónimo de hacer algo malo, sino el único camino hacia la libertad. Todo lo que no siga esta verdad, viene del demonio. Por eso, resistamos «firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos dispersos por el mundo padecen los mismos sufrimientos que ustedes»

Referencias

[1] Ef 6, 12.

[2] S.S. Benedicto XVI. Carta Pastoral a los católicos de Irlanda, Vaticano, 19 de marzo de 2010, n. 6.

[3] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2476. En adelante CEC.

[4] CEC, n. 2477.

[5] CEC, n. 2487.

[6] Un lugar donde se dieron varios de estos casos fue Estados Unidos, en donde los Obispos de la Conferencia Episcopal, el año 2004, contrataron al estudio independiente John Jay College of Criminal Justice de la Universidad de Nueva York; es el instituto más prestigioso y reconocido en los Estados Unidos en materia de criminología y perteneciente a una universidad que no es católica. Este estudio arrojó:

 

  • Que de 1950 al 2002 los sacerdotes acusados de pedofilia fueron 4392 (de un total de 109,000); de éstos el 78,2% de los casos acusados se trató de actos sexuales con adolescentes que habían superado la pubertad, lo cual no es honroso y ejemplar, pero haber mantenido relaciones sexuales con una persona de entre 16 a 18 años no es pedofilia. El resto, cerca de 958 sacerdotes acusados en el lapso de 42 años, arrojaba una cifra de 8 sacerdotes al año acusados. De éstos casos se vio que un alto porcentaje fueron acusados injustamente especialmente a partir de 1990, cuando muchos estudios legales vieron que con estas acusaciones se podía obtener dividendos. Las condenas que el estado ha dado a sacerdotes pedófilos desde el año 1950 ha sido más o menos a 54 sacersotes, es decir aproximadamente un sacerdote al año, luego de estudios minuciosos.
  • Se vio también que los casos desde 2002 al 2010 mostraron una significativa disminución.
  • El estudio vio casos del extranjero y dijo que la situación era más o menos parecida a la de Estados Unidos.

 

A los 4 años (el 2008) se realizó otro estudio importante por parte del estudio de Philip Jenkins, Pedophiilia and Piresthood (Pedofilia y Sacerocio), también en Estado Unidos. El estudios concluyó:

 

  • En primer lugar dijo que del total de casos estudiados de pedofilia en Estado Unidos, el porcentaje de participación de miembros de la Iglesia Católica era tan bajo que no entraba como estadística (se le colocaba en otros).
  • Del 100% de miembros de la Iglesia que fueron denunciados en el 2001 por supuestos abusos sexuales, un 68% se trataba de hechos sucedidos entre 1960 y 1984, y sobre todo entre 1975 y 1979. El 3 % de las denuncias hechas el 2011 (21 casos) tiene que ver con menores: 7 fueron declarados creíbles por las autoridades, 3 fueron considerados falsos y los restantes presentan diferentes tipos de dificultades.
  • El estudio mencionó que en las iglesias protestantes el promedio de estas acusaciones de abusos sexuales es 10 veces más que en la Iglesia Católica (iglesias cuyos pastores acusados no viven el celibato y más bien son casados).
  • Los mayores índices de abusadores eran miembros de la misma familia (en las mismas familias y no en escuelas) y profesores (especialmente de gimnasia).

 

En cuanto a Irlanda, otro país que también vivió esta situación, tenemos el llamado reporte Ryan en el 2009 (de la Comisión de Investigación Irlandesa, con cinco volúmenes y 2,575 páginas); concluye que de un total 25,000 alumnos de colegios religiosos, fueron presentadas 253 acusaciones de abusos a niños y 128 a niñas (1090 fueron los testimonios presentados de los que sufrieron supuestas violencia de todo tipo: sexual, física y psicológica; es decir, no se reduce el plano sexual). Se trata de acusaciones, no de juicios elaborados con sentencias y cubren los años 1914 a 2000. Después de un minucioso estudio, los casos denunciados de abusos sexual a niños por parte de religiosos fueron 23 casos de niños (la mitad se encuentran en dos de los doce centros revisados). En cuanto a niñas, se acusa a tres laicas acusadas en colegios por abusos (ninguna religiosa). En algunas escuelas algunos abusos fueron realizados no por religioso sino por visitas, personal o alumnos mayores.

[7] Se puede afirmar por ejemplo que fueron los mismos miembros de la misma Iglesia Católica mediante medios de comunicación católicos los que empezaron a tomar conciencia de estos hechos y denunciarlos, como se ve en las noticias que ya desde el año 2001 (año en que ninguna prensa hablaba seriamente de ello), hablaron de ellos noticieros católicos como CRISIS, o periodistas como Charles Sennot (en su Broken Covenant), Rod Dreher (National Review), Ralph McIncerny, Maggie Gallagher, Bill Donohue, Dr. Richard Cross, Philip Lawler, Alan Keyes y otros.

[8] La Congregación para la doctrina de la fe volvió a tener competencia en estos casos en el 2001 por medio de un motu propio. Monseñor Charles Scicluna, promotor de justicia de la Congregación, dijo: «Desde el 2001 al 2010 se han evaluado 3000 acusaciones, de los cuales “podemos decir que ‘grosso modo’ en el 60% de esos casos se trata más que nada de actos de “efebofilia”, o sea debidos a la atracción sexual por adolescentes del mismo sexo, en otro 30% de relaciones heterosexuales y en el 10% de verdaderos y auténticos actos de pedofilia, esto es, determinados por la atracción sexual hacia niños impúberes. Los casos de sacerdotes acusados de verdadera y auténtica pedofilia son, entonces, unos trescientos en nueve años… Podemos decir que en el 20% de los casos se ha celebrado un verdadero y propio proceso penal o administrativo, que normalmente ha tenido lugar en las diócesis de procedencia – siempre bajo nuestra supervisión -, y sólo muy rara vez aquí en Roma. Haciendo así se agiliza el procedimiento. En el 60% de los casos, sobre todo debido a la edad avanzada de los acusados, no hubo proceso, pero se aplicaron contra ellos medidas administrativas y disciplinarias, como la obligación de no celebrar misa con los fieles, no confesar, llevar una vida retirada y de oración. Es bueno reafirmar que en estos casos, entre los cuales hubo algunos particularmente impactantes de los que se han ocupado los medios de comunicación, no se trata de absoluciones. Ciertamente no ha habido una condena formal, pero algún motivo habrá si a una persona la obligan al silencio y a la oración… En un 10% de los casos, particularmente graves y con pruebas abrumadoras, el Santo Padre asumió la dolorosa responsabilidad de autorizar un decreto de dimisión del estado clerical. Se trata de un procedimiento gravísimo, emprendido administrativamente, pero inevitable. En el restante 10% de los casos los mismos clérigos acusados pidieron la dispensa de las obligaciones derivadas del sacerdocio, la cual fue aceptada con prontitud. Los sacerdotes implicados en estos últimos casos tenían en su poder material de pornografía pedófila, por eso fueron condenados por las autoridades civiles».

[9] S.S. Benedicto XVI. Carta Pastoral a los católicos de Irlanda, Vaticano, 19 de marzo de 2010, n. 7.

[10] S.S. Benedicto XVI. Carta Pastoral a los católicos de Irlanda, Vaticano, 19 de marzo de 2010, n. 7.

[11] S.S. Benedicto XVI. Carta Pastoral a los católicos de Irlanda, Vaticano, 19 de marzo de 2010, n. 11.

[12] S.S. Benedicto XVI. Carta Pastoral a los católicos de Irlanda, Vaticano, 19 de marzo de 2010, n. 6.

[13] Ap 12, 13.17.

[14] Ef 6, 11-12.

[15] S.S. Pablo VI.

[16] Ap 12, 10.

[17] Santo Tomás de Aquino.

[18] S.S. Benedicto XVI. Carta Pastoral a los católicos de Irlanda, Vaticano, 19 de marzo de 2010, n. 10.

[19] 1Pe 5, 8.

[20] Is 55, 8-9.

[21] S.S. Benedicto XVI. «Carta Pastoral a los católicos de Irlanda», Vaticano,  19  de  marzo de 2010.

[22] 1Pe 5, 8.

Fuente: infovaticana.com

Padre SCV Jean Pierre Teullet Márquez