El milagro del pergamino en el Convento de Santo Domingo
Tuvieron que pasar 400 años para develar uno de los misterios mejor guardados en el Convento de Santo Domingo: la identidad del autor de la impactante imagen del Cristo de la Sangre.
«Es un milagro», fue lo primero que dijo fray Luis Enrique Ramírez Camacho, prior del Convento de Santo Domingo de Lima. «Pero es un milagro de la restauración», añadió al describir el hallazgo.
Luego de dos años de trabajos de recuperación patrimonial en el altar mayor, los expertos decidieron restaurar la imagen hiperrealista del Cristo de la Sangre, cuyo autor se desconocía hasta hace una semana.
Los trabajos incluyeron la limpieza de casi diez capas de pintura que cubrían la antiquísima imagen del crucificado. «Rescataron hasta las venas talladas de la obra original», recuerda el padre Luis Enrique. «Lo que sucede es que en cada festividad cuando veían que el Cristo estaba ‘malito’ era ‘retocado’ por artesanos locales. Recién ahora se hizo un trabajo con restauradores profesionales», agrega.
En pleno trabajo, los restauradores del equipo dirigido por don Manuel Palma Oquendo, identificaron una rajadura en la espalda de la imagen que resultó ser una pequeña tapa.
Al revisar en el interior descubrieron un antiquísimo pergamino fechado en 1619, escrito por el autor de la escultura, el sevillano Martín Alonso de Mesa.
«Claro que es un milagro», insiste Pedro Gjurinovic Canevaro, ex director del Instituto Nacional de Cultura. «Es como hallar una cápsula del tiempo pues durante siglos se ignoró la autoría de esta imagen, que es una verdadera joya del arte religioso peruano…. y hoy tenemos la certeza de haber identificado a su autor».
«A la vista de esta bien lograda imagen y la leyenda depositada al interior de su espalda, es fácil certificar que la obra la hizo Martín Alonso de Mesa (Sevilla 1573 – Lima 1626), quien llegó a Lima en 1603, con el estilo adoptado de Martínez Montañés, siendo ejecutada la obra en 1619», describe Gjurinovic.
Y añade que «la caligrafía en el documento ahonda a favor de esta autoría, toda vez que corresponde a la época como su redacción».
«Este Cristo de madera luce una corona de espinas tallada, simulando una natural. La cabeza y la mirada están orientadas hacia el Altísimo, y permanece con los ojos abiertos, como diciendo ‘Padre por qué me has abandonado’. Los brazos y antebrazos muestran la anatomía de Cristo, cuyo cuerpo está tensado. El sudario ha sido varias veces mutilado para ser reemplazado por otros materiales. Hoy ha sido reconstruido por los restauradores. Se han respetado sus finas fluctuaciones de color, lejos de un toque de tenebrismo, que permiten a pesar del dramatismo de su anatomía a un equilibrio entre la belleza física y el transporte espiritual», añade el experto en arte religioso y destacado investigador de los dominicos.
Gjurinovic afirma que «es larga la lista de obras en las cuales ha intervenido Martín Alonso de Mesa en Lima y de las cuales muchas han desaparecido. Entre las existentes podemos señalar los relieves del Santo Crucificado en la iglesia de la Merced. Existe también un relieve de la Coronación de la Virgen en el momento de su Asunción y que hoy se encuentra en el Monasterio de la Concepción de Ñaña. En la Catedral de Lima está la escultura en posición orante del arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero. Además, también hay dos esculturas en el templo de las Cistercienses, una de ellas representa a San Benito y otra a San Bernardo».
Cristo de la sangre
Los fieles y turistas que visitan el Convento de Santo Domingo, en el Centro Histórico de Lima, no pueden permanecer indiferentes ante el dramático hiperrealismo del Cristo crucificado que gobierna el altar mayor del templo.
Unos dicen que es tan real que «se puede oír el último suspiro del Salvador». Otros, más terrenales, aseguran que el tenebroso impacto de la imagen «debió inspirar a Mel Gibson para su film La Pasión de Cristo».
Lo cierto es que la imagen es conocida como el Cristo de la Sangre y representa los momentos previos a la muerte del crucificado, justo cuando implora la cuarta palabra: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
La imagen tiene casi 1.75 metros de altura, y el artista utilizó para su elaboración tres piezas (cuerpo, cabeza y extremidades) de cedro nicaragüense.
De Ramírez a Ramírez
Fray Luis Enrique revela que desde comienzos del siglo XVII, el Cristo de la Sangre ocupó el frontis del balcón interior del coro, ubicado sobre la puerta de ingreso a la nave del templo.
Pero a comienzos del siglo XX fue reubicado en el retablo del altar mayor. «San Martín de Porras, Santa Rosa de Lima y San Juan Masías deben haber orado ante esta imagen», asegura el prior.
Gjurinovic rescata otro sorprendente detalle de este hallazgo: «Cuando se instaló el Cristo de la Sangre, el prior de San Domingo de Lima era fray Salvador Ramírez. Cuatrocientos años despúés, la restauración y el hallazgo del autor ocurre durante el mandato del prior Luis Enrique Ramírez».
El experto en arte religioso sostiene que «es plausible la iniciativa de la Provincia Dominicana de San Juan Bautista en el Perú, a través de su Provincial, Fray Juan José Salaverry Villarreal y el de su Prior del Convento de Santo Domingo en Lima, Fray Luis Enrique Ramírez Camacho de recuperar parte de su rico patrimonio histórico artístico».
El padre Luis Enrique revela además que la imagen ahora restaurada «ha renovado la veneración a la preciosa sangre y las santas llagas, que inspiró Marta María Chambon. Es un Cristo agonizante, no muerto», añade mientras repite una antigua oración: » Miro este cuerpo sagrado/ cómo está lleno de plagas,/ muy herido y desgarrado;/ todo está descoyuntado: ¿viste nunca tales llagas?».
vida y obra
Para conocer la vida y obra de Martín Alonso de Mesa nada mejor que el estudio Una escultura de Martín Alonso de Mesa y otras noticias, escrito por Rafael Ramos Sosa, de la Universidad de Sevilla. (*)
Luego de describir los múltiples trabajos del artista al que califica como «ensamblador y escultor», Ramos sostiene que «puede constatarse cómo con el paso de los años, Mesa se siente y trabaja cada vez más como escultor. Va dejando en manos de otros los encargos de ensambladura de retablos traspasándolos o subcontratándolos y reservándose la escultura».
Añade que «la llegada de nuevos escultores y arquitectos, una generación artística más joven, forzó la creatividad de Martín Alonso, con tal de demostrar su valía e idoneidad, intentando aportar novedades o identificarse con las nuevas tendencias de la plástica: composiciones más abiertas, naturalismo y movimiento, propios del primer barroco que ya campeaba en la Metrópoli». La república.
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