San Juan de Capistrano, el patrono de los capellanes militares, por Cathy Calderón

Los capellanes de las Fuerzas Armadas y de la Policía cuentan con un santo patrón al que pueden confiar sus intenciones pastorales para conseguir la conversión de los militares, policías y soldados, a fin que sus corazones estén unidos al de Dios, y se trata de Juan de Capistrano.

San Juan de Capistrano nació en la ciudad italiana de Capistrano en 1386, estudió en la universidad de Perugía (cerca de Asís), fue abogado y juez. En 1416 estalló la guerra entre Perugía y Malatesta siendo tomado prisionero de guerra, circunstancia del cual le valió para entregarse del todo a Dios. El santo tuvo un sueño en el cual San Francisco le llamaba ingresar a la orden franciscana, para esto había contraído matrimonio antes de caer preso, pero no se consumó y fue declarado nulo, por lo que pudo entrar a la orden religiosa un 4 de octubre de 1416 y ordenado sacerdote en el año 1425.

De una vida ascética muy rigurosa, fue discípulo de San Bernardino de Siena, quien le enseñó teología, durante 40 años predicó por Italia y varios países. Se distinguió por su radical llamada a la conversión y sencillez, que lo comparaban con San Juan Bautista. Además, le llevaban objetos de superstición y ocultismo para que lo quemara en hogueras públicas. Propagaba la devoción al nombre de Jesús y hacía mucha penitencia.

Otras de las cualidades del santo de los capellanes fue el don de la diplomacia, que cuatro pontífices: Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III le encomendaron esa tarea para situaciones delicadas de las que tuvo buenos resultados. Se desempeñó como Nuncio Apostólico en Austria donde combatió la herejía de los husitas.

En 1454 se preparó para la defensa de Hungría en respuesta a las pretensiones expansionistas del sultán Mahoma II, para esto en Hungría predicó una cruzada en defensa de la cristiandad. A los 70 años el papa Calixto II lo comisionó para dirigirla. En los campamentos militares se celebraba la misa diaria, la oración y la práctica de la virtud eran constantes, que según decían, parecía más una casa de religiosos. Le tenían un gran respeto al santo.

San Juan de Capistrano nunca utilizó las armas de la muerte, al contrario, la oración, la penitencia y la predicación lo acompañaban. Se cuenta que la superioridad bélica de los musulmanes sobre Belgrado era muy notoria que los cristianos pensaban retirarse. Sin embargo, el “Soldado Santo” como lo llamaban a Juan convenció al militar húngaro Hunyadi a no claudicar. Y los animó llevando en sus manos una bandera con la cruz y gritando sin cesar. “Jesús, Jesús, Jesús”, también recorrió los batallones que con voz en alto exclamaba: “Creyentes valientes, todos a defender nuestra santa religión”. Mientras sucedía esto, el Papa pidió rezar el Ángelus por la victoria. Así se ganó la batalla del Belgrado el 21-22 de julio de 1456.

Por los cadáveres de la batalla apareció la epidemia del tifus que afectó la salud del santo y murió en Villach (Hungría) el 23 de octubre. El Papa Inocente X lo beatificó el 19 de diciembre de 1650, y el Papa Alejandro VIII lo canonizó el 16 de octubre de 1690.

Es oportuno indicar que el Obispado Castrense del Perú cuenta con sacerdotes por las diferentes dependencias militares de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional para llevar la Palabra de Dios, la oración, administrar los sacramentos con el propósito de evangelizar y fortalecer la vida cristiana en todas las comunidades castrenses. Oremos por la labor evangelizadora del obispado y por más capellanes santos como San Juan de Capistrano.

Cada 23 de octubre se celebra a San Juan de Capistrano, patrono de los capellanes militares.