Homilía del Domingo XXVI del Tiempo Ordinario: Decir que sí y hacerlo 

Muchas veces en nuestra vida espiritual hemos oído y hemos repetido que debemos hacer la voluntad de Dios. El ejemplo primero es el de Jesucristo que se encarnó para hacer la voluntad del Padre. El siguiente ejemplo que admiramos es el de la Virgen María, Madre de Jesucristo, que se puso a disposición de Dios con las conocidas palabras: «Hágase en mí según tu palabra».

Por nuestra parte, repetimos diariamente, como nos enseñó Jesús: «Hágase tu voluntad».

El mensaje de este día quiere fortalecernos en el cumplimiento de la divina voluntad.

  • Ezequiel

El profeta nos anima a ser responsables de nuestras acciones delante de Dios:

«Cuando el justo se aparta de su justicia comete la maldad y muere; muere por la maldad que cometió.

Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida».

El profeta saca la conclusión de que cada uno es responsable de sus actos ante el Señor que juzga con justicia.

  • Salmo 24

«La misericordia del Señor es eterna». Pidamos que nos enseñe sus caminos:

«Señor, enséñame tus caminos, haz que camine con lealtad… Recuerda, Señor, que tu ternura y misericordia son eternas».

Apoyados en esa bondad, pedimos a nuestro Dios que perdone nuestros pecados y las maldades de nuestra juventud: «El Señor es bueno y es recto y enseña el camino a los pecadores».

Vivamos con humildad para que Dios nos enseñe sus caminos y tenga misericordia de nosotros.

  • San Pablo

Pide a los filipenses, presionándolos por el afecto mutuo entre Pablo y ellos, que vivan la caridad fraterna, no buscando sus propios intereses, sino pensando en el interés de los demás.

Este es el cariño de Pablo con la comunidad de Filipos: «Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas dadme esta gran alegría». Y les pide que se mantengan concordes teniendo unos mismos sentimientos y un mismo amor.

A continuación, les pide que tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Y tenemos un párrafo precioso que nos hace pensar en la humillación de Jesucristo que, siendo Dios, se hace esclavo de todos. Y nos lo presenta así:

«Actuando como un hombre cualquiera se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz».

Por su parte, el Padre Dios, al ver su humillación, lo exaltó por encima de todos los seres humanos y de todo lo que existe, dándole «el nombre sobre todo nombre» es decir, el nombre de Señor, Kyrios: «Y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre!».

  • Verso aleluyático

Jesús nos invita a ser dóciles con Él como las ovejas con su pastor:

«Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen».

  • Evangelio

La parábola de Jesús se puede prestar a confusión y llevarnos a sacar la conclusión de los que escuchan, diciendo que el primero de los hijos cumplió la voluntad del padre. Veamos:

Un padre tiene dos hijos y los envía a trabajar a su viña. El primero, contesta a su padre: «No quiero». Pero después recapacitó y fue. El segundo, en cambio, contestó a su padre: «Voy, señor». Pero no fue.

Lo que nos presenta la parábola es cómo cumplimos la voluntad de Dios. Y aunque la gente, al preguntarle Jesús quién hizo la voluntad del Padre, contestó: «el primero», de hecho, tenemos que aceptar que ninguno la hizo bien, porque tenía que haberle dicho: «voy» e «ir» a la viña a trabajar.

Por nuestra parte, lo que tendríamos que hacer es lo que dijimos al principio de esta reflexión: escuchar la voluntad de Dios y poner todo nuestro empeño en cumplirla.

José Ignacio Alemany Grau, obispo