Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Nació en Huamachuco, en el seno la familia minera formada por Agustín Sánchez Carrión y Teresa Rodríguez, el 19 de febrero de 1787. Jorge Basadre no dudará en calificarlo como “El hombre más eminente de la emancipación peruana”.

 Sus estudios iniciales los hizo en su propia casa, donde recibía las lecciones de Humanidades del padre Joseph Carrión. En 1802, con 15 años ingresó al Seminario de Trujillo, dirigido entonces por el padre Tomás González de Rivero.  De este momento decisivo de su vida afirmará Raúl Porras que “fue un alumno modelo del Seminario, por su capacidad intelectual en primer término y por su profunda fe religiosa que conservó toda su vida. Se descubre desde entonces su lucidez intelectual y su tesonera voluntad de aprendizaje y de estudio”.

Acerca de la valoración de la religión en el Perú, baste con mencionar dos detalles: En una de sus cartas desde Sayán, marzo 1 de 1822 escribirá de “La religión santa que profesamos”. Y en el borrador que como secretario debe redactar para el proyecto de Constitución de 1823 declara “La religión es tan necesaria en una ley fundamental como que sin ella no hay Estado.  La misma razón enseña ciertas obligaciones hacia Dios y es justo que reunidos en sociedad los hombres, adquiera el ejercicio de ella un nuevo vínculo que forme y asegure la moral pública.  La obra está en elegir la creencia que indudablemente consigue las verdades reveladas en concurso de la multiplicidad de sectas que dividen al linaje humano, a fin de que, convencida la nación de la verdadera, procure mantenerla en su pureza.  Los peruanos, felizmente, profesan la cristiana, según y cómo la enseña la Iglesia Católica, Apostólica, Romana; circunstancia que unida a la posesión en que se halla de su doctrina, exige una constante protección, pero sin separarse de los medios que su Divino Autor tiene anunciados en el Evangelio; debiéndola prestar un respeto inviolable cualquiera que habite en el Estado”.

En 1804, dos años después, ingresa al Convictorio de San Carlos, regentado por el sacerdote Toribio Rodríguez de Mendoza, quien, al ver su talento, lo invitó a ser profesor de Matemáticas y Filosofía. La tarea fue desempeñada como vocación servicial, pues como señala su propio Rector- lo hizo “gratuitamente pues esta casa no podía sufragar por entonces como hasta ahora pensión alguna de los maestros por sus notorias escaseces”. Además, le supuso suspender los estudios profesionales y aplazar su graduación de abogado hasta 1819.

De todos modos, sus cualidades de orador y escritor se evidenciaron en el Convictorio como en su oda a José Baquíjano y Carrillo que, lejos del tópico del halago, lo convierte en un himno a la libertad. Su radicalidad llegó a oídos del virrey Abascal, quien intentará frenar sus intervenciones públicas. Sin embargo, será docente y al graduarse de abogado, el Colegio de Abogados de Lima, le encargará la defensa de las personas sin recursos económicos (huérfanos y viudas) en calidad de “abogado de los pobres” 

Contrajo matrimonio con Josefa Antonia Dueñas, quien fallece poco tiempo después, no sin antes darle una hija, Juana Rosa. Al poco tiempo muere también su padre. Contrae segundas nupcias con su cuñada, María Mercedes Dueñas, con la cual tuvo tres hijos: Tomás (1822), Juana María de la Expiración (1823) y María Matea de los Dolores (la cual nació tres meses después de su muerte, el 20 de septiembre de 1825).

Su decidida opción por la libertad, le acarreó el destierro de Lima, ordenado por el virrey Joaquín de la Pezuela, retirándose a Sayán, un pueblito cercano a Huacho, donde descansó de las fatigas laborales y procuró restablecer su quebrantada salud. Allí se encontraba cuando el Libertador José de San Martín proclamó la independencia peruana (julio de 1821), estableció el Protectorado y fundó la Sociedad Patriótica en la que se debatió acercad del sistema de gobierno del Perú independiente. Sabedor de los planes monárquicos de San Martín y sus colaboradores como B. Monteagudo, escribió una serie de misivas que firmó con el seudónimo de “El Solitario de Sayán”.

Defensor del sistema republicano de gobierno, formó parte -como diputado por Trujillo- del primer congreso peruano y fue uno de los inspiradores de la primera Constitución del Perú, (1823). Colaboró en periódicos como el Correo Mercantil, la Abeja Republicana y El Tribuno de la República Peruana. 

En junio de 1823 viajó con el poeta José Joaquín Olmedo a Guayaquil para invitar a Simón Bolívar a venir al Perú y consolidar el proceso de independencia. Bolívar le confió en abril de 1824 la secretaría general de los negocios de la república peruana y, en tal virtud, fue su acompañante en la triunfal marcha hacia Lima del Libertador. En una carta a Sucre, Bolívar escribió lo siguiente sobre Sánchez Carrión: “El señor Carrión tiene talento, probidad y un patriotismo sin límites”. Por esta confianza de Bolívar, lo dejó en el consejo de gobierno, junto a Hipólito Unanue y José de la Mar, y como ministro de Relaciones Exteriores en 1825 cuando se retiró del Perú.

L. A. Eguiguren escribirá que “sin Carrión, leal representante de la autoridad y del patriotismo peruano, no habría existido la admirable organización que colaboró con firmeza hasta alcanzar el triunfo en las batallas decisivas de la libertad”.

A pesar de encontrarse muy enfermo –por el reumatismo y los cólicos– atravesó una y otra vez los Andes, a lomo de bestia, para reunirse con Bolívar, a quien le confesará que habría de morir trabajando, como así fue. Agotado por la labor realizada en los difíciles años de las guerras independentistas y debilitada su salud, resolvió retirarse a la hacienda “Grande”, de los padres del oratorio de San Felipe Neri, donde murió el 2 de junio de 1825 a los treinta y ocho años de edad. En mayo de 1827 moría su esposa, dejando cuatro huérfanos en suma pobreza.

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito.

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