Homilía del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario: La Palabra no está encadenada

La liturgia de este domingo XXVIII del tiempo ordinario profundiza en la fe que necesitamos para recibir los dones de Dios.

Recordemos cómo Jesús, para hacer sus milagros, siempre pedía fe o desde el principio alababa a los que tenían verdadera fe al pedirle una curación.

  • Libro 2 de Reyes

Eliseo, el gran taumaturgo, curó milagrosamente la lepra que tenía Naamán, general del rey de Nínive.

Al verse curado Naamán ofreció grandes regalos que Eliseo no quiso aceptar. Entonces el general hace un gran acto de fe en el Señor:

«Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel».

Aunque Eliseo, a pesar de la insistencia rehusó el regalo, le dijo Naamán:

«Entonces que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor».

  • Salmo 97

El salmista nos invita a glorificar al Señor y a dar a conocer las obras grandes que hace en favor nuestro:

«Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas… El Señor da a conocer su victoria… Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios».

  • San Pablo

El apóstol invita a Timoteo a seguir su ejemplo en la predicación del Evangelio y le dice que por hacerlo él está prisionero:

«Yo estoy encadenado pero la Palabra no».

Por eso, entre cadenas, sigue evangelizando para que los elegidos obtengan la salvación lograda por Cristo Jesús con la gloria eterna.

Ojo, amigos, la historia de la Iglesia nos enseña que es verdad que «la Palabra no está encadenada». Por eso, a pesar de tantas persecuciones y martirios, los verdaderos fieles han seguido anunciando la Palabra hasta el final de su vida.

Finalmente, meditemos cómo termina San Pablo este párrafo:

«Es doctrina segura: si morimos con Él, viviremos con Él. Si perseveramos, reinaremos con Él. Si lo negamos, también Él nos negará. Si somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo».

  • Verso aleluyático

Se trata de una invitación importante que nos hace San Pablo para que seamos agradecidos con Dios:

«Dad gracias a Dios en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto a vosotros».

  • Evangelio

Una vez más la liturgia va a resaltar la importancia que da Jesucristo a la fe para realizar milagros.

Diez leprosos piden a gritos al Señor:

«Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros».

Jesús les pide que cumplan la ley que manda a los sanados de la lepra que se presenten al sacerdote.

Mientras van, se curan por el camino y de los diez únicamente uno, y este extranjero, se vuelve a Jesús para agradecerle.

Jesucristo aparece al mismo tiempo muy humano y muy divino:

«¿No han quedado limpios los diez? ¿Los otros nueve, dónde están? ¿No ha vuelto más que un extranjero para dar gloria a Dios?»

Y la gran conclusión:

«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

José Ignacio Alemany Grau, obispo