Semana Santa: Tradiciones y devociones peruanas en la Época Colonial

Perú Católico, líder en noticias.– Las celebraciones de Semana Santa tienen un profundo arraigo en la población peruana y sus costumbres a causa de su tradición histórica venida de España y que con el pasar de los años ha ido adquiriendo diferentes matices propios. Se trata de un tiempo de reflexión y recogimiento en que muchos peruanos dan muestras de su fe cristiana.
“La Semana Santa o Semana de dolores”, como era llamada en el Perú desde la época colonial, era la principal fiesta religiosa del calendario católico. La Semana de los dolores es una vivencia comunitaria e íntima que se desarrolla en este país desde la llegada de los españoles y la cristianización de las sociedades prehispánicas. En el siglo XVI, tanto las órdenes religiosas como los primeros Obispos se esforzaron por enseñar a los indígenas los principios doctrinales de esta celebración, para ello utilizaron las representaciones sobre el sacrificio de Jesús – relatos, cánticos y procesiones – como un elemento para afirmar su incorporación a la Iglesia. En la actualidad esta celebración se establecido sólidamente en la sociedad e involucra a todos los habitantes del país, creyentes y no creyentes.

Domingo de Ramos: “El Señor del borriquito”

La Semana Santa en la época colonial comenzaba el Domingo de Ramos, con la bendición de palmas y ramas de olivo y por la tarde salía la procesión del “Señor del Borriquito”. Esta procesión era muy concurrida por el pueblo. En Lima, salía de la ermita del Baratillo cerca de la plazuela del mismo nombre en el distrito del Rímac, lugar donde existió una capilla que fue derrumbada en 1907. De allí salía la imagen de Cristo montada en un “burrito de madera” y recorría parte del malecón, el puente y daba la vuelta a la plaza mayor, pasando frente al Palacio Arzobispal hasta llegar a la antigua iglesia de Desamparados, que se ubicaba en los actuales jardines de Palacio de Gobierno. Mientras que en el interior del país, Jesús llegaba en un “borrico vivo”, provocando una gran agitación y fervor en las parroquias. A veces el animal iba acompañado por un pollino, siendo ambos alimentados y cuidados con esmero todo el año para esta importante tarea.

Jueves Santo: “el paso de la Cena y los monumentos”

En época colonial, en Jueves Santo se realizaba el “Paso de la Cena” en algunas iglesias. Para ello, se necesitaba la imagen de los doce apóstoles y la de Jesús. Solo las iglesias grandes realizaban esta representación porque contaban con esculturas de los apóstoles sentados a la mesa. Las imágenes eran colocadas al lado del altar mayor en una mesa decorada. Allí se podía observar a Judas Iscariote con la cara encendida y con un ají en la boca. Ese día las iglesias exhibían los “monumentos”, grandes altares llenos de cirios, candiles y luces. Mientras que en la Catedral,  el Arzobispo lavaba los pies a doce pobres y les invitaba un gran almuerzo.

Viernes Santo: “la pasión y el Santo sepulcro”

Entre todas las celebraciones de Semana Santa, el Viernes de dolores era el día central, a fines del siglo XVIII, se celebraba el sermón de las tres horas. Todos ayunaban en Lima, solo los muy enfermos estaban excluidos y todos vestían de negro. En diversos templos del país el Viernes santo salía la procesión de la pasión de Jesucristo, acompañado de los judíos, muñecos de forma ridícula que causaban burla. También salía la procesión del Santo Sepulcro.

A diferencia de la procesión del Señor del borriquito, era una festividad donde concurría la gente de la aristocracia limeña,  encargada a la noble Archicofradía de la Veracruz. Salía del templo de La Merced en un desfile de autoridades civiles y eclesiásticas y un despliegue de incienso, estandartes, casullas y diversos ornamentos. Los vecinos colocaban delante de sus casas velones de sebo dentro de latas para iluminar la ciudad hasta la diez de la noche en que la procesión pasara por sus calles, entonces las luces se apagaban en medio de la solemnidad que provocaba la procesión al abrirse paso entre el gentío.

Sábado Santo: “la Misa de gloria y la espera”

El Sábado Santo se realizaba la Misa de gloria y en la noche los pulperos quemaban a Judas. La vigilia de Sábado de Gloria, en muchos pueblos andinos, era acompañada de cánticos, representaciones teatrales, comida y licor. Las cofradías y hermandades se organizaban convenientemente para la larga espera. En el día, las corridas de toros – como es tradición en nuestros días –, las ferias populares y otras actividades permitían sobrellevar las horas hasta la misa nocturna y la llegada del tiempo nuevo. A la medianoche por último, en Lima, los pulperos quemaban a Judas, terminando así la Cuaresma y el principio de la alegre Pascua.

En Huamanga, Cusco, Arequipa y otras ciudades las campanas al amanecer avizoraban el nuevo resplandor del cristianismo, con el Señor, triunfante, saliendo de los templos a recorrer las calles y mezclarse con una feligresía que así, anualmente, renovaba su fe y sentido de la trascendencia.

Domingo de Resurrección

El Santo Domingo salía la procesión de Pascua donde se paseaba primero la imagen de San Juan y la Virgen anunciando la resurrección de Jesucristo. Cuando terminaba la procesión los fieles acudían a las plazas y plazuelas a comer, la gran cantidad de platos y dulces que vendían las vivanderas. En las panaderías de la capital se preparaba el pan de dulce, mientras que en la sierra peruana el tradicional “tanta wawa”. Este se vendía a partir del viernes de dolores y las panaderías eran los lugares más concurridos.