Solemnidad de Pentecostés: Marchemos tras el Espíritu
1. Profundicemos en lo que la Iglesia nos enseña sobre el Espíritu Santo
El Espíritu Santo es la tercera Persona del único Dios, que en la única Divinidad contiene tres Personas iguales por naturaleza. La Divinidad es una pero las Personas son distintas entre sí:
+ El Padre se llama así porque da vida (engendra) al Hijo.
+ El Hijo se llama así porque es engendrado virginalmente por el Padre, solo por el Padre desde toda la eternidad. De Él recibe la vida.
+ El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, lo que quiere decir que el Padre y el Hijo se aman tanto, tan infinitamente, que de su amor procede otra Persona que es el Espíritu Santo.
El Padre nos envía al Hijo para rehacer la amistad que la desobediencia del hombre había roto y para ello el Hijo se hace hombre por obra del Espíritu Santo.
Cuando Jesús nos redime con su muerte y resurrección regresa al cielo y a ese misterio llamamos la Ascensión, porque Él asciende por su propia virtud, no lo lleva nadie.
Muchas veces Jesús habló a los oyentes, del Padre y del Espíritu Santo; y cuando se acercaba al final de su vida pidió varias veces a los apóstoles que no se fueran de Jerusalén hasta que llegara el Espíritu Santo, enviado por Él mismo y por el Padre, para completar su obra misionera.
El Espíritu Santo fue como el buen Jardinero que riega las semillas que sembró Jesucristo y con su poder infinito hizo que fructificaran y en un solo día nacieron tres mil hijos a la Iglesia que acababa de nacer del costado abierto de Cristo.
Ahora los hombres tenemos que aprovechar las enseñanzas de Jesús y ponerlas en práctica. Si lo hacemos así nos santificaremos y haremos crecer a la Iglesia de Jesús, para lo cual contamos con la Luz del Santo Espíritu.
2. La liturgia del día
Hoy la liturgia nos habla de tantas cosas bellas que hace el Espíritu Santo en los suyos.
El prefacio
La venida del Espíritu Santo lleva a plenitud el misterio de la pascua de Jesucristo, su muerte y resurrección.
Nos enseña que el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia naciente. Que Él infunde el conocimiento de Dios a todo el pueblo y que fue el mismo Espíritu quien unió en una sola fe a los pueblos que había dividido el pecado.
Hechos de los apóstoles
Nos presentan al Espíritu Santo como una fuerza interior que impulsa a anunciar el Reino.
Lo compara con el fuego que transforma y con el don de lenguas que tiene como finalidad unificar lo que dividió el pecado, simbolizado en la Torre de Babel.
San Pablo
Nos invita a vivir según el Espíritu y no según lo que nos pide la “carne”.
Qué triste es lo que realiza la carne, es decir, el pecado contra la ley de Dios.
Léelo en la Biblia.
Hoy te invito a gozar las maravillas que según San Pablo realiza el Espíritu Santo como los frutos más maravillosos que produce la mejor semilla.
El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí.
Después de esta lista San Pablo añade: “contra esto no va la ley”.
¡Qué bien se vive con gente así!
¡Qué bellas son las comunidades que hay en la Iglesia de Jesús donde se vive así! Aunque por supuesto, también tienen las limitaciones humanas que todos cargamos en este valle de lágrimas.
El apóstol saca esta conclusión que Dios quiere que tengamos en cuenta:
“Si vivimos por el Espíritu marchemos tras el Espíritu” y que jamás nada ni nadie nos separe de Él.
Evangelio
Nunca sabremos por qué, pero Jesús nos ha amado tanto que nos lo dio todo.
Y al hablar de “todo” se refiere al poder infinito que tiene como Dios y que comparte con su Padre.
De la mejor familia que existe, nos dice San Juan, que Jesús se expresa así:
“Todo lo que tiene el Padre es mío” y el Padre Dios nos dará todo lo que comparte con su Hijo, y de manera especial, el Espíritu Santo que procede del amor de ambos.
Jesús espera que el fruto de este don que es el Espíritu Santo nos convierta a nosotros en testigos del propio Jesucristo, en medio de este mundo que tanto lo necesita.
José Ignacio Alemany Grau, obispo
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