Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

En el introito de mi serie sobre los protagonistas de la independencia y forjadores de la peruanidad, considero a nuestros santos como los pilares fundamentales. De modo implícito o explícito han estado presentes en la formación del Perú. Junto a los cinco santos, hay que recordar a los beatos, siervos de Dios tanto en el virreinato como en la etapa republicana.

Baste con recordar que el 8 de octubre de 1821, Rosa de Lima declarada Patrona de la Orden del Sol, por iniciativa del libertador y protector del Perú José de San Martín, que la creó con el objetivo de premiar los servicios que diversas personas civiles y militares habían realizado a favor de la emancipación nacional, y que fueron clasificados en tres categorías: Fundadores, Beneméritos y Asociados. En su artículo 26, se señaló que: “Se declara por patrona y tutelar de esta orden a Santa Rosa de Lima, en cuya festividad se celebrará todos los años una función solemne en la iglesia de Santo Domingo, a que asistirán todos los miembros presentes de la Orden. Igual función se celebrará en aquella iglesia el 8 de setiembre, aniversario del desembarco del Ejército Libertador en Pisco. Dado en el Palacio Protectoral el 8 de octubre de 1821, José de San Martín, Bernardo Monteagudo”.

El lugar elegido corresponde con el que custodian los restos de Isabel Flores de Oliva, que en 1671 fue canonizada por el papa Clemente X, proclamándola “Principal Patrona del Nuevo Mundo”. Se celebraba, por tanto, el sesquicentenario, los 150 años de ser elevada a los altares. Cinco años antes, el 14 de setiembre de 1816, el Congreso de Tucumán la declaró patrona de las Provincias Unidas del Plata y animó a todas las nacientes repúblicas a confiaren la ‘intervención divina’ de Santa Rosa en la liberación de América.

En estos tiempos de pandemia en que hasta el recuerdo del bicentenario patrio peligra, bueno es evocar su memoria y contar con su intercesión. Ellos vivieron en el Perú, oraron, amaron y se comprometieron por su patria, especialmente en tiempos difíciles. De Toribio Mogrovejo, segundo prelado limeño y patrono de todos los obispos de América, se lee que- “en el tiempo de las viruelas, que fue peste general en aquel Reino, proveyó de botica y médico y barbero a todos los pobres  y al hospital de san Lázaro, de todo lo necesario; En especial, en el tiempo de las viruelas y peste general que hubo en este reino, que por estar todos los indios en sus casas caídos con la dicha enfermedad, se andaba el dicho señor Arzobispo de casa en casa, a confirmarlos, sufriendo el hedor pestilencial y materia de la dicha enfermedad”.

Martín de Porres convirtió el convento en hospital. “Y en este tiempo hubo una peste en esta ciudad de una enfermedad que llaman alfombrilla o sarampión en la cual tuvo este testigo en su enfermería sesenta enfermos, los más de ellos mancebos novicios. Esta enfermedad daba crueles calenturas que se subían a la cabeza… El siervo de Dios estuvo sin parar de día y de noche, acudiendo a dichos enfermos con ayudas, defensas cordiales, unturas, llevándoles también a medianoche azúcar, panal de rosa, calabaza y agua para refrescar a dichos enfermos.

Francisco Solano, cuando en 1604 Arequipa se vio afectada por la peste del vómito negro, predicó contra los pecados capitales, llenándose las iglesias; cientos de personas hicieron penitencia y pidieron a gritos que se expusiese el Santísimo. Un año después, en diciembre de 1605, abandonando su retiro y con un crucifijo en la mano, salió por calles y plazas exhortando a todos a la penitencia por sus pecados. “La vista de aquel fraile, espejo de la penitencia, el ardor de su mirada y el fuego de sus palabras, conmueve a sus oyentes; le siguen hasta la plaza mayor y allí el gentío se hace cada vez más numeroso de tal manera que deben dejar abiertas las iglesias por petición popular de la confesión”.

Juan Macías visitaba a los pobres de los hospitales: “les daba los dulces y las flores; y les untaba las manos con el agua de olor para que se recreasen; les amonestaba a la paciencia en su pobreza y achaques, y les aconsejaba el amor de Dios y mudanza de sus vidas”.

Rosa de Lima “curaba a todos los que podía y para este efecto, los traía a su casa doliéndose de sus enfermedades, sin reparar que fuesen negros o indios, ni de enfermedades asquerosas”

Culmino invitándoles a orar como hiciese nuestro Papa Francisco ante las reliquias de los cinco santos peruanos en la Catedral limeña

Dios y Padre nuestro…te agradecemos de manera especial la santidad florecida en nuestra tierra. Nuestra Iglesia arquidiocesana, fecundada por el trabajo apostólico de santo Toribio de Mogrovejo; engrandecida por la oración, penitencia y caridad de santa Rosa de Lima y san Martín de Porres; adornada por el celo misionero de san Francisco Solano y el servicio humilde de san Juan Macías; bendecida por el testimonio de vida cristiana de otros hermanos fieles al Evangelio, agradece tu acción en nuestra historia y te suplica ser fiel a la herencia recibida”.

*No olvides de ingresar a este enlace en donde encontrarás todos los personajes que forjaron nuestra independencia: https://perucatolico.com/c/la-iglesia-ante-el-bicentenario/

Foto del autor de esta sección y de este artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito.