135. Los 400 años de la canonización de san Ignacio de Loyola en el Bicentenario del Perú

Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Una simpática manifestación del aporte de la Iglesia al Perú es la celebración festiva de beatificaciones y canonizaciones, tanto de los peruanos como las de los fundadores o propios de las congregaciones respectivas.

Hoy, fiesta de san Ignacio de Loyola, quiero destacar su canonización de hace cuatrocientos años junto a otros cuatro grandes santos de España, San Isidro, Santa Teresa Ávila, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y al florentino San Felipe Neri, llamado el apóstol de Roma. Aquel histórico día para la Iglesia subieron a los altares la reformadora del Carmelo y gran mística española, el fundador de la Compañía de Jesús, uno de los misioneros universales y actual patrono de las misiones, y el también fundador de la Congregación del Oratorio. Junto a ellos estaba el humilde agricultor y patrón de Madrid. Por aquellas fechas, 12 de marzo de 1622, se terminaba la basílica de San Pedro y el Papa Gregorio XV proclamaba santos a cinco genuinos representantes de la Reforma católica”, y, como rescata el profesor Fermín Labarga, daba a cada nuevo santo un aspecto concreto:-“La fuerza de las nuevas congregaciones de los clérigos regulares, la más importante de las cuales eran los jesuitas, y que queda de manifiesto con la canonización de San Ignacio”.

-“La reforma de las órdenes antiguas de la Iglesia. Una reforma importantísima la representa Santa Teresa en el Carmelo”.
-“Una reforma del propio clero secular, y cuyo representante sería San Felipe Neri”.
-“Una de las claves del éxito fue la potenciación de las misiones. Y aquí estaría San Francisco Javier”.
-“Todo ello anclado en la tradición de la Iglesia, y el primero de los santos fue San Isidro”.

La Iglesia, especialmente en España e Italia, ha recordado con gozo en este 2022 los 400 años. El Perú tiene sobrados motivos para celebrarlo. Baste con recordar imágenes, nombres de pueblos, libros, novenas… El propio Papa Francisco, de vocación jesuita e hijo espiritual de dos de los canonizados, Ignacio y Javier, quiso estar presente en esta efeméride y celebró una eucaristía en la iglesia del Gesù, la casa madre de la Compañía de Jesús, para celebrar este cuarto centenario de la declaración como santos de Ignacio de Loyola y Francisco de Javier.

La Provincia Peruana jesuítica ha cumplido 450 años de su fundación si consideramos su llegada en 1568. Un cuadro virreinal nos recuerda esta presencia y compromiso, el de los “Matrimonios de Martín de Loyola con Beatriz Ñusta y de Juan de Borja con Lorenza Ñusta de Loyola”. La pintura ejemplifica una boda que expresa el mestizaje, es decir, el casamiento de dos españoles con dos princesas de la estirpe incaica. Las figuras masculinas eran familiares directos de san Ignacio y san Francisco de Borja: Martín de Loyola era sobrino nieto de San Ignacio de Loyola –quien lleva en sus manos las normas de los jesuitas, de cuya orden había sido el fundador– y Juan de Borja –quien porta y señala una calavera, asociada a la penitencia– era pariente cercano de San Francisco de Borja. Ambos santos pertenecían a la Compañía de Jesús.

Tanto la beatificación como la canonización de san Ignacio se vivió colectivamente, incluso llegó a incluirse como día de precepto. Testimonio elocuente son alguna de sus publicaciones como: la “Relación de las fiestas que en la ciudad de Lima se hicieron por la beatificación del bienaventurado Padre Ignacio de Loyola”, en las prensas de Francisco del Canto, en honor a la beatificación, por el Papa Pablo V el 27 de julio de 1609, que se conoció en la ciudad de los Reyes el 16 de abril de 1610 a través de un pliego llegado de la península que contenía la Bula de la Beatificación . Existe publicación parecida para el Cuzco que documenta escenificaciones hechas en honor a Ignacio de Loyola con ceremonias sobre el pasado inca, como la derrota de los chancas en una canción o el tinku de los cañaris y canas. Lo mismo sucede para la canonización.

El expresivo cuadro del mestizaje racial y cultural lo era también religioso y jesuítico. De ahí que la injusta expulsión de 1767 provocó un hondo sentir en el Perú. Cuarenta y un años después de que el Papa Clemente XIV (1773) extinguiese la Compañía, fue restaurada por Pío en 1814. Diecisiete antiguos miembros de la Provincia del Perú se agregaron a ella. Entre ellos, José de la Fuente, Miguel Clemente, Manuel Torres, Pedro Alvarez, Antonio Alcoriza, José Morales, Juan Crisóstomo Muñoz, José Olivos, Francisco Martínez y Antonio Bravo. Ciertamente consta que sólo dos jesuitas del Perú, los sacerdotes Miguel Clemente y Antonio Alcoriza, murieron en el seno de la Compañía después del restablecimiento de la orden.

En las Cortes de Cádiz de 1812 los diputados de Hispanoamérica presentaron una moción a fin de que se restableciese la Compañía de Jesús “en los Reinos de América”. Suscribieron el pedido los diputados peruanos Vicente Morales Duárez, Blas Ostolaza, Ramón Olaguerz, Dionisio Inca Yupanqui y Antonio Suazo. En la sesión del 9 de abril de 1811 apoyaron la moción. Al pedido se sumarían varios cabildos como el de de Lima; en sesión del 15 de octubre de .1816, recordaban los cabildantes que los jesuitas fueron los que promovieron la ilustración pública y las buenas costumbres. Se unirán los ayuntamientos de Cajamarca (8 de enero de 1817); Cuzco (23 de noviembre de 1816); Chachapoyas (13 de marzo de 1817); Huancavelica (2 de enero de 1817); Lambayeque (25 de enero de 1818); Trujillo (19 de noviembre de 1816), etc. De igual modo, lo solicitan vivamente los cabildos eclesiásticos de Lima y Cuzco. Los canónigos de la Catedral Primada, encabezados por el arzobispo Bartolomé María de Las Heras, dicen al Rey que “la ruina de sus establecimientos fue una llaga de que se resintió profundamente la América en todos sentidos”.

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito Rodríguez.

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