XV Domingo del tiempo ordinario: Los ojos de nuestro corazón

La liturgia de hoy nos presenta al profeta Amós.

Posiblemente sabemos muy poco de él. Incluso alguno pensará que nunca ha oído hablar de él. De hecho solo conocemos los datos que nos cuenta él mismo en el libro que lleva su nombre. Se trata de un pastor o vaquero que además cultivaba sicomoros. También sabemos que nació en las colinas próximas a Belén. Pues a este hombre, Dios lo llamó a profetizar y tomó muy en serio su misión. Se fue a anunciar el futuro de Israel al propio rey. El sacerdote Amasías, que defendía las maldades del monarca, quiso evitar que profetizase y le dijo: “Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá. Come tu pan allí y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Betel (casa de Dios) porque es el santuario real, el templo del país”.

Era como decirle, vete a Judá tu tierra y no vengas a Israel. Amós no se amilanó sino que, armándose de valor, le respondió: “No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos de sicomoro. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ve y profetiza a mi pueblo de Israel”.
Ejemplo maravilloso de valentía al jugarse la vida ya que comunicó los terribles castigos que vendrían sobre Israel, incluida la deportación.

En la segunda lectura San Pablo nos presenta el himno de alabanza que frecuentemente nos recuerda la liturgia. Es el comienzo de la carta a los Efesios que glorifica al Padre “porque nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales”.

Es un precioso himno al designio salvífico de Dios, que te invito a leer y meditar de manera especial en este domingo.
Un punto singular del himno es: que somos elegidos por Dios “para ser santos e irreprochables ante Él por el amor”.
¿Has pensado alguna vez que Dios te quiere santo de verdad?

Todo es regalo de Dios en Jesucristo, de quien hemos “recibido la redención y el perdón de los pecados… y nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad”.
El versículo aleluyático nos cita otra hermosa frase de la carta a los Efesios que no forma parte del párrafo de hoy:
“El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama”.
Quizá nunca pensaste que el corazón tiene ojos. Sin embargo es cierto que todas las cosas que vemos normalmente son acogidas o rechazadas por nuestro corazón y esto es precisamente lo que nos pone a favor o en contra de los hechos o personas con quienes convivimos.

En el Evangelio de hoy San Marcos nos habla del envío misionero que hace Jesús y que es contado largamente en el Evangelio de San Mateo: “Jesús llama a los doce y los va enviando de dos en dos dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos”.
Marcos resalta el poder que Jesús les otorga sobre esos espíritus inmundos, posiblemente porque era una de las cosas que más llamaban la atención a un pueblo donde los endemoniados eran frecuentes.

Luego les pide desprendimiento: “Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias pero no una túnica de repuesto”.

El desprendimiento es evidentemente uno de los signos del verdadero evangelizador porque debe recordar que es discípulo de un Maestro tan pobre, que había abrazado la pobreza hasta llegar a decir: “no tengo dónde reclinar la cabeza”.
También les advierte que se mantengan en la misma casa y que si los rechazan en un pueblo, se vayan sacudiendo hasta el polvo de los pies,porque no quisieron aceptar el Evangelio. Estas palabras de Jesús nos hacen recordar que el Evangelio no se puede maltratar según su expresión: “no hay que dar las perlas a los chanchos”.

Finalmente, San Marcos nos hace el resumen de la misión de los discípulos enviados por Jesús:
“Predicar la conversión, expulsar demonios y curar enfermos ungiéndolos con aceite”.
Fundamentalmente podemos resaltar dos cosas: que la predicación era la misma que hacía Jesús invitando a la gente a la conversión y a acoger el Evangelio yque debían vivir el mismo desprendimiento del Maestro.
Todos a la hora de evangelizar tengamos presente lo que predicaba Jesús según nos recuerda Marcos desde el primer capítulo de su Evangelio: “Conviértanse y crean en el Evangelio”
José Ignacio Alemany Grau, obispo

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