¿Debemos de festejar esta NAVIDAD en Familia?

A pesar de todos estos malos momentos que se viven por la pandemia del Covid-19.

Para responder esta pregunta que nos inquieta por la tristeza que sentimos tal vez porque tenemos dentro de nuestro entorno familiar y social, la postración de un familiar o amigos muy cercanos en las camas de cuidados intensivos de algún Hospital o de una Clínica particular, o peor aún, la pérdida irreparable de un ser muy querido producto todo ello de esta pandemia del Covid-19, “deberíamos situarnos y remontarnos a la Celebración del Primer Adviento y Primera Navidad”, es decir, vernos en el espejo de la Familia de Nazaret, Jesús, María y José, también humanos como nosotros, con todos sus miedos, inconvenientes, problemas y escasez por las que tuvieron que pasar para poder “cumplir con el Plan de Dios” que les tenía encomendado (“Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” – Lc 1, 45), para así renovar el camino de nuestra Salvación perdida con el Pecado Original de nuestros primeros padres, Adán y Eva, como nos los dicen las Sagradas Escrituras.

Empezaríamos con la Anunciación, en donde el Ángel Gabriel le lleva el mensaje de Dios a María, una jovencita de quizás 16 años, anunciándole de que Dios la ha elegido para ser la Madre de Dios, de Nuestro Salvador (cf Lc 1, 26 – 38) : ella se preguntaría con temor, ¿por qué yo?, ya que soy muy joven, y casi una niña; ¿seré digna de merecer tan excelsa misión? ¿llevar al Hijo de Dios en mis entrañas y traerlo al mundo?; ¿quién sería el padre?, ya que no tenía esposo, sólo estaba comprometida con José; ante esta situación de no tener esposo, corría el peligro de que la lapidaran (muerte a pedradas); pero ante todos estos temores y desafíos que ni imaginaba por los que tendría que pasar, su respuesta inmediata, rotunda, sin ninguna duda, con total firmeza y una “inmensa alegría en su corazón” fue… Sí, hágase en mí, según tu palabra” (Lc 1, 38).

Luego de este anuncio, se dirigió con toda rapidez, alegría y gozo a la casa de su prima Isabel, al saber que se encontraba embarazada de seis meses : quizás no le importó llevar alimentos y líquidos para el camino, un camino desértico y pedregoso, de aproximadamente 30 km que recorrió ida y vuelta a pie; quería compartir la felicidad de llevar en su vientre al Hijo de Dios con su prima más cercana, y a la vez, acompañarla y servirla hasta que diera a luz (cf Lc 1, 39 – 56).

Al mismo tiempo, surgían las dudas y temores en José al enterarse del embarazo de María al estar “sólo comprometido con ella” : ¿tendría que desposar a María a pesar de que el hijo que llevaba en su vientre no era suyo?; al pensar en esta situación tan preocupante que la Ley Judía condenaba, ¿qué tendría que hacer?, ¿tomarla por esposa, o de lo contrario, salvarla repudiándola para que no la lapidaran?; ¿qué hacer?. Pues humildemente aceptó lo dicho por el ángel, y tomó por esposa a María lleno de alegría, pues sería el padre del Redentor (cf Mt 1, 18 – 25).

Al acercarse el tiempo de dar a luz, tuvieron que viajar hacia la Ciudad de Belén para cumplir con el empadronamiento; María montada en un burro y embarazada del último mes, y él, a pie, por caminos desérticos. ¿Qué sufrimiento el de José al no poderle dar las debidas y adecuadas atenciones y cuidados a su esposa con una gestación tan avanzada? (cf Lc 2, 1 – 5).

Al llegar María y José a la Ciudad de Belén, se encontraron con la lamentable noticia de que no habían alojamientos disponibles, y lo peor de todo, con María a punto de dar a luz; imaginémonos por un momento sus dolores por el embarazo, sus temores y desesperación al pensar que quizás podían perder a su bebé, el Hijo de Dios, por no tener un lugar donde cobijarlo y sin las debidas atenciones; ¿qué sufrimientos han debido pasar por su mente y por su corazón?; ante esta situación, sólo pudieron conseguir un establo quien sabe, con mucho frío al estar expuestos al descubierto; un lugar lleno de desperdicios y estiércol, y además, bajo estas condiciones de insalubridad, dar a luz en un pesebre y traer a Jesús al mundo, pero aun así, pese a todo lo adverso, experimentar el gozo más grande que le vendría al ser la Madre del Hijo de Dios, y la alegría de compartir con José de una verdadera familia, la Familia de Nazaret (cf Lc 2, 6 – 20).

Cuando María dio a luz y tuvo esa inmensa alegría en su corazón por el nacimiento del Niño Jesús, es de suponer de que pensaran que todo lo malo ya habría pasado, pero sucede que nuevamente se le aparece a José un ángel indicándole que tienen que huir hacia Egipto porque el Rey Herodes quería “matar al Niño Jesús”, (Mt 2, 13 – 15), y una vez más, surgirían en ellos los temores y penurias al tener que salir apresurados de Belén, casi sin nada, hacia un país que no conocían : ¿los soldados los encontrarían huyendo y matarían al niño?; ¿soportaría el Niño Jesús tan largo viaje en precarias condiciones de movilidad?; ¿cuánto tiempo tendría que pasar para poder regresar a su ciudad de residencia estando alejados de sus familiares? ¿José encontraría trabajo?; ¿en dónde vivirían y de qué se alimentarían?

Si reflexionamos en el Primer Adviento y Primera Navidad por la que padeció la Familia de Nazaret, veremos que tanto Jesús, María y José experimentaron peores situaciones por las que estamos atravesando actualmente por esta peligrosa pandemia que a más de uno lo ha hecho pensar, ¿debemos Celebrar esta Navidad?, pero visto todo aquello estamos seguros que una sola será nuestra respuesta,… SÍ, Debemos Celebrar con Alegría y Gozo esta Navidad en Familia, superando todas las tristezas y adversidades con mucha Oración, y con las ayudas que podemos tener con las nuevas tecnologías implementadas, y disfrutar de la Vida, del Cariño y Felicidad que nos brinda el Nacimiento del Niño Jesús, y sobre todo, PERMITIR QUE JESÚS NAZCA NUEVAMENTE EN NUESTROS CORAZONES. FELIZ NAVIDAD.

Por Edith y Hugo García