¿Cuál es la diferencia entre un sacerdote, un fraile y un monje?

Los tres términos se confunden en el lenguaje popular, pero ¿qué diferencias hay entre ellos?

Son términos ambiguos y flexibles. En el lenguaje popular se aplica sin propiedad, como si los tres términos fueran equivalentes. Sin embargo, no son lo mismo:

Un sacerdote, en la Iglesia Católica, es un hombre que ha recibido el sacramento del Orden Sacerdotal, y que en virtud del mismo puede celebrar el sacrificio de la misa y realizar otras tareas propias del ministerio pastoral. Puede pertenecer a una orden o familia religiosa, o a una diócesis.

Un monje o un fraile, en cambio, es una persona que ha hecho los votos de pobreza, castidad y obediencia, y pertenece a una congregación o familia religiosa concreta (franciscanos, dominicos, jesuitas…). Puede coincidir que además de ser religioso sea sacerdote, pero no tiene por qué. Su vocación religiosa no tiene por qué ser una vocación al sacerdocio.

¿Y cuál es la diferencia entre monje y fraile? Pues tiene que ver con el origen de ambas palabras: monje viene del latín tardío monachus, palabra para designar a los anacoretas, y que ya en su misma raíz tenía implícito el significado “soledad”.

Se relaciona con el surgimiento de las primeras experiencias de vida contemplativa (en los siglos IV-VI d.C.), como por ejemplo los Padres del Desierto, ermitaños que abandonaban el mundo y vivían en el desierto, o san Benito de Nursia, fundador de la orden religiosa más antigua de Occidente, los benedictinos.

Monje, por tanto, es un término más adecuado para referirse a hombres consagrados que viven en conventos, dedicados por entero a la oración y a la penitencia. Es el caso de las órdenes contemplativas, como la Cartuja.

Fraile en cambio es un término más moderno, que procede de la Edad Media (del provenzal fraire), y que significa “hermano”. Fraile se suele emplear más para órdenes dedicadas a la vida activa, como los franciscanos o los hospitalarios.

El uso de esta palabra se relaciona con el surgimiento de las órdenes mendicantes en la Baja Edad Media, que supusieron un gran cambio en la vida religiosa: estos nuevos religiosos ya no se encerraban en conventos alejados de la gente para dedicarse a la oración, sino que estaban en las ciudades, dedicados a los pobres, a la enseñanza, a los enfermos. Aleteia / Perú Católico.