38.- Iglesia ante el Bicentenario: P. Ildelfonso Escolástico de las Muñecas (1776-1816)
Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.
L. M. Glave con ironía y gran sensatez denuncia el “curioso descuartizamiento incruento al que ha sido sometida la historia del pueblo americano” que “ha fracturado al héroe de manera que lo incorporó en tanto estuvo involucrado en algún acontecimiento que se supone nacional, desconociendo la unidad de la biografía del personaje”. De origen vasco, nacido en Tucumán, se hizo jefe revolucionario en Cuzco en 1814 y mantuvo luego alzada la provincia de Larecaja, llamada “republiqueta”, por un largo año después de la derrota de la revolución, influyendo casi míticamente en el imaginario popular del altiplano por mucho tiempo después. Su lucha y su biografía no pueden ser tenidas ni por “argentina”, “boliviana” o “peruana” pues ambas rebasan la limitación impuesta por esa parcelación ideológica de la realidad. La biografía del personaje sirve para revisar la perspectiva que sobre la revolución de la independencia podemos tener en el mundo andino, discutiendo también los discursos nacionalistas.
Muñecas nació en Tucumán (Argentina) en 1776 ó 1778, hijo de Juan José de las Muñecas, de origen vizcaíno, y de Elena María de Alurralde, criolla tucumana de familia de origen vasco. Perdió a su padre a los siete años y la madre se casó por segunda vez enviando a estudiar en Córdoba a los hijos, obteniendo Ildefonso el doctorado en la Universidad de San Carlos en 1798, se ordenó sacerdote. Se dice que el cura viajó a España y tal vez a algún otro lugar de Europa, pero no sabemos las fechas, pero si fue así debió ser después de su graduación. Se graduó en Teología en Córdoba, viajando después a Europa por algunos meses, donde recibió la influencia de las ideas enciclopedistas y de la Revolución Francesa.
Regresó a su tierra natal donde se dedicó a recoger limosnas para edificar un templo dedicado irónicamente –para alguien que más bien quiso apurarlo todo atolondradamente- al Señor de la Paciencia. Parece que el presidente de la Audiencia de Charcas, de paso por Tucumán hacia Lima conoció a Muñecas y le ofreció llevarlo como capellán al Perú. En Cuzco fijó su residencia, siéndole asignado un curato adscrito a la catedral. Pasó al Alto Perú con Francisco Muñoz de San Clemente (1806-1809) quien fue presidente de la Real Audiencia de Cuzco San Clemente, probablemente como su capellán.
Sin embargo, en La Paz fue activo participante el cura de Sica Sica José Antonio Medina, compañero de estudios de Muñecas y comprovinciano suyo como Bernardo Monteagudo, que estudió las primeras letras con Medina; y su hermano Juan Manuel Muñecas tuvo peculiar participación en toda la vida política de la ciudad del altiplano entre esa fecha hasta 1814, cuando ya Ildefonso estaba como jefe revolucionario tomando la ciudad.
Con el apoyo de la autoridad de la Audiencia, Muñecas consiguió ser cura del Sagrario, parroquia de españoles de la catedral de Cuzco. En tal condición le llevó a ser parte de un complejo contexto de relaciones sociales. El asunto comenzó por ser quien bautizó a uno de los hijos de Fermín Piérola y Tadea de la Cámara, ahijado de Eulalia Cámara, mujer de Pedro Antonio Cernadas, gallego afincado en Cuzco por décadas y su Oidor decano. Como tal acusaba al notario Agustín Chacón y Becerra y su hijo Mariano de traidores al Rey. Con esa familia cuzqueña de vieja estirpe y vínculos con las familias de sangre inca, estaban aliados los abogados Agustín Rosell -a su vez acusado de traidor por el presidente Goyeneche- y Rafael Arellano, que era el personaje que más temor infundía en el partido realista. Estos personajes fueron los que acogieron a Manuel Vidaurre cuando llegó a Cuzco como nuevo oidor. Ellos fueron los acusadores del supuesto ilícito matrimonio de Cernadas, con la colaboración decidida del cura Ildefonso de las Muñecas. Este aparente incidente, mostraba, sin embargo, la crispación que había en la ciudad.
Los del bando constitucional mencionaban el parentesco de las autoridades de la Audiencia y Cernadas era manifiestamente su enemigo pues fue Arellano, con otros, los que lo denunciaron por su casamiento ilegal con la señora Cámara y el que defendió al cura Muñecas en el enfrentamiento que tuvo con Cernadas. Muñecas afirmó, entre otras cosas, que Cernadas le pidió una partida falsa de bautismo de su entenado a lo que se negó. Aunque estos abogados constitucionales tuvieron divergencias con Vidaurre, Arellano escribía que el limeño oidor a pesar de no serle adicto, “detesta la sorpresa y desaforamiento “con que fue llamado a Lima para detenerlo. Muñecas estaba pues involucrado abiertamente en este juego de enfrentamientos que devendría en un escenario revolucionario.
Con motivo de la revuelta independentista de agosto de 1814 en Cuzco, dirigida por los tres hermanos Angulo y el apoyo de Mateo Pumacahua, el P. Muñecas entra en acción como jefe de una de las tres divisiones para avanzar sobre La Paz, Huamanga y Arequipa. Él actuará junto al arequipeño Pinelo hacia La Paz por la vía de Puno, uniéndoseles en el camino multitud de indígenas. El 22 de septiembre de 1814 estaban en El Alto de La Paz, disponiéndose a descender en son de guerra sobre la ciudad. Al cabo de una tenaz resistencia de los defensores, al mando del intendente Gregorio Valdehoyos, los atacantes se hicieron dueños de la población, en la que cometieron desmanes y violencias de todo género, después de haber sucedido una terrible explosión en el cuartel de milicias. Gran número de prisioneros fueron degollados y acuchillados sin contemplaciones; el primero de ellos, Valdehoyos. Por su parte, la turba respondió con la muerte atroz de numerosos vecinos realistas, a pesar de la valiente defensa del P. Muñecas que, con la cruz en alto, logró salvar a un grupo numeroso. La victoria de los cuzqueños duró un mes, siendo desalojados por el general realista Ramírez.
Los patriotas Pinelo y Muñecas lograron huir, pudiendo nuestro protagonista organizar en Puno una partida de montoneros, base de su acción guerrillera en la región de Larecaja a unos 100 kilómetros de La Paz. Muñecas estableció su centro de operaciones en Ayata, extendiendo su radio de acción hasta Yungas y Apolobamba, logrando conectarse con las fuerzas argentinas del sur, llegando incluso a enviar a Buenos Aires sus proclamas, que fueron publicadas en la Gaceta de Buenos Aires. A principios de 1816 todavía gana escaramuzas militares en la orilla oriental del Titicaca donde se había hecho fuerte, pero Gamarra lo derrota a fines de febrero sin capturarlo. Por fin, los realistas desde Puno y La Paz, el 27 de febrero de 1816, convergieron sobre Sorata y derrotaron a las tropas de Muñecas, Una delación lo hace caer prisionero en abril y trasladado a Lima, en el despoblado de Tiahuanaco el 16 de mayo de 1816. y fue sepultado en Guaqui por el cura del lugar.
Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito.
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Doctor en Historia de América. Profesor en facultades de Teología y Filosofía. Escritor de libros y artículos.