La educación es por afecto, ejemplo y órdenes, por Fray Johan Leuridan

Según Aristóteles, la definición de lo “bueno” o “malo” se adquiere en primer lugar por el bagaje cultural que uno recibe en la familia y en la sociedad. Son el afecto, los ejemplos y las órdenes que vienen de los padres y las leyes. Gonzáles Prada afirma: “Algunos pretenden redimir a la humanidad sin haber logrado catequizar a su familia, olvidando que antes de pronunciar discursos y de escribir libros, se necesita hablar la más elocuente de las lenguas, el ejemplo” (Horas de lucha, p. 73).

Los psicoanalistas Frenando Maestro y Alberto Péndola observan que las familias y los colegios no son el único factor. Por la pérdida de valores tienen también mucha culpa los líderes políticos. Fernando Savater hace referencia a Aristóteles indicando que las características principales de todos los humanos es nuestra capacidad de imitación. La mayor parte de nuestro comportamiento y de nuestros gustos la copiamos de los demás. En todo lo que llamamos “civilización”, “cultura”, etc. hay un poco de invención y muchísimo de imitación. Si no fuésemos tan copiones, constantemente cada ser humano debería empezar desde cero. Sin embargo, para Fernando Savater, la educación no solo incluye el afecto, el ejemplo y la imitación. También supone órdenes. La educación es el arma de censura por excelencia. Él dice de manera cruda: hoy estamos en el ambiente de la familia donde “los hijos fornican como conejos, bebe como cosacos y los padres”… Por esta razón Savater concluye: “siempre me han parecido fastidiosos esos padres empeñados en ser el mejor amigo de sus hijos. “Chicos debéis tener amigos de vuestra edad. Ya sabes, los que siempre están con que los jóvenes sois cojonudos·, me siento tan joven como vosotros y chorradas por el estilo. Ojo con ellos… Un padre o un profesor como es debido tienen que ser algo cargantes o no sirven para nada. Para joven ya estás tú” (Ética para Amador, 2004, 12). El filósofo peruano Francisco Miró Quesada opina lo siguiente: “Como siempre, se puede hacer objeciones casuísticas tontas como triviales. Por ejemplo, si la liberación es la meta, entonces los padres no deben castigar a sus hijos porque los está oprimiendo. Pero no es así. Lo que sí debe exigirse de los padres es que los castigos no sean corporales ni demasiado severos. Pero, es imposible educar aun niño como ser humano libre, capaz de luchar por a liberación propia y al de los demás, si no se hace comprender que no es el centro del mundo y que la sola condición humana es el más alto de todos los valores. Para lograr este fin, la madre o el padre tendrán, algunas veces, que castigar al hijo”. (Proyecto y realización del filosofar latinoamericano, 2010, 334).

La falta de disciplina en la educación se refleja en los colegios. En la Unión europea hay miles de vacantes para la docencia en cada país. Estamos en una situación opuesta a la educación tradicional donde hubo una exageración de imposición de normas que debilitó la personalidad de los niños y de los jóvenes. No se sentían seguros y adquirían un pensamiento negativo de sí mismos. Pensaban siempre en sus errores y se imaginaban que los demás los estaban observando y criticando. Los otros serían mejores. Desarrollaban una conciencia exclusiva de culpabilidad. Por eso, lo principal en la familia es el afecto, padres que aman a sus hijos e hijos que aman a sus padres. El afecto ayuda a entender el sentido de las órdenes. Los niños que llegan al mundo son bienvenidos por sus padres y se sienten acogidos y en confianza. Reciben la confianza de su existencia. En cuanto su edad avanza la educación consiste en evocar la libertad. Deben aprender a manejar su libertad.