82. Simón Bolívar y la Religión
Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.
Parece que a los personajes célebres se le consiente vivir una religión a la carta y hasta se le perdonan desmanes autoritarios, caprichos culinarios y deslices en los siempre complejos aspectos de su vida privada, más en concreto la amorosa, como algo irrelevante como el de aquella expresión “aunque robe, lo importante es que haga obra”.
En el Perú, a pesar de levantarle gigantescos monumentos como gratitud a su apoyo libertador por la independencia, siempre se le pasará factura a su pretendida y desmesurada ambición de poder en un Perú que quería ser nación autónoma y soberana.
Siempre recordaré a mi profesor Demetrio Ramos cuando calificaba a Bolívar como “protagonista de una nueva era”. Nadie le niega su genialidad política, literaria y en cierto modo visionario.
Otro asunto es el de su religiosidad. El sacerdote centenario Alfonso de Jesús Alfonzo Vaz, dedicó todo un libro, “Bolívar Católico” (Caracas 1999), a defenderla, concluyendo, tras un serio acopio documental, que Simón Bolívar “en sus primeros meses de viudo, quiso conocer cómo era la masonería, y esto ha sido aprovechado por sus detractores y por quienes no lo han estudiado a profundidad o lo desconocen, con la intención de desacreditarlo en su fe; el Libertador no fue masón ni practicante de cualquier rito o creencia que no fuera la religión católica”.
Indica que en su estudio le llamó mucho la atención el matrimonio de Simón Bolívar con María Teresa del Toro y Alaysa, realizado en Madrid el 26 de mayo de 1802, en la popular iglesia de San José. Él tenía 19 años y ella 22, por lo cual hubo que pedir una dispensa al Papa Pío VII, así como a su tío Esteban. El matrimonio duró apenas ocho meses y tras la muerte de su esposa, el 22 de enero 1803, el futuro Libertador de América se hundió en un profundo pesar que desde Caracas lo hizo regresar a Europa a finales de ese año. Allí se encontró con Francisco de Miranda, Simón Rodríguez y Alejandro de Humboldt, entre otros, quienes le invitaron a meterse en la masonería ‘porque estamos conspirando contra el gobierno’, y en la masonería hay secretos que no se pueden divulgar como este”.
Un episodio que corrobora la fe de Simón Bolívar fue el desprendimiento del regalo de una llave de oro que le hicieron en Bolivia, en junio de 1825, durante su encuentro con el Mariscal Antonio José de Sucre. Al terminar la fiesta, Bolívar llamó al capellán de nombre Fraile Torres, y le dijo: “Esto es para usted, fraile. Mande a hacer una patena para que se recuerde de mí durante la celebración del Sacrificio de Nuestro Señor”
De la mano del historiador, teólogo y comunicador, Javier Olivera Ravasi podemos rescatar otros aspectos de su religiosidad. En los cortos años de su vida, Bolívar dio un giro ideológico completo, merced a su poderosa inteligencia; efectivamente, en su infancia, adolescencia y juventud padeció el influjo de su preceptor Simón Rodríguez, teísta ilustrado (1771-1854) quien le inoculó especialmente las ideas de Voltaire, Montesquieu y Rousseau, por lo que creyó encontrar en Bolívar a su “Emilio” y quien, a juicio de Madariaga, era “un verdadero vagabundo…mitad cínico, mitad loco, un farsante, que se cree el genio más grande de América” como consigna en su “Apología”. En esa órbita de ideas se explica en el joven Bolívar el muy citado “juramento del Monte Sacro” de Roma, su liberalismo exaltado y su afiliación a la Masonería.
Pronto, sin embargo, la lección de la experiencia revolucionaria en Venezuela y Colombia, irá despegando a Bolívar de semejante formación juvenil hasta vivir una evolución antiliberal que resumirá el 28 de agosto de 1828 en la siguiente fórmula: “Yo creo que el nuevo Gobierno que se dé la República debe estar fundado sobre nuestras costumbres, sobre nuestra religión y sobre nuestras inclinaciones, y últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia”.
De ahí que -como apunta Víctor Andrés Belaúnde- podamos ver “dos Bolívares, no sólo distintos, sino a veces opuestos”. Se trata de la etapa que va de 1828 a 1830, o “La Dictadura”, que se gesta a partir de la sanción de la Constitución con Presidente Vitalicio, de Bolivia, y con el Congreso de Ocaña, en el que condenará el democratismo liberal porque “hace imposible toda obra de continuidad”.
Su experiencia política lo curará de la funesta educación de Simón Rodríguez, llegando a consignar en su último mensaje al Congreso colombiano, el 24 de enero de 1830: “Permitiréis que mi último acto sea encomendaros que protejáis la religión santa que profesamos, fuente profusa de las bendiciones del Cielo”.
Esta evolución política general fue acompañada de una política religiosa adecuada. Así, cuando se entera de la llegada a Chile del Vicario Apostólico, Mr. Muzzi, hizo que Sánchez Carrión se dirigiese a él, desde el cuartel general de Huánuco, el 13 de Julio de 1824, en vísperas de la de Junín: “El Gobierno [del Perú] no omitirá medio alguno de los que sean conformes con las máximas evangélicas, para proteger el esplendor de la Iglesia”. Al General Páez, escribe el 30 de junio de 1828, desde Bogotá: “Mi plan es apoyar mis reformas sobre la sólida base de la religión”. Y en carta privada, a la señora María Antonia Bolívar, su pariente, escribe desde Potosí, 27 de octubre de 1825: “Me alegra mucho que los clérigos me esperen con impaciencia como tú dices. Puedes asegurarles que protegeré la religión hasta que muera”.
El 31 de agosto de 1828 pronunciará un significativo mensaje al Congreso Constituyente de la República de Colombia de 1828: “Conciudadanos: Séame permitido felicitaros por la reunión del Congreso, que a nombre de la nación va a desempeñar los sublimes deberes de Legislador. Permitiréis que mi último acto sea recomendaros que protejáis la religión santa que profesamos, fuente profusa de bendiciones del Cielo”.
Como indica Elizabeth Hernández García en su estudio sobre Bolívar y su relación con la Iglesia del Perú, el patriotismo de todos, sobre todo el de los clérigos “era cuestión de vital importancia para el Estado. La reeducación política de la población dependía de la influencia ideológica que la Iglesia y sus miembros tuviesen sobre ella”. Como San Martín, Bolívar asumió para sí la institución del Patronato Regio como única manera de conseguir el control, logrando como afirma el P. Ernesto Rojas que, dos años después de Ayacucho, la Iglesia en el Perú se encontrase casi de rodillas. Sus años en el Perú (1823-1826) fueron suficientes para marcar la hoja de ruta en la reorganización eclesiástica y secularización del Estado. A pesar de ello, como señala el historiador Alejandro José Molina el Libertador, tanto en la guerra como en la paz, en la construcción de las nuevas repúblicas, mantuvo una postura diplomática en sus relaciones con el clero católico.
La conclusión adecuada a dichas normas y conductas la colocó el gran historiador peruano Don Víctor Andrés Belaúnde: “Bolívar busca el apoyo del clero y de la masa de la población en que se conservan vivos los sentimientos católicos”.
Baste, por último, en orden a ver sus convicciones personales, lo que declaró en la cabecera de su Testamento:
En el nombre de Dios Todopoderoso. Yo, Simón Bolívar…hallándome gravemente enfermo, pero en mi entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, creyendo y confesando como firmemente creo y confieso el alto y soberano misterio de la Beatísima y Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios que cree, predica y enseña nuestra Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, Romana, bajo cuya creencia he vivido y protesto vivir hasta la muerte como católico fiel cristiano.
El P. Vargas Ugarte tan poco pródigo a los elogios concluye su artículo dedicado a las “Ideas religiosas del Libertador”: “El día 17 de Diciembre, a la una de la tarde con perfecta serenidad de espíritu entregó su alma al Creador. quien, sin duda habrá premiado ya las acertadas medidas que tomó para consolidar la religión, desde las selvas del Orinoco hasta las feraces márgenes que baña el Pilcomayo”[1].
[1]http://repositorio.pucp.edu.pe/index/bitstream/handle/123456789/52764/ideas_religiosas_libertador.pdf?sequence=1&isAllowed=y “Ideas religiosas del Libertador” de Rubén Vargas Ugarte Revista de la Universidad Católica Año 02 N°07 (Dic. 1933).
*No olvides de ingresar a este enlace en donde encontrarás todos los personajes que forjaron nuestra independencia: https://perucatolico.com/c/la-iglesia-ante-el-bicentenario/
Doctor en Historia de América. Profesor en facultades de Teología y Filosofía. Escritor de libros y artículos.