La inspiradora historia de cómo un monje ciego y lisiado compuso el Salve Regina
El beato Hermann nació con el paladar hendido, parálisis cerebral y espina bífida, pero también tenía una mente brillante.
Dios a menudo usa instrumentos débiles para lograr un bien mayor. Ese fue el caso del beato Hermann von Reichenau.
Su infancia resultó ser extremadamente difícil, pero sus padres querían lo mejor para él. A los siete años de edad, se las arreglaron para que se quedara en un monasterio benedictino cercano, donde sería educado y criado. Hermann floreció en el monasterio y rápidamente se descubrió que, aunque su cuerpo estaba lisiado, su mente era extraordinaria.
Se convirtió en un erudito en astronomía, teología, matemáticas, historia y poesía. Hermann también era un maestro del lenguaje y llegó a dominar el árabe, el griego y el latín. Pero lo que era aún más notable era su gentil disposición y su devota vida interior. Poseía una gran alegría y, a pesar de sus defectos físicos, siempre sonreía. Más tarde en la vida se quedó ciego y fue entonces cuando comenzó a componer hermosos himnos. Aunque su cuerpo le fallaba, su mente y su corazón estaban ardiendo con el amor de Dios y lo inspiró para crear algunos de los himnos más conocidos de todos los tiempos. En particular, Hermann compuso los siempre populares Salve Regina (Ave, Santa Reina) y Alma Redemptoris Mater (Madre amorosa del Redentor).Ambos himnos se han incorporado a la Liturgia de las Horas de la Iglesia y se incluyen después de recitar la Oración Nocturna. El Salve Regina en particular es uno de los himnos marianos más conocidos de la Iglesia.
Cuando leemos o cantamos estos dos himnos después de conocer la historia del beato Hermann, son aún más extraordinarios. Los himnos son canciones de júbilo llenas de amor y devoción que provienen del corazón de un hombre que sufrió mucho durante su vida.
Salve Regina, Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, ¡Dios te salve! A ti clamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea pues, señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María. Alma Redemptoris Mater Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que cae y se quiere levantar. Ante el asombro de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador y permaneces siempre virgen. Recibe el saludo del ángel Gabriel y ten piedad de nosotros, pecadores.
Periodista con Máster en Dirección de Marketing Internacional. Redactora principal.