Relato de la cocinera Leandra Rebollo y otros milagros del santo amigo de san Martín de Porres.

Cada 23 de enero se conmemora en Olivenza (Badajoz-España) un hecho divino extraordinario, una intervención de Dios, por mediación de San Juan Macías, el dominico amigo de San Martín de Porres, cuyas reliquias se veneran en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima. Me refiero al Milagro de la multiplicación del Arroz, ocurrido el 23 de enero de 1949 en la cocina del colegio de San José, hoy centro parroquial, después de que Leandra Rebollo, pidiese por mediación de San Juan Macías que los pobres pudieran comer aquel domingo: “Ay Beato, y tus pobres sin comer”. Tuve la suerte de visitarlo en el 2018 y escuchar el entrañable testimonio de labios de tres de sus testigos que aparecen en la foto.

El padre Luis Zambrano Blanco –hoy en proceso de beatificación- había fundado en 1934, con la señorita María Grajera Vargas, una Institución con el nombre Hogar de Nazaret, así como un Instituto Secular del mismo nombre, para ayudar a los sacerdotes en las parroquias. Y puso la Institución bajo el patrocinio del beato Juan Macías.

La primera casa fue abierta en el pueblo natal del santo, Ribera del Fresno, también del siervo de Dios P. Diego Martínez, jesuita confesor de Santa Rosa de Lima.

El 23 de enero de 1949, domingo, siendo párroco de Olivenza, ocurrió en este pueblo el milagro de la multiplicación del arroz, aprobado por la Iglesia para la canonización del beato Juan Macías.

La cocinera, Leandra Rebollo Vázquez, lo narró así: Aquel día, las cosas no se habían desarrollado como de costumbre, porque, no habiendo recibido recados, no podía preparar el almuerzo para los pobres, ni para los niños de la escuela. Me limité sólo a preparar comida para las chicas de la “Protección de menores”.

Del almacén de la cocina había sacado yo misma tres tazas de arroz, menos de un kilo, no más. No se sacaba nunca para los pobres y, en aquel momento, no hubiese podido pedir a la Directora del Hogar, que estaba en Villarreal, un pueblecito del campo

Las tres tazas sólo alcanzaban para las chicas; eran absolutamente insuficientes para la comida de los pobres, y menos para las chicas, los chicos y los pobres, todos juntos.

Se lo comuniqué a la señorita Ana María Marzal (encargada de organizar los grupos de reparto) y, pensando en los pobres, echando las tazas de arroz a la olla, dije: “¡Bienaventurado, los pobres sin comida!”. Para mí que soy de Ribera del Fresno y para todas nosotras (del Hogar), cuando decimos “el bienaventurado”, sólo nos referimos al bienaventurado Juan Macías.

La olla de hierro esmaltado a donde eché los 750 gramos de arroz, con poquita carne, tenía una capacidad  de 10 litros. Salí de la cocina… la única persona que estaba en el piso, era la madre del párroco. El acceso al lugar estaba prácticamente impedido a cualquier persona, hubiesen debido llamarme y yo hubiese salido a abrirles la puerta. Después de un cuarto de hora, más o menos, regresé a la cocina, para controlar la cocción del arroz, y noté con asombro que la cantidad de arroz aumentaba y el nivel subía hasta el borde de la olla.

Al ver el prodigioso aumento del arroz no me quedó más remedio que llamar a la madre del párroco; la cual, siendo ya mayor, se acercó con dificultad a la cocina y, viendo la olla llena, me dijo: “Tendremos que buscar otra olla, porque ésta rebosa”. No me acuerdo si llamé inmediatamente al párroco o a la Directora para que acudieran al Hogar… o si, en la cocina, ya empecé a echar a otra olla el arroz rebosante; pero, antes o después que fuese, empezamos a sacar el arroz y a echarlo a una segunda olla, más pequeña que la primera, como de ocho litros; pero, dado que el nivel de la primera olla seguía subiendo sobre el fuego, tuvimos que buscar, fuera de casa, una tercera olla, más o menos como la primera, que nos prestó la señora Isabela Fuentes.

El padre Luis Zambrano declaró: Al entrar en la cocina, sobre el fuego, había dos envases; el primero, una cacerola, donde se habían echado las tazas de arroz. A su lado había una olla más alta, cilíndrica, un poco redonda. La primera estaba casi toda llena de arroz; al removerlo, el arroz del fondo aparecía crudo, por lo cual se veía necesario sacarlo de ahí. Entonces yo mismo saqué bastante cantidad de arroz y lo eché a la olla que estaba al lado, donde acababa de cocerse; y se le repartió a las chicas y a los chicos que esperaban el almuerzo.

Me quedé delante del aparato de la cocina, desde que llegué hasta las 4:30 pm ó 4:45 pm. Yo mismo saqué parte del arroz de la primera cacerola a la olla que estaba sobre el fuego; a pesar de ir sacando arroz, el nivel de la primera no disminuía. Puedo dar testimonio de este hecho hasta con mi misma vida.

La cantidad de arroz multiplicado se puede deducir de las raciones repartidas, que fueron aproximadamente ciento cincuenta, entre los pobres y los chicos; destacando que los chicos y chicas comieron todo lo que quisieron; y a los pobres de la calle —aproximadamente unos ochenta o noventa— se les brindó un cucharón a cada persona, y para algunos un poco más, según el número de los familiares necesitados.

La directora del Hogar Nazareth, María Grajera Vargas, presente en el fenómeno, declaró: Yo observaba que, removiendo el arroz con el cucharón, aparecían nuevos granos de arroz, duros y blancos. Me consta que unos granos de este arroz fueron recogidos y se guardan con veneración.

Carmen Núñez dice: No se explica cómo el arroz, después de tanto tiempo de cocción, podía aparecer todavía crudo. Y Rosa Andrade Castaño: Agarré en mis manos y guardé en un papel unos granos cocidos y otros crudos.

El hecho fue que, durante cuatro horas, estuvieron sacando arroz y dando de comer hasta las 5:00 pm. Ahora en el pueblo hay un dicho: Esto crece más que el arroz del padre Luis.

El Papa Pablo VI lo canonizó en la basílica vaticana el 28 de setiembre de 1975 con estas palabras: En honor de la santa e individua Trinidad, para la exaltación de la fe católica y promoción de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los apóstoles Pedro y Pablo, y con la nuestra, después de madura deliberación e implorar intensamente la ayuda divina, oído el consejo de muchos de nuestros hermanos, decretamos y definimos que el beato Juan Macías es santo y como tal lo inscribimos en el catálogo de los santos, estableciendo que sea venerado con piadosa devoción entre los santos de toda la Iglesia. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

En su homilía habla el Papa de san Juan Macías como padre de los pobres, huérfanos y necesitados.

Ha sido nombrado por la Iglesia patrono de los emigrantes y, en el Perú, especial patrono de los campesinos emigrados.

LA RUTA DE SUS MILAGROS

Además del recuerdo del milagro del arroz con varias lápidas en el salón parroquial, hay que destacar en Ribera del Fresno –su pueblo natal- el “pocito del milagro” con una capilla o templete de piedra, diseñado por el ingeniero José María Miota, que se inauguró en 1957 y es lugar de peregrinación para sus devotos. Se recuerda que a sus cinco años con sus oraciones, sacó  al cerdito de un amiguito, como lo indicamos al principio de este libro.

En Lima, existe un famoso sillón donde se sentaba san Juan Macías. Es un sillón de cuero, con los pasamanos de tabla lisa, cómodo y elegante en su sencillez. Fray Juan Macías lo encontró en la portería cuando se hizo cargo de ella. En él se sentaba frecuentemente. Después de su muerte se convirtió en una reliquia que sigue siendo utilizado por las futuras madres para obtener la protección del santo y un buen parto. Al principio del siglo XIX lo llevaron al beaterio llamado del Patrocinio. En 1937, el arzobispo entregó este beaterio a las misioneras dominicas del Rosario y hoy es la residencia de la Curia provincial de esta Congregación en el Perú. El sillón lo tienen en una pequeña sala alfombrada. Al lado del sillón se ha colocado una mesa donde siempre hay un cuaderno y un lapicero para que dejen constancia los devotos de sus plegarias. Es constante el desfile de gente por el Patrocinio y algunas parejas regresan con su bebé a dar gracias; ya que especialmente van parejas a pedir por el nuevo hijo que está en camino. Este convento del Patrocinio está ubicado en la casa donde vivió nuestro santo al llegar a Lima en el barrio de san Lázaro, distrito del Rímac.

A raíz de su canonización se erigió en Lima una parroquia en honor de san Juan Macías. Como todos los años, los restos de San Juan Macías son trasladados el jueves posterior a su fiesta central (18 de septiembre) desde la Basílica de Santo Domingo en el Cercado de Lima  hasta la parroquia que lleva su nombre ubicada en el jr Kikijana s/n, (Urbanización Túpac Amaru) en San Luis, Lima. Ello obedece a que la Parroquia San Juan Macías se encuentra cerca de los terrenos que pertenecían a la antigua hacienda Limatambo administrada por la Orden. Por tal motivo, el día lunes de su retorno a la Basílica de Santo Domingo en el Centro de Lima, es obligatorio su paso por el Asentamiento Humano “San Juan Macías”, en donde se encuentra la Cuasi Parroquia “Virgen Peregrina” de San Borja, la que se encuentra en territorio de la antigua Hacienda Limatambo, lugar en donde San Juan Macías, iba junto a San Martín de Porres, su gran amigo. Cuentan los cronistas que San Juan Macías y San Martín de Porres, quienes eran amigos entrañables, visitaban dicha zona para el recojo de los productos de panllevar, llegando en día jueves y regresando con los productos el día lunes siguiente. También llegaban a la hacienda para un reparador descanso de sus arduas y duras labores.

La Parroquia que lleva su nombre data del año 1970, en tiempos del Cardenal Juan Landázuri Ricketts (+), quien decidió pedirles a los Padres Dominicos que formaran una Comunidad nueva en la nueva zona de San Luis. Su primer párroco fue el salmantino Padre Andrés Hernández OP, quien se encontraba trabajando en las misiones de la Provincia Dominica del Perú, entre los departamentos de Ayacucho, Cuzco y Madre de Dios.

Cada año, sale en procesión por las calles del Centro histórico de Lima, el cuarto domingo del mes de septiembre, en hombros de sus devotos de la Hermandad de Caballeros de San Martín de Porres y San Juan Macías O.P.. Cabe resaltar que ambas Hermandades se encuentran asentadas en las mismas zonas en las que San Juan Macías vivió. La primera de ellas en la zona de La Recoleta, donde daba de comer a sus pobres y la segunda en la zona de la ex hacienda Limatambo, donde San Juan Macías caminó y laboró tantas veces.

Puedo dar testimonio con la entrevista realizada para PAX TV a un grupo de cuatro mujeres –denominadas- “Mujeres luchadoras”, quienes a través del arte, el voluntariado y la catequesis están dando a conocer al santo patrono de un modo vivo y atractivo. A ello ha contribuido también la reciente biografía para niños escrita por Micky BOLAÑOS, Ilustrada por Melissa Carolayn Rimac Villa y asesorada históricamente por el P. Fernando Janssen: La Cofradía de los Migrantes (Una aventura con San Juan Masías) San Pablo, Lima, 210 pp.

Les recomiendo la visita al Convento del Rosario donde se custodia y veneran sus reliquias, entre las que se cuentan la célebre canasta con la que servía pan a los pobres y la popular silla que tantos favores ha concedido a mujeres imposibilitadas en su maternidad. Además, pueden ver su nuevo rostro gracias a los estudios de un grupo de científicos (odontólogos, antropólogos forenses y especialistas en levantamientos de cráneos) de Brasil y del Perú en el 2015.

(Datos tomados del P. Ángel Peña  San  Juan  Macías Lima – Perú, 2012, pp.63-64)

Por José Antonio Benito.