Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Su apellido nos lleva a la Ciudad del Misti donde, aún hoy, el hospital que lleva su nombre honra a esta familia de raigambre vasca acrisolada en Arequipa en el siglo XIX pero que vuelve a España antes de la Guerra del Pacífico.

José Manuel de Goyeneche nació en Arequipa el 13 de junio de 1775.  Gracias a la gran fortuna de su padre, su carrera militar será fulgurante y el 20 de agosto de 1788, embarcó en Callao con destino a Sevilla, donde el 28 de octubre de 1795 consigue el título de doctor en Filosofía por la Universidad de dicha ciudad. El 8 de diciembre de 1795, fue nombrado capitán del Regimiento de Granaderos de Estado, que entonces se estaba formando. Sus primeras acciones de guerra de Goyeneche ocurrieron en Cádiz, el 3 y 5 de julio de 1799 y el 4 y 6 de octubre de 1800. En 1802 recibió la honrosa comisión de visitar las Cortes de Europa para presenciar las maniobras “mandadas en Berlín y Potsdam por Guillermo III, rey de Prusia, por el archiduque Carlos en Viena y por Napoleón Bonaparte en Bruselas y París”. Su puntual informe le valió el ascenso a coronel agregado a las Milicias de Arequipa.

En plena guerra de independencia de España frente a Napoleón, en 1808, fue enviado a los virreinatos de Buenos Aires y Lima y a las provincias de Charcas y Cuzco por la Junta de Sevilla para la jura del Rey Fernando VII.  El 8 de enero de 1809 se hallaba de vuelta en su ciudad natal de Arequipa, tras una ausencia de más de veinte años.

De allí fue a Lima, completando su largo periplo. Tras unos meses de estancia en la capital, y cuando se disponía a iniciar el regreso, falleció el presidente del Cuzco, siendo designado en junio Goyeneche por el virrey Abascal para sustituirle. de Buenos Aires, para la provincia de Charcas, al que tuvo que renunciar.

Los alzamientos en Chuquisaca (25 de mayo) y en La Paz (16 de julio) supusieron un cambio radical en el papel de Goyeneche que, de simple administrador de un territorio, pasaría a convertirse en jefe de un ejército. En abril de 1810, Goyeneche estaba de regreso en Cuzco, con la satisfacción de haber puesto término al levantamiento. Por Real Orden de 3 de diciembre de 1811 se le felicitó por ese éxito. La tregua fue sólo temporal, porque en mayo se produjo una sublevación mucho más seria, cuando las autoridades de Buenos Aires fueron depuestas y reemplazadas por una Junta. El 1 de octubre, Goyeneche salió del Cuzco con destino al Desaguadero, para formar allí de nuevo un ejército.

El 19 de junio de 1811 se puso en campaña, a la cabeza de un ejército de unos seis mil hombres, emprendiendo la ofensiva y entrando en el Alto Perú. El 20 se dio la batalla de Huaqui, en el que derrotó “con inferioridad de mitad de fuerzas”, según su hoja de servicios, al enemigo. Su edecán, el coronel José García de Santiago. dirá de él que “por sí solo buscaba la subsistencia de sus tropas, el prestigio de sus soldados, la remonta de su caballería, la recluta de su infantería y todas las municiones necesarias para sostener una fuerte guerra en un país distante, contra enemigos poderosos…Goyeneche no comía ni dormía en aquella época, sacrificando su sosiego para evitar que las otras provincias se contaminaran con las propagandas del Río de la Plata. En pocos meses consiguió lo que nadie esperaba ni creía, convertir aquella aglomeración de hombres en un ejército. Zepita era campo de enseñanza en el que Goyeneche, incansable después de haber enseñado a aquellos aldeanos los primeros rudimentos del arte militar, organizaba maniobras de infantería, caballería y artillería incesantemente”.

 Abascal se apresuró a ascenderle a mariscal de campo, obsequiándole su propio sable y la faja del nuevo empleo.

Sus siguientes etapas fueron La Paz y Oruro, entrando sin resistencia en Potosí, culminando la ocupación de gran parte del Alto Perú. Vale la pena rescatar sus palabras, al llegar a La Paz: “Soy americano, de alma sensible, apasionado con ternura a mis paisanos, tan benigno después de haber vencido como terrible al acometer a mis enemigos. He llorado sin consuelo los peligros de la patria y la suerte funesta de los pueblos esclavizados por el engaño y por la fuerza. En la mano derecha llevo empuñada la espada vengadora de la justicia para exterminar a losa protervos y con la izquierda enarbolo el ramo pacífico del olivo para personar a los desgraciados, a los débiles y a los alucinados por falaces opiniones”.

 Más adelante, por problemas con la autoridad virreinal, presenta su dimisión, siempre con dignidad, puesto que al conocerse su cese por la tropa que tanto estimaba, amenazó con amotinarse. Goyeneche logró disuadirlas de dar tan grave paso, y las animó a que mostraran a su sucesor la misma lealtad que habían mantenido respecto a él. El 22 de mayo cesó en su cargo, no sin antes publicar una proclama en la que alababa las virtudes de su sucesor, Joaquín de la Pezuela.

De regreso a España, desempeñó una gran variedad de cargos, que reflejaban la confianza que Fernando VII depositaba en él. De igual modo, multitud de honores acompañaron tan distinguida carrera, conde Huaqui, Grandeza de España de 1.ª Clase, siendo el único título peruano que alcanzó esa distinción. Poseía las grandes Cruces de Carlos III, Isabel la Católica, San Fernando y San Hermenegildo, y la Encomienda de la Orden Pontificia de San Alberto Magno. Era caballero de Santiago. Murió a las tres horas y veinticinco minutos de la madrugada del 10 de octubre de 1846 en su casa, en Madrid.

Junto al general, debe mencionarse a sus célebres hermanos: Pedro Mariano, abogado sanmarquino y (juez) de la Audiencia del Cusco; José Sebastián fue obispo de Arequipa y arzobispo de Lima; María Presentación; Juan Mariano, quien dio continuidad a las actividades comerciales de sus padres y fue el único con descendencia hasta la actualidad.

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito Rodríguez.

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