El pensamiento materialista del liberalismo y del socialismo ha permitido el impresionante desarrollo de la tecnología, pero sin control. Ha surgido un nuevo espacio económico, el mercado global. Las naciones pierden relevancia en cuanto a los movimientos de producción, dinero, inversiones y servicios. Los hombres están convencidos que todos los intereses del ser humano coinciden con los intereses tecnológicos. Se piensa que los problemas que se presentan son por la falta de desarrollo de la tecnología. La buena vida depende de la técnica. Ya no se busca lo justo, lo bello y lo verdadero sino solo los resultados de la razón técnica. La tecnología es la nueva ideología.     

Las nuevas tecnologías y la robotización llevarán a una gran marginalización de los que no caben en este nuevo mercado. La élite tecnológica que posee más del ochenta por ciento del dinero domina el mercado, la política y la cultura. Este mundo del sistema tecnológico-financiero global sin alma pretende constituirse actualmente como la única forma de sociedad. La consecuencia es la política de la neutralidad porque el poder político está sometido al poder económico. La globalización favoreció a los países en vías de desarrollo porque las empresas buscaban países con bajos salarios. Sin embargo, la inteligencia artificial no es neutra. Los logaritmos no son neutros. El Estado no puede interferir en las familias por la gran variedad de opiniones y por el derecho a la libertad de opinión, pero el hecho que el Estado no puede imponer una   concepción de vida, facilita a los logaritmos a meterse en las instituciones y en la vida privada y adueñarse de las opiniones, gustos y costumbres. En realidad, la vida privada no está separada de la vida publica de la mentalidad tecnócrata porque el dinero monopoliza el derecho de enseñar por medio de la publicidad y la diversión: deportes, telenovelas, canciones sin sentido, reality-TV, pornografía, noticias falsas en Facebook etc. Además, la educación de las artes que promovían la creatividad en los jóvenes, ha sido eliminada en los colegios y en las universidades. 

El mundo tecnológico deshumaniza a las personas. Todo se convierte en dinero. La élite dicta la forma de estar en el mundo y el hombre adquiere la obsesión del deseo de comprar y divertirse y pierde la opción por el verdadero sentido de su vida. Para establecer un matrimonio la conversación es solo sobre las condiciones materiales. La educación de los hijos se dificulta por el uso obsesivo de los juegos electrónicos que la nueva ideología impone.

Como ya no existe una conciencia del bien, se pierde la confianza entre las personas. La consecuencia son los conflictos entre todos. Los policías trabajan muchas horas extras, los jueces viven con estrés por el cúmulo de expedientes y todos las escuelas y colegios necesitan psicólogos porque los niños son engreídos por sus padres. 

La globalización de la economía y de las finanzas transcienden los poderes y culturas nacionales. Ningún pueblo puede marginarse sin correr el riesgo de la marginación total y volverse irrelevante.

Por P. Johan Leuridan