Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Bernardo O’Higgins Riquelme, padre de la patria chilena, como militar y gobernante, fue crucial en todo el proceso de la Independencia, tanto en las luchas como primer director Supremo de la nueva nación.

Hijo natural del gobernador de Chile y virrey del Perú, Ambrosio O´Higgins y de Isabel Riquelme Meza, joven de 19 años de ascendencia vasca, nació el 20 de agosto de 1778 en Chillán, Chile.

 Su primer contacto con la Iglesia lo tuvo en Talca y su formación religiosa -como registra el historiador Eyzaguirre[1]-, se consolida con la educación vivida de 1788 a 1780 la sección de niños españoles del Colegio de Naturales de Chillán regentado por la Orden franciscana. Por espacio de dos años vivió allí cuidado con especial afecto por los religiosos. El Rector Fray Francisco Javier Ramírez, tenía a su cargo las clases de latinidad y en el decir de Barros Arana era “hombre bueno y afable de trato” y estimado entonces como persona ilustrada se manifestó particularmente más afectuoso con fray Gil Calvo, que era “jovial y bondadoso” y “se hacía querer de cuantos le trataban”. Estos dos años junto a los frailes sencillos y buenos, dejaron una marca indeleble en la fe del discípulo.

 En 1790 su padre lo envió a Lima para que continuara sus estudios en el Colegio del Príncipe y en el de San Carlos.  En 1794 pasa a Europa, inicialmente a Cádiz y luego a Londres donde completa su educación, en un colegio católico en régimen de internado.

Allí conoció a Francisco Miranda, quien lo inició en las ideas independentistas. Muerto su padre en 1801, regresó a Chile a tomar posesión de la hacienda de Las Canteras cercana a la ciudad de Los Ángeles. En sus inmediaciones los franciscanos habían establecido la misión de Santa Bárbara y esto dio ocasión al más querido de los maestros de O’Higgins, el español fray Gil Calvo, a permanecer largas temporadas a su lado en Las Canteras como capellán de la casa’

En 1810, fue elegido diputado de la recién formada Junta de Gobierno y nombrado coronel de ejército en 1811. En 1813, se enfrentó por primera vez a los realistas en la batalla de El Roble. A pesar de su rivalidad con José Miguel Carrera, líder patriota también, y su lucha en 1814, en el combate de Tres Acequias, se unieron para enfrentarse a los realistas comandados por Mariano Osorio. Allí tuvo ocasión de dar testimonio público de su fe religiosa al escribir a Carrera: “En el día de hoy se ha celebrado una Misa de gracias con Te Deum para dar gracias al Omnipotente por la protección y felicidad con que visiblemente comienza a proteger las armas de la Patria”‘.

Al llegar a Chile José de San Martín, de quien era gran amigo, dirigió la ofensiva chilena y, derrotado el ejército realista, asumió como Director Supremo, firmando el 12 de febrero de 1818, la Proclamación de la Independencia de Chile.

Su actitud respetuosa y favorable a la Iglesia Católica oficial sin coartar la libertad de conciencia, se ve en el texto de las dos Constituciones políticas durante los seis años de su gobierno.

Como gobernante, destaca su gran apoyo a la educación con la construcción de escuelas primarias, la reapertura del Instituto Nacional y la Biblioteca Nacional, así como la creación de la Escuela Militar.

O´Higgins se sentía “Supremo Magistrado de un Estado católico” y como tal con directo interés en todo lo concerniente al orden religioso. En el Reglamento sobre las escuelas públicas que elaboró en febrero de 1818 con el concurso del Senado, se contemplan normas acerca de la instrucción y de las prácticas religiosas. Allí se prescribe la enseñanza de la doctrina cristiana por el catecismo de Astete; la participación de los escolares en las rogativas y procesiones de acción de gracias por la independencia; su asistencia diaria a misa y anualmente a las exhortaciones de cuaresma. Se añade, asimismo, que “‘todos los días, al concluir la escuela por la tarde, rezarán las letanías de la Virgen, teniendo por patrona a Nuestra Señora del Carmen; y el sábado a la tarde rezarán un tercio del rosario”. Análogo interés por la educación cristiana le movió a restaurar el Colegio de Naturales de Chillán, donde había recibido su primera enseñanza y del que conservaba inolvidables recuerdos: “Estas murallas encerraban en su tiempo una hermandad de hombres piadosos, que se dedicaron en plácido aislamiento a una vida de meditación religiosa y literaria. Mi idea es resucitar dentro de este venerable recinto la misma piedad y sabiduría, dándole un campo de acción más vasto. Es mi deseo establecer aquí un cuerpo de hombres dedicados al culto de Dios, a Chile y la humanidad; hombres que lleven a todos los confines del mundo un testimonio del saber y del afecto de este país y que propaguen con el Evangelio el arte de suavizar la vida social”.

O’Higgins desembarcó en el Callao el 28 de julio de 1823, dos años después de que San Martín proclamase en Lima la independencia del Perú, siendo siendo recibido por las autoridades limeñas presididas por el marqués de Torre Tagle, amigo de la infancia y condiscípulo. Se instaló con su familia en Lima en la misma residencia en que había vivido el general San Martín cuando estuvo en esa, en la calle Jesús María – actual jirón de la Unión- y fuera de Lima en las haciendas de Montalván y Cuiba, en Cañete.

En aquel tiempo, la situación política de Perú era caótica por las rencillas entre las distintas facciones patriotas que se peleaban el poder poniendo en peligro la independencia. Se solicitó el apoyo de Simón Bolívar quien también había desembarcado en El Callao por lo que le ofreció sus servicios. A pesar de sus buenos deseos prácticamente no va a ser tenido en cuenta, llegando a comentar en la celebración del triunfo de Ayacucho: “Desde hoy el general O’Higgins ya no existe, soy sólo el ciudadano particular Bernardo O’Higgins. Después de Ayacucho mi misión americana está concluida.

En esta etapa final de la vida del héroe, los principios religiosos que siempre le habían acompañado, adquieren una singular elevación y madurez. Como anota su biógrafo J. Eyzaguirre: “O’IIiggins, que abrió su mente y su corazón a la fe en el colegio de los franciscanos de Chillón, caminó a la eternidad envuelto en el hábito del pobrecito de Asís, como emblema de su renunciación a las glorias del mundo y de su sola confianza en el amor de Dios. Si sus rasgos de héroe militar y de estadista no pudieron eludir las debilidades propias de la condición humana, tampoco las últimas lograron horrar por un instante la impronta cristiana de su espíritu. Pudo así la Iglesia rezar con propiedad, sobre su cuerpo inerte, aquella recomendación del alma a Su Hacedor: “Pues aunque haya pecado, no ha negado al Padre, ni al Hijo, ni al Espíritu Santo, sino que creyó y tuvo amor y celo del Dios que hizo todas las cosas”.

 Allí murió un 24 de octubre de 1842, lejos de su patria de nacimiento, aunque acogido por otra, la nuestra, que siempre le mostró gratitud. Falleció en Lima el 24 de octubre del año 1842.


[1] Jaime Eyzaguirre: La actitud religiosa de don Bernardo O’Higgins. link  https://repositorio.uc.cl/handle/11534/9691

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito.

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