Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Nace en Arequipa el 17 de julio de 1781. Su infancia la pasa en Chuquisaca donde estudió en el Real Colegio de San Juan Bautista y se graduó de doctor en Teología el 1 de diciembre de 1800. En la Universidad Mayor, Real y Pontificia de Chuquisaca se graduó de bachiller en Derecho Civil y Canónico, recibiéndose de abogado ante la Real Audiencia de Charcas el 9 de julio de 1806. Como, abogado, magistrado y político, al proclamarse la Independencia, sirvió a la naciente República en diversos cargos públicos, presidente de la Cámara de Diputados en 1828; ministro de Relaciones Exteriores en 1829; vocal y presidente de la Corte Suprema de Justicia en dos períodos: 1834-35 y 1845-47. Muere en Lima, 15 de febrero de 1855.

Destaca como precursor ideológico de la independencia del Perú gracias a su Discurso sobre la preferencia que deben tener los americanos en los empleos de América, de 1811. Se trata de un alegato vibrante y erudito donde reclamaba dar preferencia a los americanos o criollos en el desempeño de los puestos públicos. Fundamenta su argumento en textos de la Biblia, del Derecho romano, de los clásicos; cita a Solórzano, al Derecho canónico. Subraya que los americanos tienen un derecho que viene de naturaleza y otro que se desprende de los servicios y de los méritos.

Su pensamiento político corresponde al clásico reformismo del “Interregno Liberal”, en la línea de Baquíjano y Carrillo y de Vidaurre, quienes, a pesar de ser enemigos del despotismo, se mantienen fieles al monarca. Como consecuencia de esa línea política, Alejo depositó toda su confianza en que la obra reformista de las Cortes de Cádiz resolvería las contradicciones existentes en las relaciones con la metrópoli. Para él la principal contradicción era la postergación de los americanos para los empleos en América.  Es así como en 1811, año en que se publicó en Lima el decreto que declaraba la libertad de imprenta, escribió su “Discurso sobre la preferencia que deben tener los americanos en los empleos de América”.

En el mismo elogia la línea anti absolutista y regeneradora de las Cortes gaditanas acera de dos temas fundamentales: El primero, la preferencia que para los empleos debían tener los americanos, como habían reclamado desde fines del siglo XVI los criollos, descendientes de los conquistadores, se consideraban a sí mismo como los hijos olvidados por la Corona, la que no los había recompensado debidamente por los servicios que le prestaron sus padres y abuelos; en segundo lugar, correspondería a los descendientes de los pacificadores y pobladores; y por último, los nacidos en América. Como cuatro años más tarde Simón Bolívar se refiriese al mismo asunto de las preferencias en los empleos, recordará que existían leyes expresas, originarias de España, que favorecían casi exclusivamente a los americanos en cuanto a empleos civiles, eclesiásticos y de renta y que estas leyes y pactos habían sido violados por la metrópoli.

El segundo tema está referido a la idea que Alejo Álvarez tenía respecto a la situación de los reinos de América dentro del Imperio español. Sostenía que a raíz de la Conquista “las Indias” se unieron a la Corona de España sin perder “los fueros de Imperio”, ya que el monarca español, desde aquella unión, “ha ejercido dos soberanías, una como rey de España, y otra como emperador de las Américas: ambas muy distintas entre sí…”. Es decir, el Perú, por ejemplo, no era una colonia de España, representaba más bien una soberanía independiente, unida a la Península a través de la persona del rey. De allí que Alejo Álvarez afirme que “aunque sean súbditos de un mismo soberano, con todo no pueden mezclarse, ni confundirse sus derechos”.

Por último, le advierte al rey Fernando VII, “nuestro desgraciado monarca”, que le deberá en buena parte a los americanos – por las donaciones enviadas, por el rechazo al usurpador Bonaparte y por la fidelidad demostrada – su restablecimiento en el trono, por lo que “nos mirará agradecido y recompensará los agravios y ultrajes que hemos recibido”. Alejo le está diciendo al rey que los americanos no tolerarán una política contraria a sus derechos naturales.

Tras la proclamación de la Independencia, en el protectorado de San Martín, fue nombrado fiscal de la Alta Cámara de Justicia, condecorado con la Orden del Sol, en calidad de asociado, e incorporado a la Sociedad Patriótica de Lima. Al retirarse San Martín del Perú, el 20 de septiembre de 1822, le otorgó poder para que lo representara en el país, como hizo ante el gobierno del general Ramón Castilla (1845-1851) reclamando el pago de las pensiones que por sus servicios se debían al protector.

En enero de 1825 pasó a ser vocal de la Corte Superior de Lima y recibió la medalla cívica en tiempos de Simón Bolívar (10 de octubre de 1825), pero una vez elegido diputado ante el Congreso Nacional, en 1826, se opuso con la mayoría de los representantes a la presidencia vitalicia de Bolívar. Estuvo algunos meses en Chile como ministro plenipotenciario (1826-1827), y a su regresó fue elegido presidente de la Cámara de Diputados (1828). Fue ministro de Relaciones Exteriores en 1829 con el general Antonio Gutiérrez de la Fuente, solucionando el conflicto de límites del Perú con Colombia. Fue promovido finalmente a una vocalía de la Corte Suprema de Justicia, el 24 de agosto de 1831, y ejerció la presidencia de este tribunal en dos períodos (1834-1835 y 1845-1847). Obtuvo su jubilación el 22 de noviembre de 1852, con una pensión de 4.800 pesos al año.  Falleció en 1855, tres años después.

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito.

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