Forma para descalificar a la Iglesia Católica: burlarse y agredirla
En Israel el rabino Benzi Gopstein ha propuesto prohibir ciertas celebraciones cristianas en su país, calificando a los cristianos como «vampiros que chupan nuestra sangre», y ha justificado el ataque a iglesias cristianas en oriente, como camino para expulsar los «cultos idolátricos»[1]. En Inglaterra una mujer de 50 años pidió hace poco el derecho a la eutanasia porque «no se sentía ni joven ni bella», ante lo cual la corte declaró el derecho como válido porque «sin juventud ni belleza la vida de esta mujer carece de “chispa”»[2]. Esta mujer con varios matrimonios a cuesta y una cantidad grande de aventuras, tenía tres hijas a las cuales no cuidaba. Cuando la Iglesia reclama que ella no tiene derecho a solicitar la eutanasia, se critica a la Iglesia pidiéndole que no se meta, e incluso se le amenaza con demandas. Y en Francia la revista Charlie Hebdo saca carátulas ofensivas contra la Iglesia Católica y se acepta ello bajo el lema de «libertad de expresión».
Un derecho es lo que está acorde con una regla natural y busca ordenar la conducta humana. En la humanidad hubo durante muchos momentos consensos que regulaban la vivencia social y reconocían en los hombres la libertad que los hacía tener derechos. Por ejemplo a vivir libre, a la opinión, a los gustos, al trato igualitario, a las convicciones. Se plasmó ello en tratados de derecho internacional que reconociesen para todos la igualdad y las mismas oportunidades. El derecho reconoce la dignidad de cada uno, la necesidad de no discriminar y el dar la posibilidad a que todos ejerzan su libertad bien encaminada. Derecho del cual la Iglesia también goza, pues todos tenemos derecho a las creencias, la religión y las diversas opiniones. La Iglesia no impone a nadie la fe, no obliga. Pero como todos, tiene derecho. A existir, a expresarse, a ser respetada y a presentar sus posturas, así otros estén en desacuerdo. Y tiene el derecho, como todos, de dialogar. No de ser censurada y eliminada de la conversación, como el pensamiento único pretende.
Ahora bien, el derecho implica un deber; que la Iglesia los tiene y busca cumplir, pero que también tiene el derecho de exigir en los demás esos deberes. Ella tiene derecho a no ser maltratada, difamada, calumniada y a ser escuchada. Derecho a tener un espacio en la sociedad. Y si algunos no quieren creer sus postulados, son libres de no hacerlo, pero porque unos crean en otras ideas y unos digan no creer en ninguna, no existe motivo para descalificar a la Iglesia. Y así como la Iglesia tiene deberes y busca cumplirlos, necesita exigir que los demás los cumplan con sus deberes. Hoy, cual nueva forma de persecución, la Iglesia es agredida, insultada y privada de sus derechos.
Por eso, es importante afirmar hoy que en la búsqueda de la verdad mediante el trabajo conjunto y el diálogo de todos en la sociedad, la Iglesia tiene el derecho de participar con las mismas oportunidades que todos. Recortarle ese derecho bajo burlas, mentiras, falacias o ironías, es un abuso y un atropello a la libertad. Que el pensamiento único quiera privar a la Iglesia de su derecho fundamental de participar en la sociedad y opinar, es atropellar el derecho en sí; y hoy lo que hace este pensamiento único con la Iglesia, lo hará más tarde con la sociedad y quien se le oponga.
Por lo tanto, las falacias del pensamiento único por las cuales buscan callar a la Iglesia, deben ser enfrentadas. Con respeto, sin violencia, con educación y con razonamientos. Con argumentos y con la cabeza en alto, reclamando con moderación el justo derecho que tenemos como Iglesia a ser respetados y escuchados; el derecho que tenemos a participar del dialogo social sin ser tachados, y a que si se cree conveniente, se refute nuestras posturas, pero de modo alturado y con argumentaciones sólidas. Que alguien discrepe con la Iglesias, sus verdades, posturas y costumbres, no es un problema.
Pero con respeto y dialogo. Sin pretender por esas discrepancias robarle el derecho humano de estar presente, como todos, en la búsqueda social y común de la verdad.
Hoy instituciones, gobiernos, medios de comunicación, personalidades y entidades aducen el «derecho de libre expresión» para ofender a la Iglesia, como se ve con la revista Charlie Hebdo. Se difama a la Iglesia y se miente sobre ella sin que haya retractación y resarcimiento de la verdad. Se le condena sin hacerle juicio. Se le agrede por diversos lados sin que nadie la defienda. Entonces uno se pregunta ¿Y la tolerancia y respeto que reclama tanto el pensamiento único? ¿Acaso es una tolerancia a la medida y solo para algunos casos?
Con la estrategia de la ofensa, busca el pensamiento único quitarle peso, autoridad y respeto a la Iglesia. Un camino más por el que se busca retirar a la Iglesia del ámbito social.
Privar a la Iglesia de su derecho, ya sea con falacias, leyendas negras y mentiras o con burlas, es un método que el pensamiento único tiene desde hace mucho, buscado que la Iglesia no cuestione sus postulados y evidencie sus mentiras. Y así, se quede como dominador del escenario público.
[1] Ver: http://infovaticana.com/2015/12/23/un-rabino-llama-vampiros-a-los-cristianos-y-pide-su-expulsion/.
[2] Ver: http://infovaticana.com/2015/12/03/una-mujer-reclama-su-derecho-a-morir-por-no-ser-joven-y-bella/.
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