La Doctrina Social de la Iglesia y la vida económica, por P. Johan Leuridan Huys

Introducción

El presente artículo resume los principios de la Doctrina Social de la Iglesia Católica que deben orientar la vida económica. No se trata de una ideología que pretende explicar toda la realidad y cómo se puede o se debe transformarla al servicio del ser humano. En un artículo anterior en PERU CATÓLICO analizamos el “Vacío Ético y los Límites en las Ideologías del Liberalismo y del Socialismo”. Hemos comprobado el hecho de la corrupción también en los países con el nuevo Socialismo del siglo XXI a nivel de América latina. Los dirigentes terminaron sus mandatos con juicios por corrupción. En Nicaragua, Cuba y Venezuela los gobiernos se quedan en el poder por encarcelar los líderes opositores y no permitir la supervisión de las elecciones por organismos extraños.

Previamente repetimos ahora brevemente el problema de las ideologías.

En primer lugar, el siglo XX terminó con el fracaso de las ideologías del Liberalismo y del Socialismo. La filosofía postmoderna nos hizo ver los límites de la razón. Las ideologías no conocen toda la realidad y mucho menos pueden dar soluciones a todos los problemas. Muchos de la izquierda no entendían el fracaso de la URSS con excepción de China que entendía la necesidad de la libertad en la vida económica.

En segundo lugar, las ideologías del Liberalismo, del Socialismo y de la nueva ideología de la Tecnología definen al hombre como un subproducto de la economía.  El ser humano está determinado por las necesidades históricas materiales. No hay espacio para una conciencia persona. No sorprende la corrupción.

El Socialismo, por estatizar la producción, no logra resolver el problema de la pobreza. Sus adherentes son manipulados porque sólo los miembros del partido reciben los beneficios de los mejores puestos de trabajo, los mejores sueldos y las bonificaciones. Ellos reemplazan la clase media que vivía de su propio esfuerzo.  La ideología del Socialismo afirma que no hay libertad cuando la persona está en la pobreza. Esta opinión se cumple precisamente en los países socialistas porque sigue existiendo la pobreza y podemos comprobar que no hay sindicatos, no hay permiso para mítines de protesta, no hay elecciones o se manipula las elecciones por mandar los líderes de oposición a la cárcel como podemos comprobar en Cuba, Venezuela y Nicaragua. El principio de la moral es el odio al Liberalismo y la veneración impuesta al Gobierno.

El Liberalismo se caracteriza por una economía contractualista sin interés por el bien común. No existe una preocupación social para las personas que no encuentran trabajo, para pagar el sueldo justo y prever educación gratuita y salud gratuita. Existe un respeto para la autonomía de los tres poderes, pero pueden faltar leyes o son ambiguas. El principio de la moral es el menosprecio para el Socialismo, el individualismo y el egoísmo.

La nueva ideología de la Tecnología reemplazó a nivel mundial el Liberalismo. Los grandes poderes económicos mundiales someten económicamente y culturalmente a los demás, inclusive a los gobiernos. La Tecnología está principalmente en manos de las empresas transnacionales, China y EEUU que dominan los avances permanentes de la tecnología. Los otros países no pueden competir y están obligados a pedir inversiones. 

En las tres ideologías se reemplaza la moral por la producción, el consumo y la distracción. Creen que sus esquemas explican toda la realidad y son la única respuesta correcta para vivir. Ninguna de las tres logra un desarrollo integral y para todos.  No nos sorprende entonces que las tres ideologías terminan siendo dictaduras. En las tres ideologías solo la “élite” vive bien.

El Liberalismo tiene el mérito de haber aportado la idea de la iniciativa libre de la persona como origen de la riqueza y el Socialismo tiene el mérito de la idea de la buena distribución de la riqueza.

  1. Tengo la posibilidad de juzgar mi propia vida

El hombre tiene la capacidad, la libertad, de superar la naturaleza y la historia. La libertad permite transcender al materialismo. También transciende la ciencia que se limita al entorno material. Luc Ferry cuestiona el materialismo con la siguiente pregunta: “¿Para qué sirven nuestras protestas si están inscritas de toda eternidad en la realidad de la misma manera como las cosas a las cuales se oponen? Los materialistas niegan toda forma de transcendencia, sin darse cuenta que su afirmación por la infraestructura que explicaría todo es onto-teológica.  El materialismo no puede presentar una moral.  Con más razón la libertad transciende las ideologías y sobre todo la ideología marxista que algunos, por ignorancia, consideran ciencia. El materialismo es aceptable cuando todo funciona bien, pero cundo surgen enfermedades, guerras, accidentes etc. el materialista recurre a la libertad para ver como puede intervenir.

El materialista manifiesta que estamos determinados por la historia, pero al mismo tiempo nos invita a la emancipación y a la revolución.

Es importante observar que el verdadero humanismo no se limita a dominar el mundo material. Los fines, los deseos, las necesidades y la felicidad no son exclusivamente materiales. También existen los deseos espirituales como la atención, la amabilidad, el agradecimiento y la lealtad. La persona es inteligente y libre. Tengo un espacio interior propio. Puedo reflexionar sobre mi mismo. Soy un ser espiritual y trasciendo lo material. La libertad es del orden espiritual. La persona se auto-determina. La persona es fuente de sus propios actos. Soy libre porque puedo elegir, pero la libertad es más que poder elegir. Por la libertad una persona debe decidir sobre su propia realización de su vida económica y su relación con los demás. Tengo una responsabilidad. En la persona consciente la libertad se vuelve creativa y responsable.

2. La Subsidiaridad

La acción del Estado y de los demás poderes públicos debe conformarse al principio de subsidiaridad y crear situaciones favorables al libre ejercicio de la actividad económica. La doctrina social de la Iglesia considera la libertad de la persona en el campo económico un valor fundamental. La negación de tal derecho en nombre de una pretendida “igualdad” de todos destruye la subjetividad creativa del ciudadano. China aprendió del fracaso de la URSS y respeta este principio. El libre mercado proporciona beneficios en presencia de un Estado que oriente la dirección del desarrollo económico. La subsidiaridad está en la doctrina social de la Iglesia desde la primera encíclica de León XIII, Rerum Novarum. Se trata de la sociedad civil, entendida como el conjunto de relaciones que existen gracias a la creatividad de los ciudadanos: la familia, las asociaciones de tipo profesional, deportivo, cultural, social, económico, recreativo, científico y político. Es imposible promover la dignidad de la persona sin estas iniciativas de los individuos. El Estado no puede destruirlos o absolverlos en una burocracia en nombre de una pretendida igualdad.  En situaciones excepcionales el Estado puede ejercer funciones de suplencia.

3. El Mercado

La Iglesia valora la actividad económica. El mercado es el mejor instrumento para el desarrollo económico. La sociedad no debe protegerse del mercado, pensando que su desarrollo contradice las relaciones humanas. El libre mercado es el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. El problema es que el mercado puede orientarse en sentido negativo, pero no por su propia naturaleza sino por una ideología que no lo respeta o por egoísmo y corrupción.

La empresa debe servir al bien común y el Estado tiene la obligación moral de imponer restricciones cuando no se persigue este fin. Hay una diferencia entre el justo beneficio y la usura. La propiedad privada se justifica para cuidar y acrecentar los bienes para el bien común, o sea, el aporte obligatorio a los pobres. La tarea fundamental del Estado en el ámbito económico es definir un marco jurídico para regular las relaciones económicas.  Los impuestos y el gasto público asumen una importancia económico crucial porque el mercado debe sujetarse a finalidades morales.

El mercado no puede resolver todos los problemas sociales. De las tres instancias, el mercado, el Estado y la sociedad civil, este último es el más apropiado para promover la gratuidad, pero es más importante que el Estado promueve y apoya también a las empresas que trabajan con gratuidad.  

La globalización no es ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella. Refugiarse en nacionalismo no es una solución. Oponerse ciegamente a la globalización sería una actitud errónea, preconcebida, con el riesgo de perder las múltiples oportunidades de desarrollo que ofrece y la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria como nunca se ha viso antes. La globalización, como todos los gobiernos, debe ser de tipo subsidiario y solidario. Es el antídoto contra cualquier forma de asistencialismo y particularismo social. La ayuda principal que se debe a los países en vías de desarrollo es permitir y favorecer el ingreso de sus productos en los mercados internacionales.  La riqueza de los países está en la exportación porque su mercado interno es muy pequeño.

Pero si se gestiona mal, la globalización puede incrementar la pobreza y la desigualdad.  A pesar de que se ha colaborado con países en vía de desarrollo podemos comprobar que partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección apoyada por una tendencia tecnócrata que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. Resulta cada vez más decisivo el papel de los mercados financieros.  Progreso tecnológico y globalización económico- financiero se han unido. La mayor disponibilidad del dinero ha facilitado el crecimiento económico y la centralización del desarrollo económico, profundizando las diferencias entre países ricos y pobres.

Los últimos Papas han insistido en la presencia de una verdadera Autoridad Política Mundial Internacional, designado entre los gobiernos, y dotada de poder para sancionar. El conflicto actual es de carácter moral. Los papas han reclamado la importancia de criterios éticos que deberían orientar las relaciones económicas internacionales. El libre intercambio sólo es equitativo si está sometido a las exigencias de la justica social. Se requiere una Economía normada por la ética en función del Bien Común

¿En el caso que no se logre esta Autoridad política cual será el futuro para estos países que no pueden competir en el mundo tecnológico? Es muy importante la innovación tecnológica en todos los países para no quedarse irrelevantes.  

4. El desarrollo depende de la responsabilidad humana

No se puede dudar de la preocupación y los logros en el siglo XX para erradicar la pobreza. El cambio sustancial en la historia fue la gratuidad de Educación y Salud para todos en muchos países. También facilitó la adquisición de la vivienda propia.

Sin embargo, siguen fuertes desigualdades entre países desarrollados y países en vías de desarrollo. Siguen también la corrupción y explotación en la vida interna de muchos países. Un Estado que no se rigiera según la justicia se reducirá a una gran banda de ladrones, dijo una vez San Agustín. Además, no solo se trata de servir al Bien Común sino también de crear las condiciones socio-económicas que necesitan las familias como estabilidad de trabajo, suficiente tiempo para poder interactuar con los hijos y para distribuir las obligaciones durante la vida familia, especialmente para las madres de familia.

Al Liberalismo y al Socialismo les interesa solamente la propiedad privada o estatal y los medios de comunicación bajo control del gobierno o del sector privada que los controla por la publicidad.  La política y la ética deben coordinar con la ética, pero en el socialismo la política absorbe la ética, y en el liberalismo el poder económico absorbe a la ética. El ideal del Liberalismo es entender la “libertad” como independencia al respecto de los demás y el ideal del marxismo es una estructura colectivista donde la conciencia no juega ningún papel. En ambas no se construye un encuentro entre personas.

Ambas ideologías solamente soñaban en producir riquezas y armas sin ningún control sobre las tecnologías. Ambas están al origen del deterioro ecológico global.

A pesar de los enfoques económicos diferentes ambas ideologías coinciden en una moral relativista.  Se pierde el origen de la ética que está en la conciencia personal formada en base de valores. 

La justicia es un concepto filosófico de la ética.  Por lo tanto, existe una prioridad de la ética sobre la técnica y la superioridad del espíritu sobre la materia. El desarrollo humano integral supone una libertad responsable de la persona. Ninguna estructura puede garantizar dicho desarrollo desde afuera y por encima de la responsabilidad humana. Todas las situaciones de desarrollo o subdesarrollo no son una necesidad histórica sino dependen de responsabilidad humana. La persona puede fracasar en su vida si no actúa con responsabilidad. Se considera que la solución actualmente está en recuperar las instituciones. Sin embargo, ellas no serán una solución sino no son dirigidos por seres humanos honestos. La justicia y la caridad deben ser los principios desde las micro-relaciones hasta las más grandes macro-relaciones económicas, políticas y sociales. Para poder realizarse, la libertad necesita cumplir con los valores o normas. Finalmente, el desarrollo es imposible sin seres humanos rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sienten fuertemente en su conciencia la llamada al bien común.  Ya Aristóteles señalaba que el hombre puede distinguir entre el bien y el mal y que su realización no es automática sino depende de sus decisiones por el bien. El sentido de la vida es profundamente ético. “Es lo mismo vivir bien y obrar bien que ser feliz”. “Esta persona tiene la excelencia de la vida”.

Al reflexionar sobre nosotros mismos encontramos los valores en nuestra conciencia. Recibimos la capacidad de distinguir y decidir entre el bien y el mal. La decisión está dentro del sujeto. De esta manera las normas no son exteriores o impuestos. La consecución de la paz y la justicia depende de una conciencia y actitud previa a las obligaciones y responsabilidades.

5. La necesidad de la Teología.

Las ideologías afirman la autonomía absoluta del hombre, independiente de una realidad sobrenatural. En un mundo desacralizado el hombre tiene la dificultad de escuchar la voz de Dios y adquirir la experiencia del sentido de lo religioso. Javier Gomá se pregunta: ¿Puede el Estado mantenerse unido y estable en una situación de la educada repugnancia hacia lo indigno y lo incívico sean suficientes para que los ciudadanos aprendan a renunciar a la bestialidad y al barbarismo instintivo, y a limitar las pulsaciones destructivas y antisociales de una subjetividad consentida y acostumbrada a no reprimirse?  Se necesita una autocrítica sobre las ideologías, una autocritica a los planes educativos que eliminaron toda referencia a la ética, una autocritica sobre los elogios al hedonismo, una autocritica a la autonomía absoluta de la ciencia y la técnica y una valoración de la familia y del centro educativo que son las fuentes de la educación en valores.

Dios es el origen de todo, garantiza las condiciones de vida y orienta nuestra conciencia hacia los valores para el uso debido de los bienes y para nuestras relaciones con los demás. La revelación proyecta una nueva luz sobre el mundo.  Se supera los mensajes de egoísmo y odio. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su hijo como propiciación por nuestros pecados” (Juan 4, 10). 

 “Que todos sean uno, como tú padre, estás en mi y yo en ti”. En la persona de Cristo se cumple el evento decisivo de la historia de Dios con los hombres.  “El que me ha visto, ha visto al Padre” (Juan, 14,9). “Todo lo que tiene el Padre es mío” (Juan, 16,15). “Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú mes has enviado” (Juan, 17,21). Entendemos en la conciencia nuestra vida como un don que nos invita a una vida responsable. “Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos” (Mateo,7,12). No los llamo ya servidores, porque el servidor no sabe lo que hace su patrón; a ustedes los he llamado amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre” (Juan, 15,15).

El mensaje evangélico es una fuente de la motivación ética y de cohesión social. Lo religioso es una fuerza de integración y de garantía de los valores fundamentales que sustentan las   instituciones y asociaciones de la sociedad. 

El amor y la justicia, que engloba todas las virtudes, van juntos, pero la justicia y todos los valores y obligaciones vienen del amor.

La autoridad de la Iglesia no puede sustituir al Estado, pero debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y despertar las fuerzas espirituales, que siempre exige renuncias, sin las cuales la justicia no puede prosperar.

Puesto que la libertad es del orden espiritual la política y la fe se encuentran porque la fe es un acto libre que me da una orientación sobre la vida. En los designios de Dios, cada hombre está llamado a promover su propio progreso, porque la vida de todo hombre es una vocación. Por esta razón, la autoridad de la Iglesia tiene el derecho para intervenir porque se trata no solo de un avance tecnológico sino de decisiones al respecto del caminar juntos en libertad de los hombres. La sociedad necesita la presencia de Dios. Los graves problemas no se resolverán solo con el aporte de la ciencia, la técnica y con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aun, con relaciones de justicia, gratuidad, sacrificio, bondad, misericordia y de comunión.  Sin las grandes motivaciones la humanidad pierde su rumbo.

Todo es del hombre, porque el hombre es sujeto de su existencia; y a la vez es de Dios, porque Dios es el principio y el fin de todo lo que tiene valor y nos redime: “el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es suyo, ustedes de Cristo, y Cristo de Dios” (I Corintios, 3,22-23). Todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere forma por ella, y a ella tiende todo.

Por P. Johan Leuridan

Pueden conocer más sobre el tema en el libro: “El Sentido de las Dimensiones Éticas de la Vida”, por el P. Johan Leuridan.