Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Su fundador fue Camilo de Lelis quien nació el 25 de mayo de 1550 en Buquiánico, cerca de Chieti, región de los Abruzos, Italia.  En su juventud siguió la carrera militar, dejándose arrastrar por los vicios propios de una juventud alegre y despreocupada, pero convertido de su mala vida, se entregó al cuidado de los enfermos incurables hospitalizados, a los que servía como al mismo Cristo. Ordenado sacerdote, puso en Roma los fundamentos de la Congregación de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos. ( 1614) al calor de las reformas del Concilio de Trento. Su carisma tiene que ver con el amor y cuidado por los enfermos y moribundos, de ahí que popularmente se les llame “padres de la Buena Muerte”.

La historia de los Camilos en América Latina inicia en el Perú y tiene sus raíces en un pasado lejano de casi 300 años. En 1709 el P. Golbodeo Carrami vino de Sicilia al Perú no solamente con el deseo de evangelizar, sino también con la esperanza de recaudar fondos para el proceso de canonización del Fundador San Camilo de Lelis.

En vista de esto consiguió el permiso de zarpar. En cuanto llegó se dio cuenta enseguida que también aquí había enfermos tanto en los hogares particulares como en los 4 hospitales de la ciudad, ubicados en los Barrios Altos: San Andrés para los mestizos, San Bartolomé para los negros, Santa Ana para los indios, La Caridad para las mujeres. El Padre Golbodeo, recordando ser camilo, se dedicó al cuidado de los enfermos, casi descuidando el otro objetivo.

Todo lo que sucedió fue casi un milagro de la Providencia. Luego de dos años en los que fue huésped de los Oratorianos de San Pedro, al recibir unas donaciones pudo remodelar unas habitaciones para sí y para los primeros dos Padres Juan Muñoz de la Plaza y Juan Fernández que vinieron de España a darle una mano; construir una capilla dedicada a Nuestra Señora de la Buena muerte o del Tránsito (Asunta); visitar a los enfermos llevando paz y esperanza. Durante el contagio de peste bubónica de 1713 en el Cuzco dio prueba de coraje atendiendo a los contagiados y practicando su cuarto voto de asistencia aun a costa de su propia visa. Mereció aprecio y gratitud de parte de las Autoridades civiles y religiosas

Cuando murió en 1733 a la edad de 62 años, la Fundación de los “Padres de la Buena muerte” ya tenía sólidas raíces y estaba en proceso de crecimiento. Sus sucesores, entre los cuales cabe recordar el P. Muñoz de la Plaza, quien fue el primer Vice Provincial, y sobre todo el P. Martín de Andrés Pérez, llegado al Perú en 1737 con unos compañeros, desarrollaron la Vice Provincia de las Indias de una forma maravillosa promoviendo la visita a los enfermos en los hogares particulares, creando en el mismo Convento una enfermería para atender a los enfermos pobres, cultivando vocaciones locales, fundando comunidades en otras ciudades y Países.

El primer camilo peruano fue el Dr. José de la Cuadra Sandoval, catedrático de la Universidad de San Marcos, quien ingresó acompañado por unos amigos. El noviciado inaugurado en 1742 en el claustro sur, donde todavía se aprecia una hermosa capilla con los preciosos cuadros de Francisco de Zurbarán y escuela y la Virgen de la espina, empezó a formar religiosos tanto españoles como peruanos que en poco tiempo llegaron a ser bastante numerosos.

En los años siguientes la comunidad de los religiosos profesos pudo mudarse al claustro norte, hoy “Hogar para la lucha contra el sida”. Poco a poco se extendió el Convento de la Buena muerte y se hizo famoso en toda Lima por su carisma y por religiosos que merecieron el aprecio por su virtud, su cultura, y sobre todo por su dedicación al ejercicio del ministerio a favor de los enfermos.

Movidos por el deseo de difundir el carisma de San Camilo y de alcanzar el mayor número posible de enfermos, aceptaron las invitaciones que llegaban de otras ciudades y fundaron la comunidad de Santa Liberata en el Rímac, el Convento de San Camilo en Arequipa, el Convento de la Buena muerte en Huamanga, otras comunidades en La Paz (Bolivia), Quito (Ecuador), Popayán (Colombia). Cuando el 15 de agosto de 1770 murió el P. Martín de Andrés Pérez, considerado el gran animador del crecimiento y desarrollo de la Vice Provincia, le sucedió el P. Francisco Antonio Gonzáles Laguna, hombre muy apreciado por su cultura y dedicación al servicio de los enfermos.

A finales del siglo empezó una cierta decadencia que empeoró en las primeras décadas del siglo siguiente por factores tanto de orden interno como de orden externo. La separación de la Orden de la Provincia de España exigida a la Santa Sede por el Rey de España acarreó también la Vice Provincia de Indias causando vacíos de gobierno. La influencia de las ideas liberales de la Revolución Francesa alcanzó también América Latina, favoreciendo de un lado el proceso de independencia de los varios Países, pero causando de otro lado la salida de numerosos religiosos de sus conventos.

De los 50 camilos en 1820 pasan a 22 tras la Independencia, incluidos los cinco llegados de Quito. De hecho, poco a poco se fueron clausurando las demás comunidades. Es en este momento en el que vive Pedro de Marieluz.

El P. Pedro Marieluz Garcés, mártir del secreto de la confesión en el fuerte Real Felipe del Callao, como lo recuerda el escritor Ricardo Palma en sus “Tradiciones Peruanas”.

En la sede vacancia del arquidiócesis de Lima tras la expulsión de su arzobispo Bartolomé de las Heras en 1822, fue el Deán de la Catedral quien fungió como Gobernador eclesiástico y quien cumplió la función de Superior Mayor y General sobre las comunidades de religiosos os como la de los camilos. Al igual que todas las iglesias y conventos el de la Buena muerte de Lima fue esquilmado en sus bienes para proveer de armas a la patria.

Hubo dos tentativas de supresión que no prosperaron, por lo cual el Convento de la Buena muerte de Lima pudo sobrevivir a lo largo del siglo con altibajos, luces y sombras que no apagaron el ejercicio de ministerio para con los enfermos.

Durante este periodo son dignos de memoria los Hermanos Francisco y Toribio del Rio, naturales de Huacho, quienes hicieron posible la continuidad del Convento luego de la breve supresión. Fuera de nuestra patria, cabe mencionar en tiempos de la emancipación al P. Gaspar Hernández prócer de la Independencia de la República Dominicana y al P. Camilo Henríquez Gonzáles, fundador del periódico “Aurora” de Chile, pionero de la su independencia y médico de los pobres en Argentina donde murió.

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito.

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