Este domingo nos presenta la liturgia hermosos rasgos de generosidad de los protagonistas, pero siempre descubrimos que Dios nos gana a todos.

  • Génesis

Es famosa la encina de Mambré, junto a la cual Abraham colocó su tienda de campaña y a ella se dirigió el Señor, cierto día, para hablarle cuando estaba sentado en la entrada de su tienda.

El patriarca se postra en tierra, en adoración, y de inmediato manifestó su gran hospitalidad y la felicidad que sentía ante la visita del Señor que había llegado en la apariencia de tres hombres.

Sabemos que en esto los Santos Padres ven una especie de imagen de la Santísima Trinidad. Son tres hombres y solo uno de ellos habla.

Abraham les ofrece lo mejor que tiene y, mientras comen, él está de pie bajo la encina. Al terminar, Dios cumple la promesa, tantas veces repetida y esperada con ansiedad: «Cuando vuelva a ti dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo».

Por fin, después de veinticinco años, Abraham reconoce que Dios es fiel y le va a regalar el heredero, que viene de una forma especial, cuando los dos son muy ancianos y Sara estéril.

Una vez más vemos que para Dios nada es imposible.

  • Salmo 14

Presenta al hombre que puede llamarse «justo» y que se distingue por estos detalles:

«El que procede honradamente y practica la justicia. El que no calumnia con su lengua ni hace mal a su prójimo, ni difama al vecino. El que honra a los que temen al Señor (…). El que obra así, nunca fallará».

  • San Pablo

El apóstol se alegra de sufrir por los colosenses porque así «completo en mi carne los dolores de Cristo sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia».

Esto no quiere decir que la ofrenda de Jesús estuvo incompleta, sino que Pablo se ofrece por la Iglesia que Dios le ha confiado a él «dándole el encargo de anunciar a todos, el mensaje completo que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y ahora ha revelado»: que la salvación no era solamente para el pueblo de Israel sino para todos los hombres.

Doble enseñanza para nosotros: llevar el Evangelio a todos los hombres como pidió Jesús y ofrecer todos los sufrimientos, pequeños o grandes, por la salvación de la humanidad.

  • Verso aleluyático

Nos invita a guardar la Palabra de Dios y cumplirla hasta dar fruto abundante:

«Dichosos los que con un corazón noble y generoso guardan la Palabra de Dios y dan fruto perseverando».

  • Evangelio

Nos relata que Jesús llegó a Betania y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa, donde ella vivía con sus hermanos María y Lázaro.

La escena es interesante:

Marta, como responsable de todo, se desvive por preparar la comida para Jesús que ha llegado de visita con sus apóstoles. Mientras tanto, su hermana María, está a los pies de Jesús, escuchando la palabra del Señor.

Llega un momento en que Marta se siente tensa y le pide a Jesús: «¿Señor, no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».

En la interpretación de este hecho y sobre todo en la conclusión que saca Jesús: «María ha escogida la mejor parte y no se la quitarán», ven muchas personas la doble actitud de la vida espiritual: la contemplación y la acción.

¿Cuál de las dos es más importante?

Yo pienso que, como las dos cosas son necesarias en la Iglesia de Jesús, el que viva con más responsabilidad y generosidad será el más importante para Dios.

José Ignacio Alemany Grau, obispo