La liturgia nos sigue invitando a meditar la reflexión de Jesús en la última cena.

A Jesús le cuesta irse, pero advierte que se va y se queda, en fin de cuentas, es Dios verdadero y lo puede hacer.

  • Hechos de los Apóstoles

Este libro escrito por San Lucas nos va contando los inicios de la Iglesia de Jesús. Ya hemos visto cómo empezó el servicio de los diáconos, que se convirtió en sacramento.

Hoy nos cuenta también cómo se hace la distinción entre el bautismo y la confirmación, porque dice que los apóstoles, al ver cómo se extendía la Palabra de Dios y el bautismo, mandaron a Pedro y a Juan «ellos bajaron hasta Samaría y oraron por los fieles para que recibieran el Espíritu Santo… Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo».

  • Salmo 65

Después de escuchar la Palabra de Dios, lógicamente brota del corazón agradecido la alabanza al Señor e invita a que todos lo hagamos:

«Aclamad al Señor la tierra entera. Tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria».

Y continúa invitándonos:

«Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los hombres».

Alabanza y gratitud.

  • San Pedro

En su primera carta nos invita, una vez más, a admirar la grandeza de la entrega de Jesús que «murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables para conducirnos a Dios».

Lo más admirable para nosotros es saber que «lo mataron por ser hombre, pero como poseía el Espíritu fue devuelto a la vida».

Glorifiquemos al Señor por tantas maravillas como hizo en Jesús para todos nosotros.

  • Verso aleluyático

Este versículo extrae unas palabras del Evangelio del día, que haremos muy bien en meditar profundamente, porque se trata de una de las maravillas más grandes de la gracia de Dios para nosotros:

«El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a Él».

  • Evangelio

Continúa San Juan, en su capítulo 14, invitándonos a profundizar y cumplir las enseñanzas de Jesús. Es Jesús mismo quien nos dice que si tenemos un verdadero amor debe traducirse en el cumplimiento de los mandamientos.

Y ahora, ya próximos a Pentecostés, la liturgia nos va llevando hacia el encuentro con el Espíritu Santo:

«Yo pediré al Padre que os dé otro defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad».

Aunque Jesús promete el Espíritu Santo debió sentir que los apóstoles creyeron que se iba Jesús y vendría el Espíritu Santo. Por si acaso les aclaró: «No os dejaré huérfanos», haciéndoles ver que Jesús resucitará tras su muerte y permanecerá siempre con ellos, de otra manera, desde el seno del Padre adónde va:

«Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre y vosotros conmigo y yo con vosotros».

Ese es el milagro de amor más grande que nunca pudimos imaginar:

¡Dios, Jesús y nosotros en una unidad eterna!

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En este domingo, DÍA DE LA MADRE, en pleno mes de mayo, felicito a todas las Madres, deseándoles que puedan imitar la ternura y dedicación de la Madre de Jesús.

José Ignacio Alemany Grau, obispo