Homilía del Domingo XXIV del Tiempo Ordinario: Me pondré en camino
«Miren lo que (Dios) ha hecho conmigo, que primero me cansé de ofenderle, que su Majestad de perdonarme».
Estas palabras humildes de santa Teresa de Jesús son buena introducción para este domingo que nos habla de la misericordia de Dios.
- Éxodo
Israel se construye un becerro de oro y lo adora porque Moisés tarda en bajar del monte Sinaí.
Dios quiere castigar al pueblo, pero Moisés intercede por él recordándole a Dios sus promesas.
El Dios de la misericordia, dice el texto bíblico, «se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo».
El decir que «se arrepintió» es un antropomorfismo; una manera de habla al modo como hacemos los humanos, porque Dios no puede arrepentirse ya que nunca hace las cosas mal.
- Salmo 50
Es un salmo que todos conocemos y que pertenece al rey David cuando se arrepintió de su pecado.
Será bueno que hoy nos unamos a los sentimientos del rey profeta aprovechando el tema de la misericordia:
«Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito; limpia mi pecado.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Señor, me abrirás los labios y mi boca proclamará tu alabanza».
- San Pablo
El apóstol abre el corazón a su amigo, el obispo Timoteo, descubriendo con humildad su pasado del que Dios lo libró y perdonó en su infinita misericordia.
«Dios tuvo compasión de mí (…) Me hizo capaz, se fio de mí y me confió este ministerio (…) A mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente».
«El Señor derrochó su gracia en mí dándome la fe y el amor en Cristo Jesús».
En su humildad, Pablo, que vivía con fidelidad la revelación del Antiguo Testamento se presenta humildemente agradeciendo la misericordia divina.
- Verso aleluyático
La liturgia nos recuerda con San Pablo que Dios reconcilió el mundo con Él por medio de Jesucristo.
Pero su misericordia ha sido mayor porque ha confiado a los apóstoles y sus continuadores el poder de reconciliar a los hombres con Dios.
- Evangelio
A través de una breve parábola nos habla San Lucas de la misericordia de Dios que busca al pecador, como el buen pastor a la oveja perdida y se siente feliz al conseguir traerla de nuevo al redil.
Brevemente nos habla también de la alegría que hay en el cielo por el pecador que vuelve arrepentido, algo así como la mujer que recupera la moneda que se le había perdido y lo celebra con sus vecinas.
A continuación, relata el evangelista la gran parábola de la misericordia divina representada por un padre que pierde a su hijo, que ha roto la comunión con la familia.
El padre lo espera siempre y lo acoge al volver con inmenso cariño, a pesar de que vuelve flaco y pobre, pero arrepentido.
Entonces el padre hace la gran fiesta en la casa.
El hermano mayor no puede entender a su padre, lo mismo que los fariseos y escribas a quienes dedica Jesús las tres parábolas, porque ellos no aceptan a los publicanos y a los pecadores creyéndose los perfectos ante Dios y ante los hombres.
El padre hace un último esfuerzo para ganarse al hijo mayor, pero no lo consigue a pesar de su cariño y su ternura:
«Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado».
Confiemos siempre en la misericordia infinita de nuestro Dios que nos ama.
José Ignacio Alemany Grau, obispo
Redentorista. Obispo Emérito de Chachapoyas y escritor. Cada semana comparte a ‘Perú Católico’ su Homilía dominical.