El amor: barómetro para una eficiente Confesión, por Cathy Calderón
¿De qué me confesaré si no tengo pecados?, ¡Qué vergüenza! ¿Me confesaré de lo mismo? O “mis faltas son suaves, no tengo necesidad de confesarme, aun puedo esperar”. Son algunas de las preguntas o expresiones que acompañan el camino del cristiano al codearse con el Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación, nombre exacto del sacramento señalado en el Catecismo.
Precisar, que el hombre por naturaleza es vulnerable al pecado se lee en Rom. 5, 12 “pues bien, un solo hombre hizo entrar el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte. Después la muerte se propagó a todos los hombres, ya que todos pecaban”. No obstante, también está presente la misericordia de Dios porque donde “abundó el pecado, sobreabundó la gracia” Rom. 5, 20.
Todos queremos ser buenos, aunque a estas alturas no basta con ser buena gente, ir más allá que es la santidad, ese debe ser el objetivo del actual católico. Al igual como existe la atención en la salud del cuerpo, lo mismo sucede con la salud del alma y su restauración recae en la confesión sacramental.
Y si hay un bloqueo para no reconocer el pecado o las tentaciones, la mejor manera de facilitar el panorama del alma es examinarse en relación con el amor por ejemplo ¿trato con amor a mi prójimo o abuso de ellos a favor de mis propósitos?, ¿en casa contribuyo con la paciencia y la justicia o azuzo los problemas?, ¿presto atención a mis padres en todas sus necesidades?, etc. además recorrer los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, otra ayuda es responder a las 30 preguntas que el papa Francisco sugirió para una efectiva confesión, estas son:
En relación a Dios
1. ¿Solo me dirijo a Dios en caso de necesidad?
2. ¿Participo regularmente en la misa los domingos y días de fiesta?
3. ¿Comienzo y termino mi jornada con la oración?
4. ¿Blasfemo en vano el nombre de Dios, de la Virgen, de los santos?
5. ¿Me he avergonzado de manifestarme como católico?
6. ¿Qué hago para crecer espiritualmente, cómo lo hago, cuándo lo hago?
7. ¿Me revelo contra los designios de Dios?
8. ¿Pretendo que Él haga mi voluntad?
En relación al prójimo
9. ¿Sé perdonar, tengo comprensión, ayudo a mi prójimo?
10. ¿Juzgo sin piedad tanto de pensamiento como con palabras?
11. ¿He calumniado, robado, despreciado a los humildes y a los indefensos?
12. ¿Soy envidioso, colérico, o parcial?
13. ¿Me avergüenzo de la carne de mis hermanos, me preocupo de los pobres y de los enfermos?
14. ¿Soy honesto y justo con todos o alimento la cultura del descarte?
15. ¿Incito a otros a hacer el mal?
16. ¿Observo la moral conyugal y familiar enseñada por el Evangelio?
17. ¿Cómo cumplo mi responsabilidad de la educación de mis hijos?
18. ¿Honro a mis padres?
19. ¿He rechazado la vida recién concebida?
20. ¿He colaborado a hacerlo?
21. ¿Respeto el medio ambiente?
En relación con nosotros mismos
22. ¿Soy un poco mundano y un poco creyente?
23. ¿Como, bebo, fumo o me divierto en exceso?
24. ¿Me preocupo demasiado de mi salud física, de mis bienes?
25. ¿Cómo utilizo mi tiempo?
26. ¿Soy perezoso?
27. ¿Me gusta ser servido?
28. ¿Amo y cultivo la pureza de corazón, de pensamientos, de acciones?
29. ¿Nutro venganzas, alimento rencores?
30. ¿Soy misericordioso, humilde, y constructor de paz?
No obstante, para el sacramento del perdón se requiere una disposición sincera, de humildad, de arrepentimiento, de un propósito de cambiar y alejarse de las tentaciones y obediencia para cumplir las penitencias dadas por el sacerdote.
Jesús dejó una ayuda para levantarnos de las caídas y recuperar su amistad. En Jn 20, 22-23 indica: “Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió “reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Así que parafraseando una oración de la Madre Teresa de Calcuta rescatamos “Confiésate como si fuera la primera, la última o la única vez”.
Licenciada en Ciencias de la comunicación. Dispuesta a mejorar en el campo profesional para entregar buenos trabajos que agraden a Dios. La Virgen María, San José y San Miguel Arcángel son las luces constantes en su camino.