X domingo del Tiempo Ordinario: Corazón abierto al amor de Dios
Hagamos una doble reflexión: la primera parte sobre el Corazón de Jesús y la segunda sobre el domingo X del tiempo ordinario. Lo haré esquemáticamente para ayudarles a profundizar en ambos días.
Primero, el Sagrado Corazón abierto al amor.
- La liturgia comienza con la profecía de Ezequiel sobre la ternura del corazón de Dios.
Ese corazón en el que se encarnó el Verbo y que es el Buen Pastor:
“Yo mismo en persona buscaré mis ovejas siguiendo su rastro como sigue el pastor el rastro de su rebaño… Buscaré las perdidas, vendaré las heridas, curaré a las enfermas y a las gordas y fuertes las guardaré y apacentaré”.
Es una bella presentación del amor misericordioso del Padre y del Hijo que nos completará Lucas en la parábola del Evangelio.
- El salmo responsorial (22) es el del Buen Pastor que conocemos y rezamos frecuentemente.
- La carta a los romanos nos habla del amor. Nos parece fácil amar. Por lo menos amar a los parientes y amigos, a los que nos favorecen y no atentan contra nuestros intereses.
El amor de Dios en cambio nos parece incomprensible. Es totalmente distinto, tal como nos lo presenta San Pablo:
“La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros”.
Murió por nosotros cuando éramos sus enemigos por el pecado.
Jesús nos reconcilió con el Padre y ahora podemos esperar la salvación y gloriarnos en Dios por Jesucristo. Así ama Dios y la expresión de su amor es Jesucristo.
- El verso aleluyático nos pide: “cargad con mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.
Hermosa definición que Jesús hace de su propio Corazón.
- Lucas nos recuerda hoy la parábola del Buen Pastor que va en busca de la oveja perdida y cuando la encuentra se la carga feliz sobre los hombros, y reúne a sus amigos para decirles: “¡felicitadme, he encontrado a la oveja que se me había perdido!”
Jesús termina asegurándonos la alegría que hay en el cielo cuando se convierte un pecador.
El Corazón de Jesús abierto a todos en la cruz es la prueba del amor de la Santísima Trinidad:
*El amor del Padre que nos entregó a su Hijo único.
*El amor del Hijo que nos dio su vida derramando su agua y sangre por nosotros.
*El amor del Espíritu Santo que rehízo el Corazón de Jesús y lo resucitó.
- El prefacio nos describe así la fiesta de hoy:
“El cual, con su amor admirable, se entregó por nosotros, y elevado sobre la cruz hizo que de la herida de su costado brotaran con el agua y la sangre los sacramentos de la Iglesia: para que así, acercándose al Corazón abierto del Salvador, todos puedan beber con gozo de la fuente de la salvación”.
Acércate, amigo, y bebe en abundancia el amor que rebosa del Corazón de Cristo.
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Segundo, unos pensamientos para este domingo X del tiempo ordinario.
- El libro 1 de Reyes nos presenta a Elías que, santo y agradecido, pide a Dios la resurrección del hijo de la viuda que en su pobreza le había hospedado y alimentado en su casa:
“Señor, Dios mío, que vuelva al niño la respiración”.
El Señor lo escuchó y Elías, “llevándolo al piso de abajo, se lo entregó a su madre diciendo:
Mira, tu hijo está vivo”.
La mujer, admirada y agradecida, dijo al profeta:
“Ahora reconozco que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor en tu boca es verdad”.
- Pablo nos habla de su propia conversión y cómo fue Jesús quien directamente le reveló el Evangelio.
Cuenta su conversión y cómo se lo jugó todo para seguir a Jesús en fidelidad dentro de la Iglesia.
- Lucas nos presenta la resurrección que obró Jesús en Naín, devolviendo a otra viuda su hijo único que había muerto.
Jesús va de camino, encuentra un cortejo fúnebre, le dio lástima y dijo a la mujer:
“¡No llores!”
Podemos imaginar cómo desconcertó a la pobre madre. Pero enseguida ella pudo entender.
Jesús, acercándose al ataúd, tocó al muerto y dijo: “¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!”
El muerto se incorporó y empezó a hablar y Jesús se lo devolvió a su madre.
Este es el poder de Dios que resucita los muertos para demostrar el nuevo camino que Jesús ofrece a todos para que entren en su Reino.
Las enseñanzas de este domingo las resume el verso aleluyático, que nos dice:
“Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”.
Así es. En efecto, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento nos presentan la bondad de Dios que muestra la cercanía de su corazón y nos visita con su poder, incluso resucitando a los muertos como la prueba más grande de su amor”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo
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