Religiosas Franciscanas de la Inmaculada Concepción: Hijas de una promesa de amor y de fe

Hace más de 140 años un joven fraile huanuqueño, al borde de la muerte y probado por la enfermedad causada por los avatares de las misiones en la serranía limeña, en Sayán y de sus alrededores, apelaba a la compasión de la Madre de Dios, la Inmaculada Concepción con oraciones y súplicas.

Como buen hijo franciscano, Fray Alfonso María de la Cruz. Ofm; empatizaba con la doliente experiencia de la post guerra, corría el año de 1883. Conocía el sufrimiento que experimentaban las familias limeñas, especialmente las niñas y adolescentes, hijas de quienes dieron la vida por la patria y sobre todo de aquellas quienes ya padecían incomodidades y restricciones, y que, como suele suceder en estos casos, terminada la guerra con Chile se encontraban en peor situación que antes de ella.

Y como suele hacer el Espíritu Santo, cuando enfunde sus carismas y dones de parte de Dios; suscitó en fray Alfonso un deseo profundo y apasionado de actuar. Es así que, en medio de fiebres y dolores, promete a la Virgen bajo la advocación de nuestra Madre María Inmaculada, que si recuperaba la salud habría inmediatamente buscado los medios para sostener, promover y formar a la mujer peruana. Su recuperación fue inmediata. Era el momento de dar cumplimiento a sus promesas.

La flor de la azucena ya estaba en brote, una joven limeña, quien se desenvolvía como directora de una escuela en el Callao, la señorita Carmen Álvarez sería el instrumento idóneo para empezar el sueño de Dios y dar cumplimiento a la promesa a María Inmaculada, quien después de aceptar la propuesta de Fray Alfonso se convertiría en la Madre Clara del Corazón de María.

Este 6 de diciembre las Religiosas Franciscanas de la Inmaculada Concepción, quienes desde su fundación se dedican a la educación y obras de caridad, han renovado su compromiso ante la Iglesia y la sociedad, por las bendiciones y protección constante de Dios, de su Santísima Madre, de San Francisco y de sus fundadores. Hoy su entrega en el campo casi de constante “guerra” como lo es la educación, se extiende en las ciudades de Chiclayo, San Pedro de Lloc, Trujillo, Huaraz, Cajamarca, Lima, Chincha, Ica, Camaná, Arequipa, Moquegua, Cuzco, Huánuco, Huancayo, Jauja, Puerto Ocopa, Juanjuí, Tarapoto, Bagua y Chachapoyas. Su presencia superado fronteras y su carisma es vivido en Colombia e Italia.

Son 140 años guiados por la Madre, la Maestra del Maestro, comprometidas con la Iglesia en camino, 140 años de formar a generaciones y generaciones, de hombres y mujeres de bien, de hombres y mujeres íntegros, con una sólida formación cristiana, moral y académica.

El Perú se ha visto privilegiado por esta moción del Espíritu Santo, ahora las hijas de esta promesa deben continuar las sendas trazadas por sus fundadores, y entregar la vida en “amor y sacrificio” (Madre Clara) para sobrellevar las nuevas batallas que el mundo de la educación enfrenta y a la vez … el privilegio de formar los tiernos corazones y contribuir en una sociedad competente, empática, intercultural, inclusiva, humana, fraterna y con sentido ecológico. Estos son los desafíos venideros, pero los enfrentan seguras que serán “defendidas por ti, Oh Virgen” (Padre Alfonso).