Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Si hay un programa de TV Perú que procuro no perderme y comparto con alumnos y colegas es el de “Sucedió en el Perú”. Un buen amigo me comparte el enlace del dedicado al Miedo en el Perú colonial: excomunión, terremotos y tsunami y emitido el pasado 12/12/2021 https://m.facebook.com/TVPeruOficial/videos/693630281598720/?refsrc=deprecated&ref=sharing&_rdrMuchas gracias por el enlace.
Como la mayoría de ellos, me ha parecido excelente, desde la conducción, los comentarios de expertos connotados, las imágenes… En parte, basado en otro gran excelente libro coordinado por la historiadora Claudia Rosas y que se puede leer en totalmente en https://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/173095

Uno de mis profesores, el Dr. Demetrio Ramos Pérez (+) solía afirmar que “toda generalización es una concesión a la mentira”. Si de nuestra historia peruana sólo presentamos el miedo, la extirpación de la idolatría, la Inquisición, podemos acabar pensando que lo patológico es lo normal. Marx y Freud tenían razón al afirmar que la “religión es el opio del pueblo” o “tabú de acomplejados”, pero justamente en casos que no representan la auténtica religiosidad, sino en casos patológicos, raros, extremos. Si de la época virreinal o colonial sólo exponemos el Museo de la Inquisición o de la época actual sólo el LUM (Museo de la Memoria) podemos concluir que la Iglesia se dedicaba a “meter miedo”, torturar o -simplemente- estaba ausente ante los auténticos problemas de la gente en tiempos de violencia o pandemia. Por tal razón, es más necesario que nunca insistir que junto a programas que analizan “patologías”, problemas, … otros programas  y museos expositivos dedicados a la “Evangelización y promoción humana” o “Evangelización sinodal y desarrollo pleno”, por ejemplo. Basta con pensar en la actual pandemia que lleva más de 200.000 muertes y cómo está respondiendo la Iglesia con toda su red de parroquias, congregaciones, asociaciones, impulsados por efectivos programas como “Respira Perú” o “Resucita Perú”.

En este sentido hay un libro sugerente titulado “Historia de la confianza en la Iglesia” de J.C. Martín de la Hoz (Rialp, Madrid, 2011; https://es.scribd.com/read/382522685/Historia-de-la-confianza-en-la-Iglesia) en el que repasa los dos mil años de su historia aportando paz, sosiego, confianza. Hay un acontecimiento central en la vida de Cristo como punto de partida.  Cuando le vieron los discípulos caminando sobre el mar, se turbaron y decían: “Es un fantasma”; y llenos de miedo empezaron a gritar. Pero al instante Jesús comenzó a decirles: “Tened confianza, soy Yo, no temáis”» (Mt 14, 26-27). Es decir, se trata de la confianza que ponen en Dios los creyentes. Asimismo, la confianza de Dios y sus hijos y de los hijos con Dios, se expresa en la virtud de la caridad. De hecho, cuando Jesucristo sintetizó toda su enseñanza, lo hizo mediante el mandamiento del amor: «Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto cono- cerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor entre vosotros» (Io 13, 34-35). Por tanto, la confianza con Dios y entre los cristianos, expresada mediante la caridad y la entrega mutua, es y será el punto de partida para la construcción de la Iglesia hasta el final de los tiempos. Lo contrario o lo que no se parezca no es auténticamente cristiano, es incoherencia, patología.

Foto. Estatua de la Caridad en la Sociedad de Beneficencia de Lima

Cuando Mons. Bartolomé Heras, el último arzobispo de Lima del virreinato y el primero en reconocer la Independencia del Perú, escribe un preciso Informe a la Santa Sede (Madrid, 3 de diciembre de 1823), parece tenerlo en cuenta: “Se admiran en la capital [Lima] generalizadas ciertas virtudes que son dignas del aprecio: tales son una misericordia compasiva, una devota piedad, un gran respeto y veneración por los católicos dogmas y ministros del santuario y otros; el genio suave y dócil de las gentes de aquel país los hace sensibles a las miserias humanas; no pueden oír o ver una aflicción en el prójimo, sin que sus corazones se enternezcan; empeñan todo su poder y sus haberes por remediar una desgracia; al que ven caído lo auxilian; socorren con generosidad toda clase de necesidades; se compadecen de los enfermos, habiendo casas que, así de día como de noche, tienen medicinas y caldo pronto para los pobres que lo piden ejercitan la limosna, y por decirlo de una vez reluce en Lima la caridad fraterna y compasiva en toda la extensión de sus objetos” .

El gesto del prelado limeño es una muestra de los mil y un detalles de la Iglesia Católica que ha caminado a la par con el Perú en estos doscientos años de benéfica presencia, como alma, corazón y vida de la Patria. En buena medida, viviendo lo que debe hacer el auténtico cristiano, las obras de misericordia; algo que les comparto en esbozo en el librito  “Las obras de misericordia en la historia del Perú” (Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, 2018) https://www.academia.edu/37944593/Las_obras_de_misericordia_en_la_historia_del_Per%C3%BA

El Perú ha recibido dos papas a lo largo de su historia. El primero, Juan Pablo II, se presentó a la humanidad con un elocuente mensaje: “No tengan miedo”. El segundo, Francisco, in situ, nos dejó una consigna urgente y realista: “No se dejen robar la esperanza, caminen siempre unidos”.

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito Rodríguez.

*No olvides de ingresar a este enlace en donde encontrarás todos los personajes que forjaron nuestra independencia: https://perucatolico.com/c/la-iglesia-ante-el-bicentenario/