Benedicto XVI afirma que el amor es una fuerza extraordinaria que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y la paz. Pero el Papa indica que el amor y la justicia también exigen la verdad.

  1. El Universo es sordo e indiferente.

En el mundo actual existe la tendencia de relativizar la verdad a todos los niveles de la vida, familiar, social, económico y político. Nadie puede confiar en el otro. El amor y actos desinteresados son imposibles. La revolución estudiantil de Paris, 1968, fue la expresión del siglo XX. Querrían deshacerse de deberes y obligaciones. Nadie está dispuesto para hacer sacrificios o esforzarse y luchar para ideales. Prohibido lo prohibido. Ya no se puede hablar de la moral. Todo era político. Sin embargo, no logaron cambiar la sociedad. Solo lograron ridiculizar las normas éticas y burlarse de las autoridades a todo nivel, en la familia, en los centros educativos, en el trabajo y a nivel nacional. Entramos en la sociedad de del individualismo puro. Hans Kung lo expresa de una manera más profunda: “O bien digo no a una meta principal de la vida humana, del proceso del mundo, y entonces las consecuencias son incalculables. En efecto, como dice Jacques Monod, ateo, premio nobel de biología, evocando con razón, el “Sísifo” de Camus: Cuando el hombre acoge este mensaje negativo con todo su significado, tiene que despertar por fin del sueño milenario, y reconocer su total desamparo, su exilio radical. En este momento sabe que, como un gitano, tiene su puesto en la periferia del universo, del cual es sordo para su música e indiferente ante sus esperanzas, sufrimientos y delitos” (Küng, ¿Vida Eterna?, 2011, 368, Ed. Trotta).

En el universo nadie manda, nadie obedece y nadie es culpable. El ser humana se distingue de los animales solo por sus productos culturales. Marco Aurelio De Negri lo llamó la animalización.  En una sociedad donde predomina la satisfacción material, sin ideal o moral, se entiende la vida solo como gozar. El individualismo y el escepticismo no permiten creer en un fin que me invita transcenderme o luchar para algo que no sea materia. La persona humana es un objeto material. Se busca solo el placer inmediato. En un mundo sin valores, el único valor que permanece es el del más fuerte: el poder.  

2. La Belleza del Amor.

El profesor Michel Serres comenta: Hace treinta años, cuando querría lograr el interés de mis estudiantes les hablaba de la política; cuando querría hacerlos reír les hablaba de la religión Hoy en día es lo contrario; cuando quiero lograr su interés les hablo de la religión, cuando quiero hacerles reír les hablo de la política (Citado en ¿“Le Capitalisme est il moral? de Comte Sponville).  Juan Pablo II logró, en la década de ochenta, convocar a un millón de jóvenes en París porque la juventud busca un sentido en la vida. Una comunidad de valores es necesario para las oportunidades de la vida.

“Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se

convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente

(Benedicto,XVI, encíclica Caritas in Veritate).  La fuerza del amor y de la verdad no recibimos del Universo sino tienen su origen en Dios. Se necesita unir la caridad con la verdad y a la verdad con la caridad.  Le permite establecer relaciones auténticas y valiosas con las otras personas. En el ambiente cultural actual que relativiza la verdad, vivir la caridad en la verdad hace descubrir y experimentar la importancia de los valores cristianos.

“Entonces no seremos ya niños zarandeados y llevados por cualquier viento de doctrina o invento de personas astutas, expertas en el arte de engañar. Por el contario, estaremos en la verdad y el amor, iremos creciendo cada vez más para alcanzar a aquel quien es la cabeza, Cristo. El hace que el cuerpo crezca, con una red de articulaciones que le dan armonía y firmeza, tomando en cuenta y valorizando las capacidades de cada uno. Y así el cuerpo se va construyendo en el amor (San Pablo, Efesios, 4, 15-16).  Él está aquí entre nosotros. Su presencia nos transforma. Nos transformamos en personas que aman. Decidimos quedarnos en el amor verdadero.

Por Fray Johan Leuridan Huys