Diferencia entre fiestas patronales y fiestas de mala fe

Desde hace ya buen tiempo se ha visto que la fe se confunde con devoción, la devoción a un santo, a alguna advocación Mariana, o alguna de las representaciones de Cristo. Podríamos citar por ejemplo la fiesta que se celebra por la Inmaculada concepción en muchos pueblos de nuestro querido país, donde los devotos asisten al pueblo o a la parroquia llenos de alegría, dispuestos a bailarle por el amor que le tienen o por el milagro que les concedió o por la tradición de la familia, aquí se mezcla el baile, el licor, la algarabía y uno que otro pecadillo debido a la ingesta excesiva de la bebida espirituosa.

Muchos de los asistentes no son asiduos a sus parroquias sino más bien aparecen anualmente para estas celebraciones, encontramos que muchos no asisten dominicalmente a misa, otros creen en la imagen de la devoción  pero no comulgan con lo que la Iglesia predica, otros y los más jóvenes están de acuerdo con el aborto o no se fían de los sacerdotes porque los consideran más pecadores que el resto de los mortales. Se podría decir que su fe es una devoción vacía. Además se pierde la oportunidad de evangelizar en esas ocasiones por estar más pendientes de los quehaceres del momento lo cual debería ser lo más importante.

Se ha alimentado la idea de que hacerle una fiesta grande con banda, baile o danza, fuegos artificiales, mucha comida y bebida es del agrado del Señor. Muchas veces esto parte del clero, que por desconocimiento, por tradición o simplemente por dejadez espiritual no pueden discernir que estas fiestas son más contraproducentes que positivas. El problema yace en que el danzante que le ofrece sus mejores pasos de baile o el devoto que toma el cargo de la fiesta creen que se están ganando un lugar en el cielo cuando la realidad es muy diferente. Recuerden: No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Mt 7,21

Al volver a la normalidad se necesita una renovación de la forma en que celebramos nuestras fiestas, debemos volver al primer amor, reencontrarnos con el creador en cada oportunidad que la iglesia católica nos ofrece, así por ejemplo si es una fiesta mariana hacer lo que El nos diga (Jn 2,5), Si es una fiesta patronal, tratar de imitar al santo de nuestra devoción, y dejar esas tradiciones que no suman a nuestro crecimiento espiritual. Pidamos al Señor esa metanoia para que podamos ser consecuentes con nuestras creencias y cuando se dé la oportunidad participar de la manera más adecuada de estas.  No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto.”Rm 12,2.

Por José Andrés Alvarado Morveli