Los que estamos en una edad adulta y adultos mayores, aún mantenemos frescas en nuestras memorias los recuerdos de nuestros padres y abuelos por infundirnos, inculcarnos y enseñarnos la Fe y Doctrina Católica en nuestras vidas, con ejemplos tan simples y sencillos como el de orar y dar Gracias a Dios en familia en la mesa antes de consumir los alimentos; el de rezar el Santo Rosario en familia; el de hacer una oración antes de acostarnos o al levantarnos, agradeciéndole a Dios por darnos un día más de vida y por todo los beneficios de que de ÉL recibimos gratuitamente (1 Cro 29, 12-13); dándonos la bendición en las puertas de nuestras casas antes de salir o de ir a la Escuela o Colegio, o a nuestro regreso; a guardar respeto, recogimiento y sentido dolor durante toda la Semana Santa, etc.

En épocas pasadas por lo general, nuestros padres y familiares deseaban y buscaban matricularnos en Colegios Religiosos para que sus hijos en el futuro sean unas personas de bien, con altos valores morales y éticos que guiaran nuestros caminos por la recta conducta, el respeto y obediencia a nuestros mayores y hacia los demás, y así poder vivir todos juntos en armonía y fraternidad.

¿En qué momento de nuestras vidas hemos ido perdiendo todo aquello que hacía que tuviésemos una sociedad mucho más justa, sincera y honesta?, donde el trabajo digno y honrado era verdaderamente valorado por todas las personas en su conjunto.

¿Qué nos está pasando como personas, familia y sociedad?, ¿es acaso que ya no queremos a Dios en nuestras vidas porque va en contra de “nuestra mal llamada libertad” con la que queremos proceder?, por ser un verdadero estorbo u obstáculo al no permitirnos poder llevar o desarrollar una conducta recta y honesta, lo cual limitaría nuestras ansias de poder; de poder enriquecernos ilícitamente o por medio de la corrupción; ¿es todo lo anterior bueno o como lo hubiese querido Dios cuando pensó en la creación de la humanidad? (“Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno” – Gn 1,31).

Tener muy cerca a Dios dentro de nuestra familia es un gran reto que los padres de hoy debemos de desarrollar dentro de ellas (“primeros Educadores en la Fe” – Dt 11,19), es decir, inculcar una verdadera “Vida Sacramental en y dentro de nuestra Familia” (Sagrado), volviendo a las raíces de una efectiva Educación en la Fe y Doctrina Católica en nuestros hogares, realzando por sobre todo genuinos valores morales y éticos para con todos ellos. 

Algunos se preguntarán ¿pero cómo hacerlo?, ¿cómo comenzar?; muy fácil.

Primero, privilegiando que cada uno de los miembros de nuestras familias de acuerdo a su edad, reciban los Sacramentos de Iniciación de la Iglesia Católica, como el Bautismo, la Primera Comunión o Eucaristía y la Confirmación.

Retomando las buenas prácticas de religiosidad de nuestros padres como el de orar en la mesa antes de consumir los alimentos, dando Gracias a Dios por poder recibirlos debido a su infinita bondad; aprender a Rezar el Santo Rosario en familia; bendecir a nuestros hijos antes de salir de casa y a su regreso con una Señal de la Cruz.

Controlar a nuestros hijos en el uso excesivo de celulares y videojuegos, que no nos posibilitan de tener y disfrutar momentos de verdadera comunicación en familia, evitando poderles hablar un poco más de Dios, de la Virgen María y de la vida de los Santos.

Apoyando de manera continua y eficaz la labor evangelizadora de los Párrocos y Catequistas de nuestras respectivas Parroquias; siendo un ejemplo de vida a nuestros hijos de lo que ellos están aprendiendo en sus clases : ir todos juntos y en familia a la Misa Dominical (Eucaristía); confesarnos y comulgar frecuentemente; etc.

Para colaborar con las Catequesis que reciben nuestros hijos, debemos de prepararnos un poco más, leyendo y entendiendo la Biblia; aprender “cosas mínimas y vitales” del Catecismo de la Iglesia Católica; apoyándoles en sus tareas de la catequesis en casa; etc.

Volver a retomar el hábito espiritual personal y en familia de confesarnos y comulgar de manera frecuente, o al menos no muy espaciada.

Vivir en familia los actos propios de las festividades de la Iglesia como por ejemplo : del Tiempo de Cuaresma (Miércoles de Ceniza y cinco domingos anteriores a la Semana Santa con verdadero Espíritu de Arrepentimiento); de la Semana Santa (Domingo de Ramos, Jueves y Viernes Santo, Vigilia Pascual y Domingo de Resurrección); el Tiempo de Adviento (reunidos con nuestra familia, familiares y amigos, esperando y celebrando- la Venida del Niño Dios los cuatro domingos anteriores a la Navidad); de la Navidad (Pesebre, Pastorelas y Villancicos); principales Solemnidades y Fiestas de la Iglesia Católica; todo lo anterior con verdadero fervor cristiano, en vez de como por ejemplo, tomarnos los días de Semana Santa como un “corto período de vacaciones para disfrutar de la playa”, en fin, de alejarnos de todas las cosas que nos hacen separarnos de Dios.

Queridos y estimados Padres de Familia, ante nuestro deseo de anhelar un mejor futuro para nuestra sociedad, siendo más justa, armoniosa y fraterna, tenemos el gran desafío de construir y edificar en nuestros hogares una verdadera “Iglesia Doméstica” (profundizando nuestra vida sacramental), en donde nuestra familia sea fiel reflejo del Amor de Dios, y para esto, comencemos a dar pequeños pasos en nuestra Conversión como Cristianos y Católicos (un cambio real en nuestras vidas), para que nuestros hijos y familiares en el futuro, puedan coexistir en armonía y viviendo en un mundo mucho más feliz, seguro y lleno de bondad.

Por Edith y Hugo García