Homilía del domingo del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Nunca podremos entender lo que significa la donación de Dios a la humanidad.
Se trata de gracia sobre gracia y luego más gracia.
El Padre Dios nos entrega a su Hijo, luego nos da el Espíritu Santo.
Cuando los hombres matan a Jesús Él resucita y sube al cielo.
La humanidad sorprendida escucha a Jesús que promete quedarse con nosotros hasta el fin del mundo.
¿Y cómo será posible esto?
Por medio de la gracia Jesús habita en nosotros con el Padre y el Espíritu Santo.
Después, de un modo impensable, ha inventado la Eucaristía para estar siempre con nosotros.
Más aún. Entra en nuestro cuerpo como alimento que santifica.
¿Quién pudo imaginar esto jamás?
Por eso la Iglesia en este día quiere mostrar su amor a su esposo con flores, alfombras, adoración, pasearlo por las calles y recibir el homenaje de adoración de sus hijos.
Ya que este año casi ninguno podrá hacerlo como de costumbre en las calles, que Jesús encuentre un trono en cada corazón y en él mucho amor.
- Deuteronomio
El símbolo de la Eucaristía ha sido, evidentemente, el maná.
En pleno desierto Dios alimentó a su pueblo con aquel pan misterioso y agua salida de la roca.
Ambos son símbolo de la Eucaristía pero con una gran diferencia, lo dirá Jesús:
“Vuestros padres comieron el maná en el desierto pero todos murieron”. En cambio quien coma la Eucaristía vivirá para siempre.
- Salmo responsorial
En esta solemnidad de Corpus Christi procuremos, de una manera especial, glorificar a Dios porque nos ha fortalecido con el Santísimo Sacramento: “ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina”.
En esta expresión podemos entender nosotros ahora que lo mejor del trigo es el consagrado en la santa misa.
- San Pablo a los corintios
El apóstol nos explica y quiere sacar una conclusión importante:
El cáliz consagrado es la comunión con la sangre de Cristo lo mismo que el pan consagrado nos lleva a la intimidad con Cristo.
Algo así como muchos granos de uva o de trigo forman la unidad, los cristianos debemos formar un solo cuerpo por el amor ya que comemos el mismo pan y vino.
- Verso aleluyático
Nos recuerda lo esencial de la fiesta de hoy; es decir, que Jesús es el pan vivo y quien lo come vivirá para siempre: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”.
De esta manera la palabra de Jesús confirma la eficacia salvadora que encierra este sacramento.
- Evangelio
Pertenece al capítulo seis de San Juan y recoge la promesa de la Eucaristía.
Aunque algunos hombres de hoy, como los judíos que escuchaban a Jesús, solo entienden que se trata de pan y vino, la fe nos asegura que en esos elementos está Jesús con su cuerpo, sangre, alma y divinidad.
No podemos más que agradecer a Jesucristo la generosidad de estar dentro de nosotros para ir purificándonos y santificándonos.
Cuentan de santo Tomás de Aquino, el gran teólogo enamorado de la Eucaristía, que acercaba su cabeza al sagrario como para sentir palpitar el corazón divino y humano de Jesús.
Esta fue siempre la fe de los verdaderos cristianos que entendemos y vivimos de la palabra del Señor:
“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
Nosotros mantengamos la fe y nuestra gratitud por este gran misterio eucarístico que es Jesús, Dios y hombre verdadero, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad y que quiere ser la certeza de la felicidad eterna.
José Ignacio Alemany Grau, obispo
Redentorista. Obispo Emérito de Chachapoyas y escritor. Cada semana comparte a ‘Perú Católico’ su Homilía dominical.